¿Comienzo de curso?
Es indudable que el comienzo de curso deja sentir su huella en la vida cotidiana de ciudades y pueblos. © ADOBE STOCK
Todos los meses de septiembre, como un ritual establecido, se produce el cierre del verano y la finalización de las deseadas vacaciones que la acompañan, todo ello coincidiendo con la vuelta a los centros educativos de la población escolar y del profesorado. En muchos casos suponía, y supone, el comienzo del auténtico año natural para las familias. La normalidad se instaura en los hogares, retomando la rutina de incorporarse a los hábitos y costumbres instauradas.
Representaba todo un acontecimiento que tenía importante eco en los medios de comunicación. Esencialmente era el coste económico que la vuelta a las aulas originaba lo que acaparaba los titulares de prensa, la denominada “cuesta de septiembre”. Igualmente, constituía una ocasión excelente para poner de manifiesto las deficiencias que, supuestamente, ponían en peligro ese inicio de curso; acompañándose de otra serie de reivindicaciones de los docentes que, en muchos casos, estaban descontextualizadas de ese momento pero que propiciaban su difusión. La posibilidad de que el alumnado no se incorporase aulas en las fechas establecidas era motivo de alarma, por las consecuencias no previstas que generaba en la conciliación de la vida familiar.
Por otro lado, el primer día de clase, en las distintas etapas educativas, proporcionaba un cúmulo de cifras sobre el número de alumnos y alumnas escolarizados, el profesorado necesario para atenderlo, las obras de ampliación y mejora realizadas, los nuevos centros construidos, las unidades puestas en funcionamiento en los centros de titularidad pública; resumiéndose en el coste económico de todo ello,… Representaba un magnífico escaparate para que los gestores políticos pudiesen neutralizar todas aquellas críticas de carácter más cualitativo.
¿Qué ha quedado de todo ello?
Es indudable que el comienzo de curso deja sentir su huella en la vida cotidiana de ciudades y pueblos. Esa “avalancha”, cada vez menor, del alumnado a los centros educativos modifica los ritmos y tiempos que se habían instaurado en la época estival. El incremento del tráfico en determinadas horas del día es el reflejo más palpable de lo mencionado y que sigue conservándose con el transcurso del tiempo. Nos obstante, son muchos los aspectos y cuestiones que han cambiado y que resultan difíciles de encontrar en comparación con el pasado.
La cuesta económica de septiembre ya se ha transformado en una pequeña rampa, gracias a los sistemas de gratuidad de los materiales curriculares ofertados por los gobiernos autonómicos. Los datos, por otro lado, no parecen importar en demasía, han perdido su interés colectivo. Son anecdóticos lo casos en los que ocupan un mínimo espacio las noticias referidas a los gastos que genera poner de nuevo en marcha la maquinaria escolar. Las incidencias que pudieran darse para comenzar con normalidad las clases tampoco preocupan.
Sin embargo, se ha producido un cambio relevante en el marco normativo que regula el diseño curricular, así como los planteamientos didácticos que deben inspirar los procesos de enseñanza/aprendizaje. Cambios que encierran unas significativas novedades y que no deberían pasar inadvertidas para los distintos integrantes de la comunidad educativa. Algo tan sensible como la nueva manera de evaluar al alumnado, con su indudable repercusión social, viene pasando desapercibido. El enfoque competencial implica una forma diferente de planificar el aprendizaje del alumnado y, en consecuencia, de comprobar si se está produciendo o no su progreso curricular. El enfoque interdisciplinar, como posibilitador de un auténtico aprendizaje competencial, supera la repetición memorística, así como el encasillamiento de cada una de las materias que integran el programa escolar en cualquiera de sus etapas. Es difícil entender que no se haya generado una cierta inquietud, de cualquier signo, hacia el nuevo modelo o la necesidad de una reflexión compartida o de una información esclarecedora. Quizás, simplemente, aún está pendiente transformar en realidad los propósitos del nuevo marco normativo.
Se mantiene, por tanto, la rutina imperante. Todo ello nos lleva a pensar el escaso interés que despierta la educación en estos momentos, refiriéndonos a sus aspectos más concretos y siempre teniendo como referente su mejora. Ni tan siquiera se detectan polémicas de índole político, entendidas como enfrentamientos innecesarios y pocos productivos en el ánimo de alcanzar un sistema educativo de excelencia.
Que la educación no sea noticia es una noticia preocupante.
Por cierto, al parecer ya comenzó el curso académico 2024-25.