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El sacrificio en Edith Stein y San Lorenzo, en relación al contexto actual

Llucià Pou Sabaté
Teólogo
14 de agosto de 2024
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El tema del sacrificio, especialmente en el contexto de figuras históricas y religiosas como Edith Stein y San Lorenzo, plantea preguntas profundas sobre el valor de la vida, el sentido del sufrimiento, y el propósito del sacrificio. En la cultura contemporánea, donde la satisfacción personal, la comodidad y la inmediatez son a menudo exaltadas, el concepto de sacrificio puede parecer anticuado o incomprensible. Sin embargo, es precisamente en este contexto que podemos encontrar una relevancia renovada y urgente en la idea del sacrificio como un acto de amor y entrega total.

Edith Stein, filósofa y carmelita descalza, es un ejemplo de cómo el sacrificio puede ser entendido como un acto de amor y de unión con el sufrimiento redentor de Cristo. En su obra La Ciencia de la Cruz, siguiendo a San Juan de la Cruz, Stein reflexiona sobre el misterio del sufrimiento y la cruz, no como una realidad que deba evitarse, sino como un camino hacia la plenitud espiritual y la unión con Dios. Su aceptación de su propio destino, que culminó en su muerte en Auschwitz, es vista no como una derrota, sino como un testimonio de la victoria del amor sobre el odio.

San Lorenzo, por otro lado, es celebrado por su martirio, por haber dado su vida de manera literal en defensa de su fe y de los pobres. En un mundo donde el relativismo moral prevalece y donde las convicciones pueden parecer flexibles, el ejemplo de Lorenzo nos recuerda que hay valores que trascienden la vida misma y que la entrega, incluso hasta la muerte, puede ser una expresión suprema de amor y coherencia con la verdad.

La metáfora del grano de trigo que muere para dar fruto, como enseñó Jesús, es central para comprender el valor del sacrificio en la vida cristiana. En la cultura actual, que muchas veces valora más la autoconservación y el éxito personal, este mensaje puede parecer difícil de aceptar. Sin embargo, la idea de que la verdadera fecundidad y el verdadero amor se alcanzan en la entrega total de uno mismo es un desafío a reconsiderar nuestras prioridades y a valorar más profundamente las acciones que, aunque costosas, tienen el potencial de transformar vidas.

En términos de moral y ética, el sacrificio nos invita a ir más allá de la moralidad relativa que acomoda las normas a nuestras conveniencias. Nos recuerda que hay principios inmutables, como el amor al prójimo y la defensa de la verdad, que deben guiar nuestras acciones incluso cuando van en contra de nuestras preferencias o nuestra seguridad.

La vida cristiana, entonces, no se trata simplemente de seguir normas, sino de vivir en coherencia con el amor de Dios, un amor que se entrega y que está dispuesto a sacrificarse por el bien de los demás. Esto es lo que Edith Stein, San Lorenzo, y tantos otros mártires nos enseñan: que el verdadero valor de la vida se encuentra en su entrega, y que en esa entrega, aunque cueste, se encuentra la vida eterna. En un mundo que a menudo teme al sacrificio, estas vidas nos invitan a redescubrir el poder transformador de un amor que no se guarda nada, que lo da todo, y que, al hacerlo, encuentra la plenitud y la verdadera vida.

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