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Sin miedo a innovar: construyendo puentes en la era del cambio

La innovación en educación es como ese tren que está en marcha y no lo vas a poder parar. No te quedan muchas opciones. O tratas de subirte y llegar a tu destino, o por el contrario dejas que ese tren te atropelle por el miedo a lo desconocido. Pero como no hay forma de ir marcha atrás, lo mejor es que todos, directores y docentes principalmente, contemplen con cierta previsión que deben estar preparados para los nuevos desafíos.
Juan José Leal MartínezMartes, 26 de marzo de 2024
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© your123

No hace mucho tiempo atrás invité a una amiga profesora de educación primaria a participar de manera virtual en un evento iberoamericano sobre temas de transformación digital. Me sorprendió un poco que declinó la invitación por no sentirse totalmente segura de poder hacer grandes aportes al debate cuando sé que es una docente con casi 15 años de experiencia en las aulas. Este hecho tan puntual puede que sea un fiel reflejo más generalizado de lo que está pasando en la región iberoamericana.

La educación de ahora es muy diferente a la de hace 30 años y seguro también cambia con respecto a la de los próximos cinco. Va todo muy rápido. Innovar puede significar algo nuevo, pero también se relaciona con organizarse para solucionar problemas y no necesariamente implica un gran avance tecnológico.

Sin innovación educativa, el riesgo de desigualdad y de empeorar en calidad es enorme. En muchos casos, hay muchas diferencias todavía entre escuelas urbanas y rurales, escuelas con o sin acceso a internet, pero lo cierto es que en ambas se puede innovar. La innovación contribuye a reducir la brecha educativa y por lo tanto repercute también en la brecha social. Por eso la inversión en innovación tiene que llegar a todos por igual. Como podemos observar en cualquier ejemplo de innovación educativa, se puede innovar en los currículums, metodologías, tecnologías, equipamiento, pedagogías, evaluación o formación. Lo que tendremos que pensar bien es hacia dónde queremos avanzar y el grado de responsabilidad de cada uno de los actores educativos para innovar.

La innovación no va a poder separarse del factor humano y tampoco va a frenar nuestra creatividad. Más impacto va a tener nuestra innovación si seguimos trabajando con las personas. El componente humano va a seguir siendo clave en la innovación. Un docente difícilmente puede llegar a ser innovador si no le enseñamos cómo poder serlo y por eso es preciso demandar a los ministerios ese apoyo institucional. De esta forma, está claro que cuanto más coordinados estén los ministerios mejor. Me refiero a coordinar a lo interno, coordinarse con los centros, con otros ministerios implicados en la innovación en el país e incluso con otros ministerios de educación de la región.

Relacionando innovación educativa con el informe PISA, en líneas generales, podemos observar que los últimos resultados de dicho informe no han sido tan buenos como cabía esperar. Son muchos los especialistas que ya ven el uso de dispositivos móviles y de ciertas metodologías innovadoras en el aula como un peligro para el rendimiento de los alumnos, pero no es del todo cierto. PISA arroja resultados, pero no analiza en profundidad las causas.

Por eso, podríamos concluir que el uso de esas pantallas y de esas metodologías no afectan de forma negativa por el mero hecho de utilizarlas. Es hacer un uso incorrecto de las mismas lo que supone un riesgo para los estudiantes. A este respecto, sí debemos aprovechar los datos de la evaluación de los aprendizajes que hace este tipo de informes, pero no para derribar tendencias sin un análisis más exhaustivo, sino para ayudar a los países a cambiar e innovar y buscar las mejores soluciones.

En este sentido, hay que destacar el papel ineludible que juegan los organismos internacionales junto a la comunidad educativa. Afortunadamente, hay muchos ejemplos de cómo se abordan estos temas.

El pasado mes de diciembre asistí invitado por la Unesco al “Foro Regional LAC ICT TALENT23” de Bogotá, donde se reunieron representantes de innovación educativa de los ministerios de educación y tecnología de la región. Fue un claro ejemplo de espacio de discusión en el que compartir y aprender de las experiencias, así como de afianzar vínculos para colaborar entre distintos actores clave como los organismos multilaterales, academia, sociedad civil o sector privado.

Otro ejemplo de cómo se pueden afrontar obstáculos de manera innovadora es la propuesta que hace el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para acelerar los aprendizajes a través de tutorías remotas. Es una iniciativa que se enfoca no tanto en lo nuevo sino en los resultados y el enorme cambio que produce.

También destaco el premio de “Innovación y ODS en los centros educativos”, impulsado por la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) junto con el Ministerio de Educación de España. En esta segunda edición que finalizó en noviembre pasado, se reconoció la implicación de los centros de la región en la concienciación y difusión de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles de manera innovadora. Colombia, Uruguay y Ecuador fueron los ganadores del último año con iniciativas y proyectos que involucraban y fomentaban la participación de la comunidad, así como con ideas de educación a distancia.

Con todo este marco, una cosa está clara: no hay que prepararse para lo que va a llegar. Es que ya ha llegado. Y no podemos innovar solos. La región iberoamericana comparte dificultades, demandas y propuestas. La innovación es necesaria, aunque puede que haya riesgos, pero podemos evitarlos con una buena planificación conjunta. Tenemos que entender que la innovación educativa a veces obliga a reinventarnos y que la innovación nunca pasa de moda.

Juan José Leal Martínez, responsable de Convenios de Cooperación de Educación. Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, Ciencia y Cultura (OEI).

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