El 25% del alumnado que no puede comprender lo que lee
Hoy he vuelto a revisar el Estudio Internacional de Progreso en Comprensión Lectora (PIRLS, Progress in International Reading Literacy Study), que evalúa la comprensión lectora en el alumnado del cuarto curso de Educación Primaria. Se trata de un estudio llevado a cabo en el 2021 y publicado en 2023. Los datos de nuestro país, si bien no sorprenden en exceso, no son buenos. El 25% del alumnado tiene una comprensión lectora baja o muy baja. En otras palabras, uno de cada cuatro alumnos es incapaz de comprender un texto adaptado a su edad y curso. Parece que el contexto importa. En España hay 51 puntos de distancia en el rendimiento en lectura (una diferencia significativa) entre el alumnado que tiene al menos uno de los padres con titulación terciaria, respecto a aquellos cuyos padres como máximo han completado la educación obligatoria. Los niños que proceden de familias que tienen más de 200 libros en casa tienen, de media, 55 puntos más en la prueba que aquellos que proceden de familias con menos de 15 libros en casa.
Otra conclusión interesante que deja el PIRLS es que, pese a todo, lo que se hace en la escuela importa mucho. Los datos disponibles indican que, tras la pandemia, por cada semana que los centros educativos estuvieron cerrados, la media estimada en comprensión lectora baja 0.6 puntos. Fuentes externas al PIRLS han ido documentado que dicho cierre fue especialmente perjudicial para el alumnado más vulnerable.
¿Qué hacer entonces antes este problema? Los que nos dedicamos a formar al profesorado en temas relacionados con la alfabetización debemos tomar buena nota de estos datos. Personalmente, sigo creyendo que es buena idea partir de un modelo sólido de comprensión lectora, como es el ‘modelo simple de lectura’. Según este modelo, para que los niños comprendan lo que leen son necesarias dos cosas. Tener buena comprensión del lenguaje y decodificar bien. La compresión del lenguaje tendría que ver con la habilidad de entender el lenguaje hablado. La decodificación se define como la capacidad de reconocer las palabras escritas de forma precisa y fluida. La comprensión del lenguaje está relacionada con la adquisición de conocimiento, el vocabulario y la comprensión de estructuras sintácticas complejas. Por su parte, la decodificación tiene que ver, sobre todo a edades tempranas, con el conocimiento de las relaciones entre letras y sonidos y la conciencia fonológica. Además, la decodificación y la comprensión del lenguaje operan como facilitadores uno del otro e interactúan. Por ejemplo, tener un buen vocabulario ayuda a decodificar bien y viceversa.
Por ello, llevar a cabo en los centros educativos una enseñanza de vocabulario y conocimiento estructurada y racionalmente cohesionada, que comience desde Educación Infantil es una buena idea para fundamentar la posterior comprensión lectora. Enseñar a los niños a decodificar con programas científicamente fundamentados, que enseñen las relaciones entre letras y sonidos, den práctica de decodificación y den respuesta temprana a aquellos que muestran sus primeras dificultades también lo es.
Habrá otras aportaciones relevantes, por supuesto. Es, además, mucho más fácil decirlo que hacerlo. Sin embargo, este es un problema de una magnitud enorme en el que la urgencia y la relevancia se dan la mano.