«Quienes no desarrollen el pensamiento computacional van a ser analfabetos»
María Teresa Cornejo se levanta cada mañana con una misión: potenciar la educación digital y tecnológica de sus alumnos. Profesora de innovación pedagógica en el colegio República de Venezuela de Arequipa (Perú), recuerda perfectamente lo que la motivó a empezar a formarse en nuevas tecnologías: «Vi a un niño en un seminario web que había creado una aplicación digital para ayudar a personas ciegas. Me impresionó tanto que pensé: “¿Y por qué los estudiantes de mi escuela no pueden hacerlo?”».
Cornejo es docente de ProFuturo, programa impulsado por la Fundación Telefónica y la Fundación ”la Caixa” que busca reducir la brecha educativa en el mundo proporcionando una educación digital de calidad a los niños y niñas que viven en entornos vulnerables e implementando proyectos de innovación educativa a través de la tecnología. Desde sus inicios en 2016, ProFuturo ha formado a miles de docentes y a millones de estudiantes, y actualmente está presente en 39 países de Latinoamérica, El Caribe, África y Asia. Solo en 2023 se formó a 342.000 docentes, que a su vez fortalecieron las competencias digitales de 1,2 millones de niños y niñas de más de 5.000 escuelas.
Solo en 2023 ProFuturo formó a 342.000 docentes, que a su vez fortalecieron las competencias digitales de 1,2 millones de niños y niñas de más de 5.000 escuelas
Esta plataforma proporcionó a Cornejo las bases para entender los conceptos fundamentales de la educación digital y la impulsó a seguir investigando. «Me hizo comprender que, más que enseñar a los estudiantes robótica, electrónica o inteligencia artificial, hay que desarrollar su pensamiento computacional como una habilidad indispensable en el ámbito educativo, pero también como personas», comenta.
Hija de una familia de docentes, Cornejo creció compartiendo la pasión de sus padres por la educación, con una sensibilidad especial por los niños y niñas en situación vulnerable. «Cuando llegué a mi escuela, la sala de computadoras no se usaba, estaba cerrada. Lo único que hacíamos era ver vídeos con los proyectores y había cierto temor e inseguridad al utilizar los equipos para no dañarlos. Mi escuela se encuentra en el centro de la ciudad, cerca del núcleo cultural, pero tenía muchas precariedades. En muchos aspectos, estaba peor que una escuela rural», cuenta. Eso fue así hasta que, tras acceder al programa ProFuturo, llegaron las primeras herramientas: software y un carrito con un portátil servidor, varias tabletas y un proyector. Lo llamaban «el aula móvil».
«Desde entonces, ProFuturo ha sido la columna vertebral de mi trabajo. Y mi escuela, a pesar de las precariedades y lo pequeñita que es, ha sido elegida escuela destacada nacional», se enorgullece. Gracias a este apoyo, Cornejo ha recibido recursos educativos digitales, además de formación nueva para el profesorado y un aprendizaje en metodologías innovadoras para aplicar a su enseñanza. Docente destacada, se mantiene en contacto con otros expertos en educación a través de reuniones en las que comparten experiencias y enriquecen su labor común.
«Tratamos de elevar el nivel de nuestros estudiantes para que puedan superar las brechas que existen entre las escuelas estatales. A partir de la tecnología, hacemos que los alumnos logren aprender las diferentes áreas educativas de una forma integral, pero también la usamos nosotros para poder capacitarnos, generar conocimiento y recursos, y ser productivos como docentes», señala.
Sobre la base de todo este aprendizaje, la educadora ha desarrollado una propuesta que persigue la transformación digital de la escuela primaria, algo que ha aplicado al centro donde trabaja, formado por 12 aulas con 6 grados de primaria que acogen a unos 250 estudiantes. «Mi propuesta tiene por objetivo el desarrollo del pensamiento computacional, crítico y creativo a través de las actividades que realizamos. Si tradicionalmente y aún hoy la comprensión lectora y el pensamiento lógico determinan el éxito de una persona, quienes no desarrollen en la actualidad su pensamiento computacional van a ser analfabetos porque no van a entender cómo funcionan estas tecnologías. Queremos que los alumnos lleguen a ser productores y no solo consumidores».
Cornejo es optimista. «Los riesgos son bastantes, pero deseo preparar a los estudiantes para que puedan responder a los desafíos que les presente el futuro y resolver situaciones problemáticas que aún no se han dado. No sabemos qué profesiones nuevas emergerán en adelante, pero estamos viendo que algunas ya van quedando obsoletas mientras se abren paso otras actividades relacionadas con la tecnología», sostiene.
Otro aspecto importante, tanto para ProFuturo como para la docente, es trabajar en la igualdad de género, un factor discriminatorio todavía muy presente que Cornejo ha experimentado en su propia piel en ciertos momentos de su vida. «En general, quienes toman las decisiones son varones. A mí, personalmente, en un principio me costó mucho. Tuve que prepararme muchísimo y luego establecer un proyecto que me permitiera, con visión de futuro, trazar a dónde quería llegar. Con ese empoderamiento y grandes dosis de asertividad, he logrado implementar mis proyectos, pero aún siento que las mujeres, cuando tenemos que dar una charla, por ejemplo, lo hacemos más como apoyo y se nos ponen trabas para tener la palabra y ejercer una influencia directa».
Cornejo aboga por promover la formación del talento femenino. «La tecnología está definiendo el futuro de la sociedad y es indispensable que las niñas puedan desarrollar habilidades, vocaciones y estímulos que les permitan optar por carreras de ciencias. Así podrán sentarse en la mesa de la tecnología y dialogar sobre el futuro de la humanidad», defiende. «En un mundo con tanta violencia, donde el ser humano parece tener cada vez menos humanidad, el hecho de formarnos en una adecuada cultura digital determinará que podamos garantizar una sociedad mejor, justa y equitativa para todos».
En medio de todo esto, comenta: «ProFuturo es realmente como un andamio para todo lo que hacemos». Gracias al apoyo recibido se siente totalmente empoderada. «Por ejemplo, cuando vieron la propuesta que estaba llevando a cabo, nos dieron ocho tarjetas Microbit para que los estudiantes pudieran descargar los programas que habían creado en una plataforma, instalarlos de manera física y comprobar cómo funcionaban. Ahora pueden ver que lo que crean se concreta en algo real».
Su propuesta de transformación digital en las aulas ya fue puesta a prueba en su escuela durante el curso anterior y obtuvo resultados positivos. «He podido observar que mis alumnos tienen ahora altos niveles de abstracción y gran capacidad de resolución de problemas de manera sistematizada, y han podido desarrollar el trabajo colaborativo, su pensamiento creativo, su autonomía y la idea de ciudadanía digital», enumera. «Son conscientes de que la inteligencia artificial, por ejemplo, puede hacer mucho daño, pero si está en las manos de un ser humano que piensa en los demás y que quiere lograr que la sociedad y el mundo sean un lugar mejor, ese riesgo disminuye».
Cornejo, que ha usado su escuela como laboratorio y que, en esta nueva etapa del proyecto, ha introducido el entrenamiento de modelos de inteligencia artificial con machine learning (aprendizaje automático), no descarta aplicar su sistema a otras zonas de Perú: «Voy validando la propuesta por fases, que son como hitos en este sueño. En el futuro quiero implementarla también en otras escuelas y, si los resultados son igual de satisfactorios, a ver hasta dónde llegamos».