Eva Bailén: "Si los alumnos usan mejor la IA, debemos proponerles retos que expriman sus potencialidades"
De acuerdo con datos del INE, un 45 % de los niños de diez años tiene teléfono móvil. A los quince, ya se ha alcanzado el 100%.
La interconexión e hipermediatización en la que ha incurrido la sociedad ha desembocado en una realidad tanto paradójica como peligrosa. Estamos más conectados, pero los datos de soledad son cada vez más alarmantes; tenemos información al alcance de la mano de forma inmediata, pero la infoxicación, las fake news y el auge del régimen de posverdad hace que estemos peor informados. La lista sigue.
Si a los adultos, que en principio debemos haber desarrollado cierto criterio y sentido común con el pasar de los años, nos cuesta ir a la par de la sociedad digital ¿qué queda para los niños, niñas y adolescentes que, aunque puedan ser considerados dentro de la óptica popular como “nativos digitales”, son un blanco perfecto de una serie de peligros a razón de la falta de experiencia y sentido crítico requeridos para poder maniobrar en una sociedad de cantos de sirena y espejismos, donde no todo es lo que parece y no todos son quienes dicen ser? Todo esto considerando que, según datos del Instituto Nacional de Estadística, casi un 90% de los niños de diez años utiliza internet y que ya a los quince la cifra sube al 100%.
En este hilo de ideas, Eva Bailén, ingeniera en telecomunicaciones, profesora y divulgadora experta en temas de educación, presentó el pasado martes, en la sede de Argüelles de la Universidad Rey Juan Carlos, su más reciente libro, Conectados y empoderados. En él, la autora ofrece una serie de recomendaciones mediante las cuales afrontar los retos, tanto personales como educativos, de un mundo cada día más digitalizado englobándolos bajo el acrónimo DEM (Educación Digital, Emocional y Mediática).
Conversamos con Eva sobre su libro, los retos generados por la evolución de la tecnología y el futuro de la educación tras la aparición de la inteligencia artificial. Durante la conversación, nos recuerda que no hay que demonizar a este tipo de herramientas, sino que, más bien, hay que afrontarlas con sentido común.
PREGUNTA–¿Qué te motiva a tocar la idea de que los jóvenes están cada día más presentes dentro de la sociedad digital?
–Mi interés en este tema nació en 2010, cuando comencé a escribir en un blog llamado todoeldiaconectados.com. Ahí empezó a interesarme como mis hijos comenzaban sus primeras incursiones en el mundo digital. Me interesaba saber lo que estaban haciendo y que iban a encontrarse dentro de las redes sociales y de los videojuegos. Finalmente, este interés terminó en materializarse dentro de este libro.
Me llama la atención el nombre de tu blog. ¿Es buena esta presencia casi permanente en la tecnología?
–Debe haber momentos de desconexión, un equilibrio. Creo que nos ha venido muy de golpe la introducción de las tecnologías en nuestras vidas, pero si que interesa y preocupa a todos. Por ello, como adultos tenemos que entender que hay detrás de las pantallas y ayudar a que los jóvenes que nos rodean –sean alumnos o hijos– sean conscientes de la necesidad de encontrar un equilibrio y entender que la tecnología, aunque sea útil y divertida, también tiene el riesgo de generar adicciones y dependencia.
En relación con esta idea que mencionas de este carácter repentino en la llegada de las tecnologías. ¿Qué podemos hacer para seguirle el ritmo y no quedarnos rezagados en la enseñanza con nuevas tecnologías?
–Es importante tener sentido común. Yo creo que se puede analizar lo que ocurre con la tecnología y hacer muchas cosas sin ser un experto tecnólogo; solo con sentido común y con principios que se aplican a la vida offline. También es importante no demonizarlo ni verlo como algo que está fuera de nuestras capacidades.
De la mano con el sentido crítico, hoy en día los jóvenes se encuentran más expuestos a temas políticos y sociales gracias a las redes sociales. ¿Cómo podemos ayudarles para que aprendan a discernir sobre la veracidad de dichos contenidos?
–Hay que fomentar el debate, buscar espacios en los que convivir con los jóvenes. Yo soy una defensora de las comidas en familia y creo que esos son espacios propicios para hablar de temas candentes de la sociedad –feminismo, racismo, entre otros.
Ahí, como educadores, debemos ser capaces de detectar si los jóvenes están confundidos y de dónde provienen estas influencias –como Instagram o TikTok– que los pueden estar llevando a derroteros distintos que los cuales han sido educados. Conversar y ayudarles a identificar cuando los están polarizando, generando determinadas opiniones y plantearles si les parece casual el que les esté apareciendo cierto contenido dentro de sus redes.
Yo creo que se puede analizar lo que ocurre con la tecnología y hacer muchas cosas sin ser un experto tecnólogo; solo con sentido común y con principios que se aplican a la vida offline
¿Y si ese posicionamiento es muy férreo?
–En caso de que un joven esté muy enganchado, creo que va a ser más fácil si la opinión viene de un adulto que sea más lejano.
¿Cómo podemos ayudar a un joven que esté muy enganchado con la tecnología?
–Aunque parezca lo contrario a lo que se pueda creer, muchas veces se recomienda que no se deje para muy tarde el acceso a un dispositivo móvil o a las redes sociales. Esto porque mientras son más jóvenes es más fácil corregirlos y crear una serie de pautas que, a la larga , puedan evitar que existan problemas en el sueño, en los estudios o en sus relaciones con el entorno. No es lo mismo decirle a un niño de 12 que cuando se vaya a dormir o a estudiar el móvil lo tenga fuera de su habitación que a uno de 16.
La sociedad se ha sexualizado y ha aumentado tanto el consumo de porno en menores como la práctica del sexting. ¿Cómo podemos abordar esa clase de problemas?
–Conversando. Hay asuntos que, como padres y madres, evitamos –sea por pudor o porque creemos que a ellos no les va a llegar o a interesar esa clase de contenidos– y que deberíamos sacar a la mesa. Son temas que, si se tratan con naturalidad y tratando a los jóvenes como adultos, dándoles esa responsabilidad y haciéndolos partícipes de esa realidad que tenemos como adultos, van a poder afrontarlo de otra manera.
En el caso del porno, es necesario hablar de esos contenidos que cosifican a la mujer muchas veces y que llevan a relaciones sexuales que no son reales, que demuestran algo que es totalmente irreal. Por otra parte, tienen que saber que si es una imagen es sexting. Que si es de un amigo, amiga, compañero o alguien del colegio que se ha ido, que sepan que no lo tienen que reenviar y que eso le puede hacer mucho daño a esa persona.
En edades más tempranas todavía se pueden crear una serie de pautas que, a la larga, puedan evitar que existan problemas
Concatenando ideas, con el boom que hubo el año pasado en relación con las inteligencias artificiales, el año pasado se dio pie a una serie de herramientas que permiten alterar imágenes que están al alcance de menores. ¿Qué educación podemos darles en relación con este tema?
–Esto ya es una cuestión de valores. De decir que no todo vale en internet, que esto no va a salir impune. Porque el que sea una imagen hecha con I.A también puede hacerle daño a otra persona. También es necesario educar a las personas que participan de manera pasiva, que los comparten, que se ríen o que se pueden pasar un buen rato viendo esos mensajes.
Los generadores de imágenes por inteligencia artificial son herramientas muy potentes y que tienen una gran capacidad artística. Sin embargo, el reto está en evitar que estas se usen con fines equivocados.
¿Tú crees que se podría implementar una legislación para esta clase de acciones?
–Considero que, cuando van directamente en contra de una persona y hacen daño –indiferentemente de si es inteligencia artificial o un simple mensaje de texto en el que se demuestra acoso–, hay cabida para la legislación.
Por otra parte, si es sobre el uso de la inteligencia artificial para crear imágenes falsas, creo que también existe la capacidad de generar certificados que permitan diferenciar cuando una imagen es generada con inteligencia artificial que cuando no lo es. Como una especie de sello. Esto, porque cada vez más nos vamos a encontrar con imágenes que no podremos distinguir de si son reales y ahí se debe poner orden debido a que se puede generar, en un nivel geopolítico o de conflictos entre países, situaciones muy complejas.
Pasando a una faceta menos negativa de la inteligencia artificial, ¿qué beneficios crees que pueda tener dentro de la Educación?
–Yo creo que la inteligencia artificial, puesta en manos de personas curiosas, que se hacen las preguntas adecuadas y que ahora con ChatGPT –por ejemplo– las pueden resolver de una manera más ágil.
¿Y qué problemas crees que puede generar?
–Más que todo creo que se puede abrir una nueva brecha entre las personas que sepan usar esas herramientas de las que no. Por eso, creo que hay que entender que quedarnos atrás o sentirnos incompetentes –o que estemos haciendo que nuestros hijos sean más incompetentes que el resto en cuanto a herramientas digitales– puede generar brechas y desigualdades. Y eso no es algo que se pueda evitar, porque cada día nos vamos aproximando a un mundo en el que estás van a estar cada vez más presentes.
Se puede abrir una nueva brecha entre las personas que sepan usar inteligencias artificiales de las que no
¿En qué otras maneras consideras que estas han permeado en las aulas?
–En cuanto al alumnado, muchos profesores han comentado que sus alumnos están entregando trabajos con una calidad con la que no lo entregaban antes. Que cosas que antes tenían una dificultad media ahora son fáciles de conseguir.
¿Cómo valoras el uso de ChatGPT y otras herramientas de este tipo dentro de los alumnos?
–A mí no me parece mal que usen la inteligencia artificial. Si tú eres hábil haciendo las preguntas y te las vas respondiendo y vas elaborando tu entregable en función de las respuestas que te va dando siendo capaz de desarrollar un contenido original no lo veo mal. Ahí de lo que se trata es de ser más exigentes. Si sabemos que pueden hacer mejores entregas, deberíamos exprimir las potencialidades que ofrecen estas herramientas y proponerles retos en los que necesiten de estas para resolverlos.
¿Y cuáles crees que pueden ser algunos ejemplos de estos retos?
–Ahora mismo, gracias a la inteligencia artificial, se pueden plantear actividades mucho menos dirigidas y con planteamientos mucho más abiertos, complejos y exigentes. Con unas pocas pinceladas de un proyecto al que quieres que lleguen tus alumnos y, de vez en cuando, guiándoles mediante preguntas o razonamientos que les permitan realizar el entregable con los detalles que quieres puedes hacer que consigan desarrollar la actividad que quieras.
Entonces, estas herramientas pueden dar pie a un aprendizaje más fundamentado en el descubrimiento y en la investigación, que, si bien es cierto puede requerir de más trabajo para el docente, no deja de ser interesante.
Y, retrocediendo un poco, ¿cómo consideras que ha afectado la inteligencia artificial a la actividad profesional de los profesores?
–Es más complicado, porque esta revolución ha roto con muchos paradigmas que ya se tenían concebidos dentro la profesión y que ha obligado a replantearse la manera con la que se imparten las clases. Porque a un profesor algo que le da calidad son los años de experiencia y las cosas que haya ido elaborando con los años, por lo que con la irrupción de las inteligencias artificiales todo lo que habían construido se ha venido abajo. Por ello, aprender a adaptarse al entorno.
También va a generar una modificación en la manera con la que se evalúa. En una evaluación dentro del aula sabes que no van a acceder a estas herramientas. Sin embargo, en los trabajos hechos en casa tienes casi la certeza de que van a emplear la inteligencia artificial, por lo que es necesario proponer actividades más desafiantes.
A un profesor le dan calidad los años de experiencia y las cosas que haya ido elaborando con los años, por lo que con la irrupción de las inteligencias artificiales todo lo que habían construido se ha venido abajo
¿No crees que con los turnit-in de los campus virtuales pueden detectarse las partes de los trabajos que estén hechas con inteligencia artificial?
–Es muy difícil que lo detecten, porque al final está en la habilidad del estudiante usarlo como una ayuda y no de copiar literalmente lo que te ha dado el ChatGPT.
Más allá de las inteligencias artificiales, ¿de qué otras maneras consideras que la tecnología ha afectado en el sector educativo?
–Yo creo que el punto de inflexión en la tecnología comenzó en la pandemia; desde que tuvimos que usar la tecnología para poder seguir adelante y comenzamos a ver a la tecnología como un aliado. Ya, más adelante, van a venir muchas nuevas tecnologías. Cosas como el metaverso, el Internet de las cosas, el machine learning, el big data y todo lo que tenga que ver con NFTs.
Esta parte de las llamadas o de los mensajes es otra en la que hay que educar a los jóvenes, ¿no?
–Sí, es como educarlos para ser desconfiados [se ríe]. Puedes confiar en las personas que conviven contigo en el día a día (padres, hermanos, profesores, compañeros de clase). Ya cuando se trata de personas que juegan contigo en línea o cualquier usuario de Twitch o en un directo, no sabes si va a ser la persona que dice ser o si se esta haciendo pasar por otra persona que tiene malas intenciones. En relación con toda esta desconfianza –sobretodo hacia el mundo online; ya luego en la vida real no tanto– yo creo que es importante generar ese sentido crítico y el pensárselo todo más de dos veces.
Todavía sobre los móviles, pero en otro ámbito, en enero dentro de varias Comunidades Autónomas se aprobó del uso de los móviles dentro de las aulas. ¿Qué lectura haces de esta medida?
–No la veo factible. Todo lo que es prohibir a los jóvenes el uso de los teléfonos móviles lo veo complicado. A mi me parece que son medidas que pueden terminar en conflictos, en mucha excepción y en reglas que se terminan rompiendo. Entonces es difícil que se cumplan.
Entiendo que es por el bien del ritmo de las clases, por la convivencia escolar, por el aprendizaje, pero lo veo como ir contra corriente. Es que todos vivimos pegados al móvil. Sé que es necesario que se despeguen de sus móviles –no solo por unos momentos– que sepan utilizarlos y que, a lo mejor, no todas las familias tienen la capacidad de generar estos espacios de debate y de educación en torno al uso de las redes sociales.
En tal caso, ¿no crees que sería mejor resignificar lo que representa el móvil en las aulas y darle un uso más didáctico?
–Es que esa es la solución que yo concibo. Yo siempre he sido más de educar que de prohibir. Entonces, en principio, aunque no vea problema con que lleguen a clase y dejen el móvil en una caja hasta que salgan –porque están en un entorno controlado– sí creo que al hacer eso se están perdiendo muchas oportunidades de educarlos en el uso correcto de esta clase de dispositivos.
No van a surgir conflictos por el móvil, pero –a la vez– esos conflictos son oportunidades para enseñar y explicar que se puede hacer y qué no. Además, el prohibir algo lo que va a terminar por fomentar es que se rompan las reglas y que haya situaciones incómodas.
Al prohibir se están perdiendo muchas oportunidades de educarlos en el uso correcto de esta clase de dispositivos
¿Tú cuando crees que es una buena edad para que una persona tenga por primera vez un móvil?
–Te voy a contar mi caso. Yo, como ingeniera de telecomunicaciones, trabajaba en un laboratorio de pruebas de teléfonos móviles cuando mis hijos eran pequeños y llevaba móviles a casa para hacer pruebas de uso y detectar fallos. Entonces, en mi casa siempre había teléfonos –aunque sin tarjeta SIM– y mis hijos, que eran pequeños, los usaban y los veían con mucha naturalidad.
También tenían una tablet que nunca se llevaban a las habitaciones porque teníamos una regla de que solo podían usar los dispositivos en el salón porque así podría ser capaz de escucharles y saber que estaban haciendo; además que fomentábamos a que los usaran con control, que lo usaran un rato y que luego fuesen a jugar algo físico para alejarse de las pantallas.
Fue cuando pasaron a la Secundaria cuando, finalmente, tuvieron un móvil con tarjeta SIM. Ahora a muchos niños les llega ese momento cuando hacen la Primera Comunión. Ahí hay que saber que en esas edades ni siquiera es legal tener una cuenta dentro de las redes sociales y todo esto tiene unas consecuencias.
¿Qué rasgos crees que debe tener una persona para poder usar el móvil?
–Yo en mi libro hablo de la “educación digital, emocional y mediática” –DEM por sus siglas– porque creo que para estar en una red social se debe tener una capacidad emocional fuerte. Esto debido a que ahí hay contenidos que te pueden hacer daño. Un adolescente que pueda haber tenido su primera novia o novio y que luego ve la foto de ese ex con otra persona requiere de madurez y fortaleza emocional. También, como estábamos conversando antes, no todos los contenidos son tan inocentes como parecen y deben saber discernir de cuando tienen un determinado tinte político y no de otro.
Por ello, yo creo que la educación mediática es muy importante, por lo que dejar a un niño en orfandad digital –sin contare sobre esta clase de cosas– me parece que es una irresponsabilidad como padre. Por eso, por más que se intente retrasar la edad, al final va a depender más de su entorno y de las personas que le rodean, además que dejarlos excluidos de su círculo de amigos es complicado. Aun así, tienen que saber que tener un móvil conlleva unas responsabilidades y que es un dispositivo costoso.