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Cómo analizar las ideas irracionales que nos hacen sufrir

Descubre cómo las ideas irracionales nos llevan al sufrimiento, conoce algunas de ellas y estrategias para analizarlas a través del pensamiento crítico.
Ársel ÁlvarezLunes, 18 de noviembre de 2024
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Escultura de Thomas Leeroy, 'Una y otra vez'.

El ABC de Albert Ellis

¿Alguna vez has pensado que todo te pasa a ti?, ¿que estás totalmente a merced de los acontecimientos?, ¿que nadie te quiere?… ¿qué nada te sale nunca bien? ¡Bienvenido al club! Por cierto, somos muchos, tantos como seres humanos a lo largo de la historia.

Ya a Epicteto en el siglo I se le ocurrió que la fuente de todas nuestras desgracias está más en lo que pensamos de las cosas que en las cosas mismas. El filósofo, como puedes ver en este post, afrontó una vida bastante complicada gracias a una mente crítica y serena. Su filosofía, que es parte de la tradición estoica, sirvió de inspiración durante mucho tiempo; hasta el presente.

El psicólogo Albert Ellis le dio un aire más moderno a todo esto. Elaboró la Terapia Racional Emotivo Conductual, que formula la idea de Epicteto con un aire más científico.

Dice que entre los Acontecimientos (A) y las Consecuencias que nos puedan afectar (C), está lo que creemos sobre esos acontecimientos (o, en inglés, “Belief”, B). Esto se formula así: A-> B -> C.

El filósofo pensaba que el análisis de nuestras ideas acerca de lo que sucede y la capacidad de diferenciar aquello que está en bajo nuestro control de lo que no lo está, es la clave para evitar sufrimientos. Y en la misma línea, el moderno psicólogo encontró una fórmula para desplegar las ideas de Epicteto al tiempo que las concretaba en 11 tipos de pensamientos que nos afectan. Son las ideas irracionales.

Esquema del ABC de Albert Ellis.
Las ideas irracionales

Las ideas irracionales se alojan en un lugar de nuestra mente. No entramos ahora en cómo llegaron ahí, pero permanecen agazapadas hasta que hacen su aparición fatal cuando se encuentran con un acontecimiento que funciona como detonante. En realidad, son absurdas, y no soportan un análisis riguroso, por eso el pensamiento crítico es un estilo de pensamiento que nos ayuda contra ellas. Si quieres profundizar un poco sobre el pensamiento crítico y conocer algunas herramientas para trabajarlo revisa este otro post.

El problema a la hora de aplicar el pensamiento crítico es que cuando aparecen estamos tan llenos de sentimiento que pensar se hace difícil. Por esa razón es bueno conocerlas desde antes, detenerse sobre ellas cuando se está fuerte para que cuando exploten seamos capaces de reconocerlas. Es como una vacuna, analizarlas cuando estamos sanos nos ayuda a atacarlas cuando la enfermedad llega.

En esta ocasión te presento 5 de las 11 ideas irracionales que identificó Albert Ellis.

Necesidad de reconocimiento
A todo el mundo le gusta recibir aplausos, pero «depender de ellos» es otra cosa.

“Necesito que todos me valoren”. “Si no le gusto, nada tiene importancia”. “Tengo que agradar a todo el mundo”…

Agotador ¿verdad? Pero es sin duda algo en lo que uno puede caer, a veces en su curso de la escuela, o en su lugar de trabajo, o ¡en la vida en general! Cuando mayor es la generalización, mas angustiante.

Lo cierto es que todos necesitamos algún tipo de reconocimiento. Nacemos desamparados y no sobreviviríamos si no fuera porque nuestro entorno nos provee los cuidados y nos alienta en nuestros progresos. Por eso la idea funciona.

Pero, cuidado, si el mundo de un bebe se reduce a su madre y poco más, el nuestro es siempre más amplio. Es imposible gustarle a todos los que forman parte de él. Pero, por si tenemos dudas, pensemos lo contrario para ver lo irracional que es.

Es suficiente escribirlo para darse cuenta. “Le gusto a todo el mundo” es una aspiración imposible, que se hace más frustrante cuanto más crece nuestra vida social, y vamos comprendiendo que “todo el mundo” es lo que se conoce como una generalización excesiva.

Autoexigencia
En ocasiones somos nuestro propio y más terrible juez.

“Necesito hacerlo siempre todo bien”. “Si no está perfecto es un fracaso”. “Debo ser perfecto o perfecta” …

Ponerse metas altas nos puede llevar lejos, sin ninguna duda. Nos ayuda a enfocarnos en lo que queremos y guiar nuestras acciones. Pero hay un momento en el que entramos en un error categorial, o en palabras simples, mezclamos cosas muy diferentes.

Porque que algo que hagamos esté mal, no quiere decir que nosotros lo estemos. El problema lógico está en confundir las acciones con la persona. Son cosas distintas. Nadie puede ser reducido a lo que hace, pues la identidad de cualquier persona es algo más bien abstracto y amplio (está formada por muchas facetas, y no siempre coherentes entre sí), mientras que las acciones son concretas y limitadas.

Además, una acción equivocada puede ser analizada desde varias perspectivas. Por ejemplo, puede ser la oportunidad de aprender, mejorar, y redoblar las energías para dirigirse a la meta propuestas. O también, puede ser la oportunidad de encontrar algo nuevo (como quien se pierde y encuentra una nueva ruta a lugares quizá diferentes de los esperados pero interesantes también).

Otra forma del mismo error es confundir la imagen de perfección, con nosotros mismos. Algo que además hacemos con más frecuencia aun en una época donde la imagen que proyectamos a través de las redes sociales se ha vuelto tan importante.

El pensamiento crítico nos ayuda a desmontar esta idea irracional que crece de una buena semilla, exigirnos nos impulsa, pero a veces nos aplasta.

Justicia divina
Hay quienes se quedan esperando de por vida que «los malos» paguen sus faltas.

“No es justo que esta persona tan mala siga su vida tan tranquila”. “Debe encontrar su castigo por lo que ha hecho”…

Pensamos a veces que las personas malvadas deben encontrar su castigo y nos frustramos cuando las vemos prosperar. En realidad, a veces nos enfocamos tanto en eso que ocupa nuestra mente, y nos llenamos de un sentimiento de injusticia que nubla nuestro propio camino.

Pero, antes de dejar crecer tanto esta idea en nuestra cabeza, echémosle una mirada crítica.

El primer problema que tiene es el del concepto de “el mal”, pues normalmente cualquier situación mala no tiene un solo responsable. Culpabilizar a uno en concreto, fijando esta idea en nuestra cabeza, nos conduce directamente a la frustración. Además, por lo general las personas no tienen tanto poder de control sobre la situación como para ser responsables absolutos, sino que sin en mayor o menor grado empujados por otras personas y las circunstancias. En definitiva, si se trata de juzgar, habría que analizar las circunstancias y los diferentes implicados.

Pero también está el problema de “el castigo”. ¿Es algo que está en nuestra mano? Esperar eternamente por el castigo de los que juzgamos como malos solo nos lleva a la frustración si no sucede. Y aunque el castigo dependiera de nosotros, sabemos que aunque este pueda eliminar al “malo” no erradica al mal, sino que conduce a una cadena de venganzas que lo enquista.

Mundo ideal
La diferencia entre nuestro mundo ideal y lo que vemos es a veces terrible.

“¿Por qué nada me sale bien?”. “El mundo está muy mal”. “Esto debería ser de otra manera”…

De nuevo, como en la segunda idea irracional, nos encontramos con el peso del ideal. Que, en realidad, es el peso de una imagen. Pero no se trata de un ideal pensado de manera crítica, a la manera de los ideales platónicos, sino de un deseo ciego a la realidad.

Nos imaginamos que el mundo debería ser de una u otra manera. Pero el mundo es demasiado grande y profundo como para ser comprendido por completo, y por lo tanto, cuanto más firme sea nuestro ideal del mundo más cerrados estaremos a ver las diferentes perspectivas desde las que puede verse. Eso es fuente de malestar, pues con frecuencia algo no encaja, y a veces es algo demasiado evidente como para obviarlo.

Volverse conscientes de que no todo está bajo nuestro control es la clave. Una vez más: “el mundo” es una idea que nos formamos, incluso “nuestro mundo” lo es. No podemos prever todo lo que va a suceder, y aceptar esto es clave.

Por otro lado, lo que sí podemos controlar son nuestros sentimientos al respecto. Cuando lo que ocurre nos desgrada, ¿verdaderamente es tan horrible? Exagerar nos lleva a enfocarnos en esos detalles, sin ser capaces de contextualizarlos. Nos centramos en ellos bajo el velo del desprecio o de la frustración y no somos capaces de verlos como son realmente.

Indefensión aprendida
Incapaces de actuar, atados por nuestras propias ideas.

“Las cosas son tal como son, nada puedo hacer”. “La culpa de lo que me pasa esta totalmente fuera de mi control”….

Se trata de una actitud pasiva que lleva a infravalorar las posibilidades que uno tiene de actuar. Con esta sensación de indefensión uno es incapaz de actuar, pues ni siquiera puede analizar lo que ocurre, y se resigna a sufrir.

A veces pensamos que el sufrimiento humano tiene “causas externas”. Además, no diferenciamos este concepto de “causas externas” en diferentes partes, sino que lo vemos como un todo abstracto que actúa sobre nosotros como una fuerza ajena.

Una buena forma de prepararse para estos pensamientos es cobrar consciencia de que expresiones como “la situación”, o “las cosas”, generalizan sin atender a las diferentes partes. Nos impiden comprender que, en cada momento, hay algo sobre lo que podemos actuar. Siempre hay algo. Y, en última instancia, nuestros propios pensamientos sobre lo que nos pasa, dependen de nosotros.

Escultura de Thomas Lerooy, ‘Destruyes todo lo que tocas’.
El peso de las ideas irracionales

El artista de estas imágenes que introducen y cierran el texto es Thomas Lerooy. Con su obra ha mostrado «el peso de los pensamientos». Un peso del que, desde la filosofía estoica de Epicteto, y desde la estrategia ideada por Albert Ellis con la Terapia Racional Emotivo Conductual, solo nos aligera un entrenamiento para saber tomar distancia y autocontrol.

Conocer las ideas irracionales que nos propone Ellis nos puede ayudar a trabajar con nuestro grupo. ¿Te animas?

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