Sara García: “Educar con disciplina positiva a nuestro alumnado va a conseguir que su cerebro esté mucho más receptivo”
Sara García, experta en disciplina positiva, neuroeducación e inteligencia emocional y organizadora de las Jornadas Docentes.
“Cada vez más, los profesores buscan inspiración para llevar a las aulas proyectos, actividades y metodologías activas avaladas por los últimos avances en el ámbito de la neuroeducación”, afirma Sara García, experta en disciplina positiva, neuroeducación e inteligencia emocional y organizadora de las Jornadas Docentes, que este año han se han celebrado del 7 al 13 de octubre bajo el lema “Profes que Inspiran”.
Estas jornadas de carácter online ofrecen 25 horas de formación homologada en España enfocada en el bienestar emocional y gestión del aula con el fin de que los docentes descubran herramientas y estrategias que les ayuden a garantizar la participación de los alumnos en sus aulas para que aprendan de forma práctica y amena.
En Magisterio hablamos con Sara García para saber el impacto que tienen estas jornadas en el bienestar emocional de los alumnos, profundizar en el papel que tienen los docentes y saber hacia dónde se dirige la Educación.
¿Cómo surgió la idea de crear estas Jornadas Docentes?
–Llevaba ya un tiempo dándole vueltas a la idea de crear un espacio por y para los docentes en el que pudiesen encontrar esa inspiración y motivación que todos buscamos al inicio de cada curso. Quería que fuese un espacio cercano, práctico, útil y lleno de recursos para aplicar en el aula y que cada docente pudiera adaptar a su grupo, pero siempre partiendo de una misma base. En octubre de 2022, celebramos las primeras Jornadas Docentes: de profes para profes, en las que se inscribieron casi 200 personas, y ahora ya vamos por la tercera edición.
Las Jornadas incluyen talleres prácticos sobre inteligencia emocional y gestión del estrés para docentes. ¿Por qué crees que es crucial que los maestros desarrollen estas habilidades?
–Siempre suelo decir que los alumnos “nos aprenden a nosotros”, por lo que no podemos enseñarles a gestionar sus emociones si a la mínima soy yo quien me pongo a gritar. Son muchísimos los docentes desmotivados, que cambian de profesión porque sienten que no es posible sostener todo lo que se nos pide: burocracia, objetivos y contenidos curriculares, programaciones, procesos eternos de oposiciones para conseguir una estabilidad laboral que tarda demasiados años en llegar, formación continua, escasez de recursos materiales y personales… Un estudio reciente ha concluido que los profesores son los trabajadores con más horas extraordinarias no remuneradas a sus espaldas. Esto hace que sea muy difícil, además, conciliar la vida laboral y la personal, con el estrés que da esa sensación de no llegar a todo.
¿Es posible, en estas circunstancias, acompañar el desarrollo emocional de personitas que están aprendiendo a vivir, que descubren cómo funciona el mundo? Definitivamente no. Por eso, es importante tener recursos, herramientas, conocimientos e información para conocernos a nosotros mismos y a las personas que tenemos enfrente cada día. Cuando todo fluye a nivel emocional, estamos más conectados y, por ende, todo fluye también mucho mejor a nivel educativo.
Los alumnos "nos aprenden a nosotros", por lo que no podemos enseñarles a gestionar sus emociones si a la mínima soy yo quien me pongo a gritar
"¿Qué prácticas o estrategias recomendarías para que los profesores gestionen mejor estos desafíos emocionales en su día a día?
–Algo que repito muy a menudo es que “no necesitamos paciencia, necesitamos comprensión”. La paciencia depende de numerosos factores externos como si has dormido bien, llegaste pronto al cole, discutiste la noche anterior con tu pareja o vienes estresada en el coche porque has estado más de media hora en un atasco.
Conocer y comprender a la infancia, dedicar un rato todas las mañanas a conectar, equilibrar las diferentes energías que todos traemos al aula, a través de juegos de respiración, actividad física con pequeños juegos de bienvenida, mindfulness o quizás alguna pequeña meditación, hacer entradas relajadas y no empezar con el contenido curricular nada más entrar al aula e invertir (que no perder) momentos del día y de la semana en observar y escuchar las emociones va a marcar un antes y un después en el clima del aula, en cómo los alumnos reciben los aprendizajes y en cómo nosotros vivimos nuestra profesión.
Invertir momentos del día y de la semana en observar y escuchar las emociones va a marcar un antes y un después en el clima del aula
"¿Cómo lo consigues tú?
–A través de una serie de “mantras” que me devuelven al presente y me recuerdan por qué elegí esta profesión.
Algunos de los míos son estos, pero cada docente puede tener los suyos propios:
–Mi calma es su calma.
–No ha sabido hacerlo de otra forma, su cerebro está en construcción.
–Equivocarse es necesario para aprender.
–Siempre hay una necesidad detrás de todo lo que hace.
–No aprenden lo que les digo, me aprenden a mí.
–Solo es un niño y quiere pertenecer.
–Un niño que se porta mal es un niño que se siente mal.
–Busco soluciones, no culpables.
–¿Cómo puedo ayudarle?
A lo largo de las Jornadas, se promueve el intercambio de ideas, proyectos y actividades que han sido exitosas en otras aulas o para otros profesores. ¿Cuál destacarías?
–La disciplina positiva por su enorme impacto en las relaciones entre los propios alumnos y con los maestros. Cuando una persona se siente bien, tenida en cuenta y valorada, cuando no se siente juzgada por cada cosa que hace, por quién es o por cómo es, baja la guardia y aprende con mucha más seguridad. Aplicando la disciplina positiva los alumnos se atreven a preguntar cuando no entienden algo y a expresar su opinión aunque sea diferente a la del resto.
Todo se vuelve mucho más enriquecedor, al mismo tiempo que dejamos en el mundo y para el futuro un legado mucho más amable y empático de lo que nos encontramos en la sociedad actual.
¿Cómo influye esta disciplina positiva de la que hablas a nivel educativo?
–Es fundamental que tengamos en cuenta las emociones de nuestro alumnado y las nuestras propias para la labor educativa porque, como siempre me gusta recordar, en un aula somos muchas personas diferentes sintiendo muchas emociones a la vez. Educar con disciplina positiva, acompañando a nuestro alumnado, va a garantizar su seguridad emocional y esto va a hacer que su cerebro esté mucho más receptivo y que le sea más fácil integrar los aprendizajes.
Cuando partimos del conocimiento y de la comprensión del alumnado, de la conexión, de los buenos tratos, de la validación emocional, aseguramos el sentimiento de pertenencia de nuestros niños y niñas y eso hace que aprendan con mucha más seguridad. Como no tienen que preocuparse por su bienestar, pueden dedicarse a la exploración, el descubrimiento y el aprendizaje, que es el objetivo último de la educación.
¿Se está aplicando a día de hoy la disciplina positiva en educación?
–Actualmente, muchas veces se sigue pensando que dedicar tiempo a hablar de emociones o de los conflictos que ocurren en el aula o en el recreo es una pérdida de tiempo porque tenemos que dedicar esas horas a las materias curriculares propiamente dichas como lengua, matemáticas o inglés. Sin embargo, infravaloramos muchísimo el tremendo impacto que tiene una buena gestión y acompañamiento emocional en el cerebro de niños y niñas tan pequeños.
¿Va a prestar la misma atención un niño que se siente tranquilo y feliz que otro que viene de casa irritado por alguna situación familiar que acaba de vivir? Evidentemente no. Debemos buscar y crear momentos y espacios en los que quepan las emociones y podamos aprender a gestionarlas, decidir qué hacer con ellas, y aprender a relacionarnos mejor. Y, para ello, no hay nada como ser ejemplo.
¿Cuál es para ti el reto actual que tienen los docentes?
–Antes se daba por hecho que todos los alumnos debían aprender lo mismo, en el mismo momento y de la misma forma. Ahora se sabe que no. Cada ser humano es único y diferente, todos tenemos necesidades e intereses distintos, y es fundamental tener esto en cuenta para poder llegar a todo nuestro alumnado por igual, pero por caminos diversos. El reto ahora es educar de forma personalizada teniendo una media de 20 alumnos por aula. Parece algo imposible, pero se puede conseguir.
Sabiendo, por ejemplo, la importancia de la gestión emocional para que nuestro cerebro esté en calma y pueda acceder a funciones tan necesarias para que se produzca el aprendizaje como son la memoria y la atención, parece evidente que necesitamos reciclarnos para conseguir estas premisas y las metodologías activas que permiten adaptarnos mucho más a las necesidades individuales de cada alumno y no al revés, forman parte de la solución.
El reto ahora es educar de forma personalizada teniendo una media de 20 alumnos por aula
"¿Qué cambios crees necesarios para alcanzar esta solución?
–Creo que el rumbo que está tomando la educación y la sociedad va hacia una necesidad mucho más emocional, de contacto, de conexión y de cercanía. Por eso, es imprescindible aprender a aprender, aprender a gestionar nuestra emociones, aprender a relacionarnos con los demás de forma empática, respetuosa y asertiva, aprender a ser resilientes, a obtener un no por respuesta en un mundo en el que abunda la competitividad para no rendirnos a la primera de cambio. Para ello, necesitamos empezar por un pequeño cambio que parece insignificante, pero no lo es: hacer menos, estar más. Acompañamiento, cercanía, conexión y presencia son la base de este cambio.
¿Qué consejo le darías a los nuevos profesores que están comenzando su carrera en un contexto educativo tan complejo y desafiante como el actual?
–Que sigan formándose, que se fíen de su instinto, que se cuestionen a ellos mismos y todo lo que ven. A mí misma me pasó en mis inicios y conozco a cientos de docentes que lo reconocen cada día: cuando empiezas, lo fácil, lo normal, es dejarse llevar por lo que ves que se hace a tu alrededor, pero que el profesor de la clase de al lado lo haga o que una práctica educativa se lleve haciendo mucho tiempo no significa necesariamente que esté bien o que sea la mejor.
Que el profesor de la clase de al lado lo haga o que una práctica educativa se lleve haciendo mucho tiempo no significa necesariamente que esté bien o que sea la mejor
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