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El profesorado de los territorios ocupados por Rusia, obligado con amenazas y violencia a impartir el plan de estudios ruso

El profesorado ucraniano de los territorios ocupados por Rusia se ha visto ante la angustiosa disyuntiva de huir o verse obligado a impartir un plan de estudios que pretende adoctrinar al alumnado con propaganda estatal rusa, ha declarado Amnistía Internacional la víspera del Día Mundial de los Docentes.
RedacciónViernes, 4 de octubre de 2024
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Profesores entrevistados por Amnistía Internacional denunciaron que las autoridades de ocupación rusas los buscaban activamente, llevadas por la urgencia de reabrir las escuelas y que tuvieran el mismo personal docente. © AMNESTY INTERNATIONAL

Insistiendo en volver a abrir las escuelas en los territorios ocupados de Ucrania como parte de sus esfuerzos por consolidar su control, las autoridades rusas han buscado la total cooperación de los docentes ucranianos que quedaban en esas zonas, sometiéndolos a chantaje emocional, graves amenazas, registros domiciliarios y, cuando nada de eso ha funcionado, violencia física.

“Profesores y profesoras ucranianos de los territorios ocupados por Rusia han sido sometidos a amenazas y abusos para obligarlos a trabajar contra su voluntad, Y se enfrentan a una difícil elección: huir dejándolo todo o entrar a formar parte de un sistema educativo que trata de adoctrinar al alumnado, entre otras cosas justificando la guerra de agresión de Rusia”, ha afirmado Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional.

“Permanecer en los territorios ocupados y negarse a formar parte del sistema educativo no es una opción: secuestros, amenazas y abusos psicológicos y físicos aguardan al personal docente proucraniano que se niega a mostrar lealtad y cooperar. Es fundamental que estas graves violaciones de derechos humanos sean plenamente documentadas e investigadas por las autoridades nacionales competentes y por organismos y expertos internacionales, y que los responsables rindan cuentas.

Ocultar tu profesión por temor a las represalias

Profesores entrevistados por Amnistía Internacional denunciaron que las autoridades de ocupación rusas los buscaban activamente, llevadas por la urgencia de reabrir las escuelas y que tuvieran el mismo personal docente. Una forma de sustraerse a la atención de las autoridades de ocupación era ocultar su profesión.

Svitlana, de 38 años, profesora de lengua y literatura ucraniana de la región de Nikolaiev, afirmó: “Me aterraba que [los soldados ucranianos] descubrieran que soy profesora. Y más aún con la asignatura que imparto. Los profesores y profesoras de ucraniano y de historia de Ucrania eran sus mayores enemigos. Les dije a mis hijos que, si alguien les preguntaba, debían decir que trabajaba limpiando la escuela.”

Un caso parecido es el de Olha, de 40 años, profesora de historia de la región de Járkov, quien relató el terror que sintió cuando los soldados rusos registraron su casa: “Los rusos vinieron a registrar mi apartamento. Me aterrorizaba que descubrieran los libros de texto de Historia, los mapas y toda la literatura sobre historia de Ucrania que tenía escondidos. […] Había visto a los soldados rusos saquear la escuela. Allí lo primero que hicieron fue quemar todos los libros ucranianos, los símbolos del Estado y los mapas”, recuerda, describiendo su temor de que sus colegas que se habían incorporado a la escuela cuando ésta volvió a abrir hubieran dado informes sobre ella.

Obligados a cooperar

Tras la invasión de Ucrania y la total interrupción de la vida de la población civil que le siguió, las autoridades rusas de ocupación estaban decididas a reabrir las escuelas en septiembre de 2022 en todas las regiones recién ocupadas. En mayo de 2022, comenzaron a convocar a reuniones al personal docente que quedaba en las zonas ocupadas, y a presionarlo para que volviera al trabajo.

Oksana, jefa de estudios de la región de Jersón, contó a Amnistía Internacional su experiencia en una de estas reuniones: “Estuvieron tres horas tratando de convencerme. No me amenazaron, pero me presionaron psicológicamente. Me dijeron que la región de Jersón era definitivamente rusa, y que Ucrania había dejado de luchar por nosotros. Me prometieron un buen sueldo y me advirtieron que antes o después tendría que acceder a trabajar para ellos, porque no sobreviviría sin ingresos. También hubo chantaje emocional. Me dijeron que si me negaba a trabajar estaría traicionando a mis hijos.”

A quienes se negaron a cooperar se les dijo que dimitieran, pero esto no terminó con la coacción: representantes del sistema administrativo implantado por Rusia los visitaban sin previo aviso —a veces varias veces a la semana— y los amenazaban con que nunca volverían a tener empleo, se les negaría el apoyo social y la asistencia médica y serían incluidos en las llamadas “listas negras” de personas a las que no se permitía salir de los territorios ocupados.

Tetiana, de 56 años, profesora de la región de Zaporiyia, contó a Amnistía Internacional que, poco después de negarse a volver a su puesto de trabajo, una de sus antiguas compañeras la abordó: “Me dijo que yo no había entendido las consecuencias de mi negativa, que me enviarían a cavar trincheras en el frente y me meterían en la ‘lista negra’ y perdería mi casa. Supe que por el pueblo se rumoreaba que había traicionado a mis alumnos. Hubo quien me aconsejó que no saliera de casa bajo ningún concepto, pues podría tener problemas.”

Tetiana huyó a la zona controlada por el gobierno ucraniano. Ese mismo día, soldados rusos asaltaron su casa e interrogaron a su esposo sobre su paradero.

Amenazas, palizas, chantaje y secuestros

Cuando ni las promesas de aumento de sueldo y ascenso, ni el chantaje emocional y las amenazas conseguían obligar al docente a cooperar, las fuerzas de ocupación recurrían a la violencia física y al secuestro.

Oleksandr, de 44 años, jefe de estudios y profesor de geografía en la región de Zaporiyia, contó su estremecedora experiencia cuando unos hombres armados lo secuestraron y lo golpearon por negarse a volver a su puesto de trabajo. “Poco después de negarme a cooperar, vinieron a mi casa cuatro hombres armados. Dos de ellos me agarraron y me llevaron a un automóvil. Me golpearon con sus rifles. Otros dos se quedaron en casa con mi esposa. Me llevaron al patio trasero de una escuela y allí me volvieron a pegar. Me llamaron ‘fascista’ y ‘nazi’. Me exigieron que acudiera a un acto en la escuela y […] que ‘apoyara’ su funcionamiento, posando en fotos con los símbolos del Estado ruso. Su intención era utilizar después esas fotos [como chantaje], para probar mi cooperación y mi apoyo a la ocupación. Me amenazaron con que esas fotos bastarían para que las autoridades ucranianas constataran mi apoyo a la ocupación y me encarcelaran.” La mañana en que se celebraba el acto, Oleksandr recibió “una llamada de recordatorio” de uno de sus secuestradores. No tuvo más remedio que asistir.

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