Apología pedagógica
«El gran Tales de Mileto no logró entrar dos veces en el mismo río… hasta que lo contaminaron»
Desde la ventana que da al ojo de patio de la educación, que constituye un espacio similar al destinado en las viviendas y que nos permite contemplar la auténtica realidad de las personas que viven en ellas, se ha convertido en frecuente observar en los tendederos toda una amplia y colorida gama de propuestas, como las colecciones de moda expresamente diseñadas según la época del año, para afrontar los retos que en este momento tiene planteado nuestro andamiaje educativo. Y hablamos de andamiaje porque, en determinados aspectos, el sistema educativo se encuentra maltrecho.
En este escaparate de actualidad, igualmente, es habitual acudir al uso del inglés para identificar estas opciones de mejora, probablemente con el deseo de conferirles una mayor solemnidad y rigor científico. En algunos casos, se extraen términos del campo de las ciencias para llevar a cabo su traslado al campo educativo, con lo cual se logra un encomio de lo que se ofrece tras dicha propuesta innovadora de largo alcance.
Este proceder busca encontrar, a buen seguro, el amparo y consideración social que encierra todo aquello que se expresa bajo la abstracción de los algoritmos. Coincidiremos, por ejemplo, en que muy probablemente la expresión Teams Labs es un ditirambo aplicado a su sinónimo de “Grupo de Trabajo” o “Taller”. Tampoco merecen ser olvidados aquellos que optan por usar nuestra lengua de un modo más inquisitivo y prefieren aludir a la creación de laboratorios de aprendizaje radical. ¡Cuidado con los extremismos!
Lo cierto es que el bombo dado a la cuestión de los crecientes y renovados intentos de movilizar los centros educativos en búsqueda de cambios, ayudándoles a salir de su situación de inmovilismo y con la finalidad de encontrar respuestas a los cambiantes e incluso desconocidos retos, no deja de ser un tanto desmedido y por ello exagerado.
En materia educativa, no cabe la más mínima duda de que nos hallamos ante una complicada coyuntura que, aparentemente, no encontrará una respuesta desde la esfera política; entre otras cuestiones, por la ausencia manifiesta de coincidencia en su análisis.
En este sentido, los procesos de evaluación externos e internos (menos frecuentes) tienden a mostrarnos unos resultados poco esperanzadores cuando se toman como referente a otros países, independientemente de su latitud. Todo apunta a la necesidad de seguir profundizando en la búsqueda de soluciones. Soluciones que no terminan de llegar y que, por el contrario, acrecientan la diversificación en las respuestas. Todo puede tener cabida, no hay limitaciones en los planteamientos, aunque con escasas dosis de rigor en la constatación de los hechos. Ello posibilita que todo el glamour metodológico entre en escena con el acompañamiento de unos sugestivos efectos especiales proporcionados por la tecnología educativa más avanzada.
Al amparo de todo un renovado vocabulario educativo, como puedan ser las competencias clave; las situaciones de aprendizaje; las rúbricas de evaluación; los perfiles de salida o los saberes básicos, por mencionar los nuevos conceptos imperantes, se ofrecen una serie de servicios y productos cuyo destino no es otro que el desarrollo profesional del profesorado y, por ende, la mejora de nuestro sistema educativo.
En esta línea se han generado una amplia gama de iniciativas, con distintos orígenes y finalidades, que pretenden ocupar este espacio. Ocupación nada altruista y que intenta introducirse en un mercado escasamente rentabilizado; salvo la tradicional venta de materiales curriculares (véase libros de texto). En este intento de colonización mercantil, lamentablemente las ciencias que envuelven a la educación están siendo manipuladas; provocando su caída en desgracia ante el profesorado. Están siendo vistas como formuladoras, en gran número de casos, de planteamientos teóricos muy alejados de la vida de los centros, de la cotidianidad de los docentes, el alumnado y las familias, arropado por un discurso vacío de rigor y dudosa finalidad. Es bien sabido que a la sombra de las incertidumbres se genera un magnífico escenario para representar sainetes.
Nos encontramos, fácilmente, con propuestas, hipótesis, alternativas e incluso remedios, por no decir recetas, que pretender encontrar solución a los males educativos; sin el más mínimo pudor, ofreciendo respuestas universales a la extraordinaria diversidad de situaciones locales.
Para ello, el panegírico pedagógico resulta de extraordinaria utilidad. Es irrefutable que:
“La tarea educativa exige la implementación de acciones que propicien una retroalimentación permanente basada en la reflexión conjunta del profesorado, como principal agente en el diseño y la planificación de las propuestas curriculares. Este proceso de introspección compartida requiere el establecimiento de dinámicas interactivas centradas en las prácticas puestas en acción en los espacios destinados al aprendizaje. Para ello, los docentes deben tomar conciencia individual y colectiva de sus potencialidades profesionales en el logro de la excelencia formativa del alumnado. Es obvio que no son válidas las fórmulas empleadas hasta el momento; sustentadas en la incentivación económica a través de una cualificación diseñada por las políticas educativas del momento y, por tanto, interesadas. Las propuestas de cambio o ruptura solamente pueden transformarse en verdaderas palancas de movilización si encuentran su razón de ser en los ecosistemas docentes, debiendo ser su punto de partida y de llegada. Las comunidades de aprendizaje docentes no arraigan bajo la sombra institucional, requieren espacios abiertos de reflexión”.
Esta parrafada, que no viene a decir nada tangible y, por tanto, operativo podría ser denominada como una auténtica apología pedagógica, acompañada para su difusión de una escrupulosa y medida campaña de marketing a cargo de unos mercenarios de la educación camuflados de profetas, cuya religión no deja de ser el lucro comercial.