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Juanfra Falcón y Mérari Afonso: “En un proyecto educativo, lo que no sea dar respuesta a la necesidad del estudiante son fuegos artificiales”

Los docentes del Colegio “Salesiano San Juan Bosco” y del IES “San Benito” (Tenerife) nos comentan sobre el “Proyecto Dubini”, por el cual fueron elegidos como ganadores de la Peonza de Oro en la XVI edición de los Premios Espiral.
Mireia PorteroMartes, 23 de julio de 2024
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Los ganadores de la XVI edición del Premio Espiral durante la gala de premiación.

Educar, buscar innovar dentro de la educación y desarrollar iniciativas que permitan que los estudiantes den un paso adelante y participen activamente dentro de su comunidad. La sociedad ha evolucionado con los años y  han aparecido nuevos retos a los que enfrentarse. La educación, al ser una pieza clave dentro de esta, también se ha visto en la necesidad de proponer estrategias con las cuales fomentar la formación y participación de los estudiantes en un entorno cada vez más cambiante.

De la mano de este hilo de ideas, en el año 2007 se crea el Premio Edublogs, ahora conocido como Premio Espiral. Este busca dar voz a aquellas propuestas transformadoras que existen dentro de la comunidad educativa, condecorando a la mejor propuesta con la Peonza de Oro.

En este marco, Juanfra Falcón y Mérari Afonso, docentes de los colegios “Salesiano San Juan Bosco” e IES “San Benito” de Tenerife –en colaboración con el alumnado e instituciones de 13 países diferentes– llevaron a cabo hace dos años el “Proyecto Dubini”. Este buscaba concienciar, a través de capítulos tanto ficticios como ucrónicos, sobre la importancia del cambio climático y de buscar soluciones para dicha problemática. Ellos fueron los ganadores de la Peonza de Oro ese año.

Conversamos con Juanfra y Mérari sobre el Proyecto Dubini, el impacto que ha tenido este dentro de los alumnos y el cómo ha evolucionado el proyecto luego de haber participado en los premios.

PREGUNTA –¿Cómo surgió la idea de tu proyecto ganador? ¿Qué te inspiró a desarrollarlo?

–Antes del Proyecto Dubini, habíamos elaboramos una serie de proyectos ambientados en capítulos con historias de ficción o ambientadas en contextos históricos. Sin embargo, buscábamos un nuevo proyecto que fuera más allá y atendiera a una necesidad real del alumnado y de la sociedad, que pusiera el aprendizaje al servicio del alumnado para dar respuesta al problema, un hilo conductor lo suficiente atractivo para que enganchara. Pensamos que contribuir a la lucha contra el cambio climático de manera activa podía ser algo atractivo y práctico. Buscamos después a una persona que sirviera de modelo y referencia para el alumnado, cuyo trabajo y trayectoria sea lo suficientemente reconocido como para que se identificaran con ella y, preferentemente, una científica. Contactamos con Alexandra Dubini, doctora en Biología Molecular de la Universidad de Córdoba, con experiencia en la NASA y en la Antártida. Ella se lanzó con nosotros y, alrededor de ella, comenzamos a construir nuestro castillo.

¿Cómo estructuraste el proyecto desde su concepción hasta su implementación en el aula?

–Proyecto Dubini se ambienta en el futuro castigado por los efectos del cambio climático y la necesidad de viajar al pasado para revertirlo. Para ello, contamos con una máquina del tiempo diseñada por la Dra. Dubini que funciona con biocombustibles. Diseñamos una serie de capítulos en vídeo, como si fuera una serie de Netflix, en la que el alumnado debía resolver problemas colaborativamente junto a matemáticos y matemáticas reconocidos recorriendo la historia de las matemáticas. Los problemas se agrupaban por contenidos curriculares similares y, cada tres problemas resueltos, con sus soluciones los estudiantes podían acceder al vídeo encriptado de la Dra. Dubini, que ofrecía un consejo para evitar el futuro apocalíptico. ¡Un reto climático! A lo largo de cada curso escolar, hemos ido redefiniendo estos retos para que el alumnado los llevara a cabo. Para lograrlo, hemos tenido que conectar a nuestros estudiantes con otros centros educativos del mundo, asociaciones, colectivos y administraciones locales. En definitiva, a lo largo de tres cursos hemos ido uniendo a personas en una gran red colaborativa medioambiental, de carácter internacional, llevando el compromiso por el planeta mucho más allá de las paredes del aula.

Diseñamos una serie de capítulos en vídeo, como si fuera una serie de Netflix, en la que el alumnado debía resolver problemas colaborativamente junto a matemáticos y matemáticas reconocidos. Con cada tres problemas resueltos, los estudiantes podían acceder a un vídeo de la Dra. Rubini que ofrecía un consejo para evitar el futuro apocalíptico

¿Qué recursos y herramientas utilizaste durante el proceso de desarrollo?

–Los recursos siempre hemos intentado que sean sostenibles, usando herramientas ya existentes en los propios centros educativos y, especialmente, aquellas que favorecieran el trabajo en red de forma telemática, como por ejemplo, Google Meet para las videoconferencias formativas o de coordinación. El blog de nuestro proyecto Yo Quiero Aprobar Mates y su respectivo canal de YouTube ayudaron a organizar el material de los capítulos y difundir en las redes los retos.

¿Cómo utilizaste la rúbrica del Premio Espiral para guiar el desarrollo de tu proyecto?

–La rúbrica es muy práctica. En otras ocasiones hemos presentado proyectos a concursos educativos en el que las bases no están muy claras. La posibilidad de contar una rúbrica que dice expresamente qué aspectos tiene más valor, nos ayudó a redactar el proyecto de forma ordenada y clara, haciendo hincapié en los aspectos que se valoraban.

¿Hubo algún aspecto de la rúbrica que te resultara particularmente desafiante o motivador?

–Lo más que nos gustó es que el Premio Espiral valora especialmente el protagonismo del alumnado durante todo el proceso de aprendizaje, con lo que nos sentimos realmente identificados y creimos que era para nosotros. A veces se encuentran en las redes proyectos de innovación realmente muy trabajados por el docente, pero en los que no queda tan claro que papel ha tenido el estudiante en su desarrollo, incluso desde su creación. Creemos desde un principio que Proyecto Dubini encajaba realmente en lo que el Premio Espiral estaba buscando y, al mismo tiempo, nos sentíamos orgullosos de que así fuera.

¿En qué consiste exactamente tu proyecto ganador? Describe sus objetivos y metodologías.

–Proyecto Dubini es una iniciativa de Aprendizaje–Servicio medioambiental apoyada en un formato de Escape Room audiovisual, que utiliza el trabajo colaborativo para resolver problemas de matemáticas, con el fin de afrontar retos climáticos que contribuyan a cuidar el planeta. No tendría sentido realizar estos gestos medioambientales de forma individual, sino con un sentido colectivo, uniendo a estudiantes, docentes, científicos, voluntarios y políticos de diferentes partes del mundo en lograr alcanzarlos, formando una gran red colaborativo entre todos. En esta tarea, hemos querido que cada año el proyecto ofrezca al alumnado ejemplos de mujeres científicas comprometidas con el medio ambiente como referencia para lograrlo.

No tendría sentido realizar estos gestos medioambientales de forma individual, sino con un sentido colectivo, uniendo a estudiantes, docentes, científicos, voluntarios y políticos de diferentes partes del mundo en lograr alcanzarlos, formando una gran red colaborativo entre todos

¿De qué manera tu proyecto pone en el centro al alumno y cómo promueve su participación activa?

–Quizás esta pregunta se responde mejor por el final. Llevamos tres años haciendo retos climáticos, en los que han participado ya casi 1000 estudiantes de centros educativos de cuatro continentes: España, Italia, Chile, Túnez, Senegal e India. Este verano, muchos de estos estudiantes han querido dar un paso aún mayor y organizarse internamente para crear la Asociación Juvenil Proyecto Dubini, con la idea de seguir unidos realizando acciones más allá del tiempo y el espacio escolar, con el apoyo y colaboración de docentes y científicas. La asociación ha comenzado a andar este verano con la participación de estudiantes de tres centros de España e Italia, inicialmente, pero con la incorporación estudiantes universitarios que ya han dejado atrás nuestros Institutos y quieren seguir colaborando juntos por el cuidado del planeta. Creo que esto habla en gran medida del impacto que ha tenido el protagonismo del alumnado y la participación activia en el proyecto.

¿Qué cambios observaste en tus alumnos durante y después de la implementación del proyecto?

–El primer día que presentamos el proyecto al alumnado hablamos con mucho entusiasmo de cambiar el mundo. Una chica preguntó: “Profe, ¿cómo vamos a cambiar el mundo si solo somos una clase de 4º de la ESO? Nosotros solos no podemos hacer nada.” Con esa pregunta descubrimos la necesidad de conectar con jóvenes de otros lugares de Tenerife y del mundo y darnos el camino cuenta de que el camino para mitigar los efectos del cambio climático es una labor colaborativa. Ese primer día hicimos una encuesta con preguntas sencillas sobre el cambio climático y la manera de comprometerse cada uno con ellas. Al finalizar el primer año, hicimos la misma encuesta al mismo alumnado al final de curso para un estudio estadístico bidimensional y comprobamos, científicamente, que habían cambiado su manera de pensar y de actuar.

Por otro lado, se ha ido produciendo a lo largo de estos años un efecto de contagio positivo entre los propios estudiantes. Algunos, aunque ya no les damos clases, te buscan por los pasillos para saber cuál será el próximo reto a realizar y cómo hacer para colaborar. Como dice la propia Alexandra Dubini, hemos pasado del Proyecto Dubini a un auténtico Movimiento Dubini.

¿Cómo crees que tu proyecto ha influido en el desarrollo personal y académico de tus alumnos?

–Quizás esta pregunta habría que hacérsela a los estudiantes que han participado. Nosotros hemos visto el cambio dentro y fuera del aula. Dentro, sobre todo, a nivel motivacional hacia los aprendizajes. Fuera, a nivel de compromiso medioambiental. Un ejemplo: en vacaciones de Semana Santa nos llega un mensaje al email con una fotografía con varias alumnas que, por su cuenta, deciden pasar el día en el entorno natural de la Mesa Mota (La Laguna, Tenerife) para limpiar la basura que encontraban. Un día de sus vacaciones…

Una chica preguntó: “Profe, ¿cómo vamos a cambiar el mundo si solo somos una clase de 4º de la ESO? Nosotros solos no podemos hacer nada.” Con esa pregunta descubrimos la necesidad de conectar con jóvenes de otros lugares de Tenerife y del mundo y darnos el camino cuenta de que el camino para mitigar los efectos del cambio climático es una labor colaborativa

¿Cómo viviste la experiencia de participar en la gala de entrega del Premio Espiral?

–La vivimos con mucho entusiasmo, pero al mismo tiempo muy nerviosos porque habia proyectos muy interesantes presentados al Premio y, la verdad, no pensábamos que la Peonza de Oro iba a ser para nosotros. Para nosotros, el premio era haber asistido al evento desde Canarias ya estar allí, en Madrid, siendo reconocidos por el trabajo de nuestro alumnado. Sin embargo, cabe añadir, que la distancia es un hándicap, ya que hubiera sido mucho más bonito participar con una representación de los mismos en la gala.

¿Qué emociones y recuerdos te llevas de ese día?

–Fue muy emocionante recibir la Peonza de Oro. No teníamos previsto ningún discurso ni nada similar, por lo que al subir al escenario a buscarla, dijimos lo que nos salió del corazón y nos acordamos, sobre todo, de nuestros alumnos. También fue muy gratificante conocer al resto de participantes y sus experiencias, así como al jurado y a los miembros de la organización, que hacen un trabajo excepcional.

¿De qué manera ha impactado este reconocimiento en tu práctica educativa diaria?

–Un premio te anima a seguir trabajando con más ilusión. También, a llevar mejor las dificultades del día a día y a no decaer en las horas de trabajo que conlleva detrás. Pero sobre todo, lo más reconfortante es celebrarlo con los protagonistas, el alumnado, sacarnos una foto juntos con el premio y ponerla en la clase. Muchos querían sacarse selfies con la Peonza para tener el mejor recuerdo.

¿Has tenido la oportunidad de compartir tu proyecto con otros docentes o instituciones? ¿Cómo ha sido esa experiencia?

–Muchos docentes han querido conocer el proyecto y lo hemos presentado donde nos han llamado con el máximo cariño y animando a la participación. La gran mayoría nos felicitan por el trabajo, incluso algunos han querido unirse a retos puntuales. Hemos contado con el apoyo de muchas asociaciones y colectivos, sobre todo locales, así como de nuestro Ayuntamiento, aunque por destacar algo especial, a una videollamada de clausura del curso incluso se nos unió la alcaldesa de un pueblo de Italia. Todo ha sido sumar.

¿Qué importancia tiene la innovación educativa para ti y cómo la aplicas en tu trabajo diario?

–Creemos que la innovación educativa no debe ser el centro de nuestro trabajo diario. El centro es el estudiante que tenemos delante, con sus características, con sus virtudes y sus dificultades. Lo importante es seguir preparándonos y formándonos como docentes para tener herramientas variadas que nos permitan dar la mejor respuesta posible a esas personas concretas y diferentes que tenemos delante cada día en el aula y a la que queremos ayudar en su crecimiento personal y académico.

¿Tienes planes de desarrollar nuevos proyectos en el futuro? Si es así, ¿puedes adelantarnos algo sobre ellos?

–Estamos dando siempre vueltas a la cabeza a ideas nuevas, pero todo depende siempre de las personas que llegan a tu clase en septiembre, de sus cualidades, de sus necesidades y de su realidad. ¿De qué sirve diseñar el mejor de los proyectos si no se adapta a la realidad? Este año, por ejemplo, nos apoyamos en la creación de avatares con imágenes usando inteligencia artificial para estudiar las horas de sueño del alumnado, sus efectos y crear propuestas de mejora, porque surgió la necesidad de problemas para conciliar el sueño en muchos de ellos. A los dos meses llegaron cuatro estudiantes africanos que casi no hablaban español… Y, entonces, todo cambia en función de la realidad de tu aula.

Creemos que la innovación educativa no debe ser el centro de nuestro trabajo diario. El centro es el estudiante que tenemos delante, con sus características, con sus virtudes y sus dificultades

¿Qué consejo le darías a otros docentes que desean participar en el Premio  Espiral Internacional?

–Hay que animarse a participar en este tipo de concursos y visibilizar lo que hacemos en el aula. Para nosotros fue una inspiración ver otros proyectos premiados para pensar nuevas ideas y enriquecer tus clases. Es verdad que presentarse siempre conlleva un tiempo de hacer el vídeo o redactar la memoria, pero también ayuda a sintetizar las ideas, ordenarlas y mejorarlas de cara al futuro. Además, creemos que el Premio Espiral tiene un valor añadido y es que apuesta por la innovación, pero pone mucho el centro en el protagonismo del alumnado.

¿Qué crees que es lo más importante para desarrollar un proyecto educativo innovador y exitoso?

–Dar respuesta a la necesidad del estudiante y del grupo – clase que tienes. Lograr que ese alumno o esa alumna alcance sus objetivos, supere sus dificultades, contribuya a la sociedad y crezca como persona de una forma integral es el éxito.Todo lo que no sea poner el foco en esto al desarrollar un proyecto educativo son meros fuegos artificiales.

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