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El malestar profesional de los docentes catalanes

Antonio JimenoLunes, 28 de octubre de 2024
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Este mes de octubre de 2024, el sindicato de maestros y profesores más importante de Cataluña ha presentado un informe sobre el malestar profesional existente en el seno de los docentes catalanes, titulado: El malestar docente en Cataluña. Lo han hecho enviando un cuestionario de 81 preguntas a unos 90.000 docentes de Cataluña, el pasado mes de mayo de 2024, y estudiando las respuestas de más de 10.000 docentes. El resultado más importante y significativo es que más de un tercio de ellos (el 36%) dejarían su profesión si pudieran, que hay muchos que ya lo han hecho y que actualmente no hay suficientes aspirantes para sustituirlos. Dicho de otro modo, el actual sistema educativo ya ha destruido la profesión docente. Esta situación podría entenderse, por ejemplo, en el colectivo de policías que deben trabajar en una situación de alto riesgo o en los sanitarios que deben atender a enfermos incurables, pero no en las personas que se dedican a una tarea tan bonita como es enseñar a niños y a adolescentes.

En el Sindicato AMES ya dijimos, en los años noventa, que esto ocurriría cuando vimos en qué consistía el modelo educativo establecido por la LOGSE (1990), que es el mismo que ahora tenemos con unos pequeños cambios. Otros sindicatos no lo dijeron, porque priorizaron mejorar sus resultados electorales no criticándolo. Podríamos llamarlos los “sindicatos del sin esfuerzo”, ni para el profesorado para conseguir ser funcionario, ni para el alumnado para conseguir promocionar a la siguiente etapa, aunque no esté suficientemente preparado para aprovecharla. Este aparente modelo de éxito, así llamado porque aprueba casi todo el mundo y sin esfuerzo alguno, fracasa constantemente en cuanto nuestros alumnos participan en las pruebas internacionales (PIRLS, PISA, etc.) y en cuanto se constata el descontento profesional del profesorado y la falta de personas que hoy quieran dedicarse a esta profesión.

Puede parecer que realizar una encuesta sobre la percepción que los docentes tienen sobre su profesión es una buena acción por parte de este sindicato, una contribución a conocer la realidad de los docentes para intentar mejorarla, pero, lamentablemente, al ver las sus propuestas de mejora se ve claramente que no lo han hecho para arreglar ningún problema, sino para reivindicar aspectos que pueden proporcionarles muchos votos en las próximas elecciones sindicales. Por ejemplo, dicen que la situación se arreglaría con menos horas de trabajo, más sueldo, menos alumnos por clase, unas direcciones con menos competencias sobre el profesorado, menos controles académicos sobre lo aprendido por los alumnos, etc. Lo dicen como si simplemente consiguiendo todo esto, ya se arreglaría la enseñanza. Con estos planteamientos, este sindicato y otros similares se han convertido en el principal problema para cualquier gobierno que realmente se proponga mejorar la enseñanza.

La realidad es que lo que más está perjudicando a los maestros y a los profesores es ver que por mucho que ellos se esfuercen en enseñar, no consiguen que sus alumnos aprendan todo lo que deberían aprender. Esto es lo que les provoca frustración y decepción. Una situación psicológica que en muchas ocasiones se somatiza y que les origina depresión, ganas de cambiar de trabajo y enfermedades físicas como dolores articulares, cansancio, trastornos de la voz, etc.

La causa de su ineficacia docente procede de que se les ha privado de las dos herramientas básicas que precisan. Estas herramientas son: saber lo que es necesario enseñar en cada asignatura, que actualmente no está claro, y que sus calificaciones sean respetadas. Cualquier persona que lea los Decretos sobre los currículos educativos, podrá comprobar que es imposible entender con suficiente claridad lo que se debe enseñar en cada asignatura. Por otro lado, existen grandes presiones por parte de la Administración para que el profesorado apruebe prácticamente a todo el alumnado, aunque no haya alcanzado los mínimos establecidos. Esto ha hecho que el alumnado sepa desde el principio de curso, que no es necesario esforzarse por pasar al curso siguiente. En estas circunstancias es imposible que el profesorado consiga que el alumno se esfuerce en aprender. Evidentemente, la Administración educativa siempre negará que existan estas presiones, pero basta con mirar el porcentaje de aprobados, para constatar que la Administración no dice la verdad. Por ejemplo, el porcentaje de alumnos que aprueban el sexto de Primaria y pasan a 1º de ESO en Cataluña es el 99,7% (Educabase 2023), y el que aprueba la ESO es del 97,3% (El Periódico, 2023) ¿Es esto creíble? Pues no.

La otra herramienta indispensable que se le ha quitado al profesorado es su autoridad para aplicar, con inmediatez, una medida correctora frente a un mal comportamiento de un alumno. En muchos centros sólo está permitido derivarlo al jefe de estudios que es el único que puede hacerlo, o es necesario solicitar una mediación llevada por una comisión de alumnos cuando estos se puedan reunir, o hay que contar primero con la aceptación de los padres, etc. Esto comporta que el profesorado, en la práctica y para sobrevivir, opta por no ver ni escuchar nada de lo que ocurre si no sucede en su aula. Esto significa renunciar a su obligación de educar y ello también le provoca frustración y decepción.

Para conseguir que la profesión docente vuelva a recuperar todo el atractivo que antes del modelo LOGSE/LOE/LOMLOE tenía, es necesario establecer una evaluación externa con valor académico, es decir que sea necesario superarla para pasar a la siguiente etapa, al final de la Primaria y al final de la ESO. Esto obligaría a la administración educativa a concretar de verdad lo que hay que aprender y que, por tanto, los docentes recuperaran su profesión que es la de enseñar estos contenidos y habilidades. Además, recuperarían también el respeto de los alumnos y de los padres, al ver sus capacidades para enseñar una determinada materia y para educar en la adquisición de hábitos de trabajo, superación de dificultades, capacidad de esfuerzo, buen comportamiento, etc. Así es como los actuales docentes desencantados recuperarían de verdad su ilusión profesional, lo que no se conseguiría simplemente trabajando menos y cobrando más, como proponen bastantes sindicatos.

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