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Taxonomía de Bloom: cómo aplicarla (bien) en el aula

Las representaciones que describen esta teoría de aprendizaje como una pirámide no son correctas según la ciencia. El experto en psicología del aprendizaje Héctor Ruiz Martín explica en su libro, 'Edumitos', la clave para poner en práctica la taxonomía de Bloom de forma adecuada.
Eva R. SolerLunes, 21 de octubre de 2024
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El experto en psicología del aprendizaje Héctor Ruiz Martín asegura en su libro 'Edumitos' que, pese a que se ha convertido en una creencia generalizada, es un error entender la Taxonomía de Bloom como una pirámide que se estructura en seis niveles jerárquicos. © ADOBE STOCK

Hay una creencia generalizada que sostiene que la Taxonomía de Bloom tiene forma de pirámide y se estructura en seis niveles (recordar, comprender, aplicar, analizar y evaluar) de forma jerarquizada. Sin embargo, el experto en psicología del aprendizaje Héctor Ruiz Martín advierte que esta interpretación es errónea y en su libro Edumitos (Editorial ISTF, 2023) explica que la claves para aplicar de forma correcta esta teoría de aprendizaje reside en prestar atención, sobre todo, a los conocimientos.

Este experto reúne en la mencionada obra 44 mitos muy extendidos hoy en día sobre el aprendizaje, que son muy populares y que, sin embargo, no tienen respaldo científico. La Taxonomía de Bloom es uno de ellos y según afirma Ruiz Martín, su contenido se ha difundido tergiversado.

El director de la International Science Teaching Foundation recuerda que la taxonomía de Bloom nació en 1948 cuando un equipo de investigadores, liderado por Benjamin Bloom, se propuso estandarizar los objetivos de aprendizaje que podían ser evaluados para facilitar la colaboración y el intercambio de ítems de evaluación entre instituciones educativas. “La idea inicial consistía en detallar tres grandes categorías de objetivos de aprendizaje: el dominio cognitivo, el afectivo y el psicomotor”, explica Ruiz Martín.

La intención de los investigadores era publicar tres volúmenes que describieran cada una de estas tres categorías. Sin embargo, solo dos de ellos vieron la luz. El primero de ellos referido al dominio cognitivo se publicó en el año 1956, alcanzó un gran éxito y se hizo mundialmente conocido. El segundo, sobre el dominio afectivo, se publicó en 1964 pero no obtuvo el mismo alcance y el tercero, sobre el dominio psicomotor, no llegó ni siquiera a abordarse por parte de Bloom y su equipo.

Por tanto, como sostiene Ruiz Martín, lo que la mayoría de las personas conoce sobre la taxonomía de Bloom es solo una parte de lo que debía ser. La parte más conocida es la que clasifica los objetivos de aprendizaje en calidad de acciones cognitivas que el estudiante puede llevar a cabo con lo que ha aprendido. Pero el mismo experto advierte que “su contenido se ha difundido tergiversado, de un modo que no coincide con lo expuesto en la obra de sus autores y no puede justificarse mediante ningún criterio bien fundamentado”.

Como sostiene Ruiz Martín, lo que la mayoría de las personas conoce sobre la taxonomía de Bloom es solo una parte de lo que debía ser

Las representaciones que se han hecho populares de esta taxonomía sitúan los procesos cognitivos en una pirámide, de tal forma que se entiende que hay una estructura jerárquica que contempla un aumento de la complejidad cognitiva según se va ascendiendo por los seis niveles. Partiendo del primer peldaño que sería el conocimiento (entendido como pensamiento de orden inferior), se avanza por los siguientes (comprensión, aplicación, análisis, síntesis) hasta llegar a la evaluación que sería la cúspide de la pirámide y se identifica con el pensamiento de orden superior.

Sin embargo, el autor de Edumitos explica que “el equipo de Bloom no planteó su taxonomía de forma jerárquica, sino como una mera clasificación que ponía de manifiesto la diversidad de actividades que los estudiantes pueden llevar a cabo para revelar su aprendizaje”. Pero recalca que “en la taxonomía original no hay ninguna pirámide”.

El experto se pregunta si tiene algún sentido representarla de esta forma y para responder a esta cuestión se basa en lo que sostienen las ciencias cognitivas al respecto. Hay que tener en cuenta, dice Ruiz Martín, que la taxonomía de Bloom nació sin la opción de fundamentarse en la investigación cognitiva, pues esta ciencia floreció en décadas posteriores y esto es precisamente lo que hizo en 2001 un equipo de investigadores de psicología cognitiva liderado por Richard E. Mayer y Paul R. Pintrich.

Este equipo reemplazó los nombres de los procesos cognitivos por verbos para subrayar que se trataba de acciones (recordar, comprender, aplicar, analizar, evaluar y crear). “De esta forma, se evita el malentendido de que el conocimiento (reemplazado por la acción de recordar) fuera una categoría independiente”, dice Ruiz, y añade que, por otro lado, esta revisión corrobora que las acciones descritas por el equipo de Bloom no pueden ordenarse jerárquicamente como en una pirámide. “Como mucho, la jerarquía solo tendría dos niveles: el de las acciones que requieren la comprensión de lo aprendido y el de las que no”, apunta.

De esta forma quedaría por un lado la acción de “recordar” y por el otro, todas las demás: “Aunque recordar una información también se beneficia de la comprensión, es una tarea que puede llegar a lograrse aunque ese elemento apenas esté presente. En cambio, las demás implican dar un significado más profundo a lo aprendido. Y no tenemos ningún criterio objetivo por el cual podamos establecer una jerarquía entre ellas, pues la investigación nos muestra que la facilidad relativa para realizar unas acciones u otras no es rígida, sino que depende de las personas y del contexto en cuestión”.

La clave de la clasificación reside, por tanto, en describir aquello que podemos hacer con unos conocimientos. El problema, según Ruiz, es que lo que podemos hacer con unos conocimientos siempre depende de los conocimientos en sí: “Por eso, la taxonomía revisada incluye una nueva dimensión: los conocimientos”.

El experto apunta que la investigación en ciencias cognitivas subraya que ninguna habilidad cognitiva puede llevarse a cabo en el vacío, sin unos conocimientos que le den contenido: “Ninguna acción de las descritas en la taxonomía puede ocurrir sin referirse a un conocimiento concreto. Es más, la investigación en psicología cognitiva revela que todas nuestras habilidades cognitivas (razonamiento, análisis crítico, creatividad, etc.) son dependientes de los conocimientos. Uno solo puede ejercerlas con éxito en los ámbitos para los que posee conocimientos. Así, uno puede ser creativo o ducho en la resolución de problemas relativos a un tema (por ejemplo, en el ajedrez), pero no serlo cuando se trata de otro tema (por ejemplo, en la cocina). Por ello, la revisión de la taxonomía de Bloom tiene dos dimensiones, la de los procesos cognitivos (las acciones que podemos hacer con lo que sabemos: recordar, comprender, aplicar, analizar, evaluar y crear ) y la del tipo de conocimientos implicados en dichos procesos: factuales, conceptuales, procedimentales y metacognitivos”.

Esto permite crear una tabla en la que situar los objetivos de aprendizaje concretos. Por ejemplo: “Interpretar los efectos de la extinción de un organismo en la red trófica de un ecosistema” se situaría en el cuadrante correspondiente a “comprender” y “conocimiento conceptual”.

TAXONOMÍA BIDIMENSIONAL DE PROCESOS COGNITIVOS Y TIPOS DE CONOCIMIENTOS

Fuente: “Taxonomía de Bloom actualizada por Anderson 2001”, Héctor Ruiz Martín, Edumitos.Ideas sobre el aprendizaje sin respaldo científico (International Science Teaching Education, 2023)

Todo lo anteriormente expuesto tiene implicaciones importantes a la hora de plantear los objetivos de aprendizaje y los criterios de evaluación en cualquier materia escolar. Como sostiene el autor de Edumitos, “definir estos objetivos o criterios con base en supuestas competencias o habilidades sin especificar los conocimientos concretos que movilizan no tiene ningún sentido” y, en el mismo sentido, apunta que “la taxonomía de Bloom revisada nos ofrece una buena base sobre la que trabajar para no olvidar que, a la hora de disponer los objetivos de aprendizaje y los criterios de evaluación, cualquier habilidad irá ligada a un conocimiento, y el dominio de cualquier conocimiento irá ligado a lo que los estudiantes puedan hacer con él”.

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