José Antonio Marina: “El problema más grave que tiene la educación española es que no interesa a nadie (salvo a los padres y espero que a los docentes)”
El Club de los buscadores de soluciones (BoldLetters, 2024) es el último libro publicado por José Antonio Marina (Toledo, 1939) «filósofo a pie de calle, investigador privado, bailarín en el mundo de las ideas, seducido por la inteligencia creadora, guía en la selva del lenguaje, crítico social, escritor, profesor de instituto, ¡Ah! y un maravilloso horticultor», como se define a sí mismo. Este nuevo libro aborda una cuestión tan importante como «la necesidad de afrontar los problemas y resolverlos». A lo largo de la vida nos encontramos con problemas, y en la adolescencia es «cuando empezamos a ser más conscientes de todos los obstáculos, confrontaciones y dilemas que nos rodean».
Los protagonistas son unos alumnos de Bachillerato que, tras un suceso trágico en su instituto y con la ayuda de sus profesores, deciden enfrentarse al problema del acoso escolar y fundar un “club” muy especial: El Club de los buscadores de soluciones. Con ello descubren que «los problemas planteados por la convivencia necesitan de la cooperación de todos y que la historia de la humanidad es un largo proceso de problemas y soluciones, cómo vivir resueltamente, con determinación, sin miedos, enfrentándose a los problemas y resolviéndolos, poniendo en práctica las soluciones más adecuadas». Y de cómo «la búsqueda de la felicidad personal implica también la búsqueda de la felicidad pública, que nos afecta a todos».
En los últimos meses se percibe cierto pesimismo en sus afirmaciones en torno a la situación educativa de nuestro país, ¿cree que estamos ante un momento de estancamiento de los indicadores de resultado más importantes de nuestro sistema educativo: abandono escolar, repetición de curso, comprensión lectora, problemas de disciplina…?
—La palabra es estancamiento. Los retrocesos que se han detectado no creo que sean dramáticos. Lo que me preocupa es la enorme desorientación educativa que veo en todo el mundo. Los indicadores PISA, que nos han sido sin duda muy útiles, no reflejan realmente lo que está sucediendo en las aulas.
¿Cuál cree que son las principales carencias de nuestros jóvenes escolares? ¿Cómo se puede revertir la situación?
—Nuestros alumnos están sufriendo el desprecio por la memoria de muchos pedagogos precipitados. Todo aprendizaje es de memoria, porque la memoria es el órgano del aprendizaje. Lo que ocurre es que mantienen una idea arcaica de la memoria, como la facultad de guardar y repetir, y se olvidan de que es también la facultad de relacionar, comprender, combinar, expresar, inventar. En segundo lugar, la población en general y los alumnos en particular están perdiendo capacidad de atención. La fascinación por las pantallas alimenta la atención involuntaria, pero debilita la atención voluntaria, que es la propiamente humana.
Relacionado con esto no estamos fortaleciendo las funciones ejecutivas de la inteligencia, con lo que estamos educando personalidades demasiado influenciables por el entorno, incluido el entorno digital.
Un último problema: la escuela no proporciona en este momento ninguna educación ética.
Nuestros alumnos están sufriendo el desprecio por la memoria de muchos pedagogos precipitados. Todo aprendizaje es de memoria
"Sin embargo, otras voces señalan a los medios de comunicación y al pesimismo inherente a nuestra idiosincrasia y que, por contra, la situación no es mala… ¿qué opina?
—Tenemos la mejor escuela que hemos tenido nunca. Lo que ocurre es que la escuela es el rompeolas de todas las contradicciones de la sociedad, y resulta muy afectada por ese entorno.
También en los últimos años se ha puesto de moda incidir más en las competencias que en los conocimientos, ¿es ocioso discutir sobre ello –puesto que para ser competente en algo hay que saber de ello– o realmente estamos devaluando el saber de nuestros alumnos?
—El enfrentamiento tiene que ver con lo que dije antes sobre la memoria. Hay procedimientos formales (con independencia del contenido) y hay procedimientos que no se pueden separar del contenido. No se puede usar un lenguaje si no se conoce el léxico y la sintaxis y la pragmática. En ambos casos son “hábitos de memoria”, adquiridos por entrenamiento. El entrenamiento de un tenista como Nadal tiene una parte común a todos los deportes –la resistencia física, la capacidad pulmonar, la potencia cardiaca– y otra específica del tenis. La oposición entre conocimientos y procedimientos es muy torpe.
Años atrás se atribuyó a la tecnología la buena marcha de nuestra escuela y de nuestra sociedad, ¿cree que se trataba de un discurso interesado de las empresas del sector y que ahora ya sabemos que la tecnología no mejora el rendimiento escolar sino que incluso lo puede empeorar?
—Las nuevas tecnologías son fantásticas, pero han venido tan rápidas que no hemos tenido tiempo de aprender a manejarlas. La tecnología digital, que puede tener una utilidad fantástica porque nos permitiría personalizar la educación, la hemos utilizado para proporcionar información. El problema de nuestros alumnos no es de escasez de información, sino de capacidad de comprensión. Además, en el periodo 2010-2015 hubo tres acontecimientos que han incidido fatalmente en la educación, entre otras cosas porque han aumentado los problemas mentales en nuestros alumnos: la expansión de los móviles conectados a Internet y de las redes sociales; la introducción de los “likes”, y la incorporación de las cámaras fotográficas frontales en los móviles. No estamos sabiendo manejar esos cambios.
No estamos fortaleciendo las funciones ejecutivas de la inteligencia, con lo que estamos educando personalidades influenciables por el entorno
"Y, además, ¿no estamos asistiendo a un crecimiento desenfrenado de adicciones digitales debido a ella?
—Sí, precisamente por esos avances. He hablado mucho del triunfo de Skinner [psicólogo estadounidense defensor del conductismo]. Las mismas compañías tecnológicas reconocen que están utilizando los mecanismos de refuerzos positivos del conductismo para fomentar la atracción a las pantallas.
¿Qué opina de la afirmación según la cual solo aprendemos aquello que nos emociona? ¿Estamos sobrevalorando el papel de los sentimientos sobre otro tipo de valores como el esfuerzo o el trabajo?
—Aprendemos con más rapidez aquello que nos emociona. ¿Pero a qué tipo de emociones nos referimos? ¿Al miedo? ¿A la furia? ¿Al asco? Aprendemos lo que nos interesa, que es una cosa diferente. El interés puede depender de muchas cosas: del modo de exposición, de su enlace con intereses previos, de la búsqueda de una recompensa, del sentimiento del deber.
En su último libro aborda el tema de la búsqueda de soluciones y de la felicidad y se dirige, por primera vez, al público juvenil. ¿Qué pretende conseguir con este libro?
—Creo que necesitamos implantar una “novena competencia”: la competencia heurística, la capacidad de enfrentarse con problemas. Una parte de ella debería ser responsabilidad de la Filosofía, si la Filosofía no hubiera abdicado de su capacidad de brindar soluciones. Un problema es algo que nos obstaculiza nuestra marcha hacia un fin. Por eso tienen relación con esa inevitable tensión hacia una meta que llamamos búsqueda de la felicidad. Hay problemas teóricos y problemas prácticos, problemas emocionales y problemas teóricos. Problemas individuales y problemas políticos. Tenemos que educar para el futuro, y del futuro solo sabemos con certeza una cosa: planteará problemas, como siempre ha hecho. Por eso, enseñar a enfrentarse a ellos (y no a intentar escapar o eliminar solo el malestar que producen) debería ser la esencia de la educación. Todas las asignaturas, como todas las creaciones culturales, son soluciones a problemas. Y así debemos enseñarlas.
Tenemos la mejor escuela que hemos tenido nunca. Lo que ocurre es que la escuela es el rompeolas de todas las contradicciones de la sociedad
"¿Cómo ve la educación en España en la perspectiva de los próximos diez años?
—El problema más grave que tiene la educación española es que no interesa a nadie (salvo a los padres con hijos en edad educativa y espero que a los docentes). Prueba de ello es que en las encuestas del CIS sobre las preocupaciones de los españoles nunca aparece la educación entre ellas. Como indiqué en Despertad al diplodocus, creo que podíamos conseguir en cinco años un sistema educativo de alto rendimiento. Pero creo que no lo vamos a conseguir porque no nos liberaremos de la inercia.
¿Cómo afrontar desde el aula cuestiones como el auge como la violencia sobre las mujeres, la pornografía, el suicidio…?
—Desde luego, no dando una clasecita sobre el tema. Todos esos problemas forman parte de la educación ética general, no troceadita. Y la educación ética debe ser esencial desde primaria. Y los listillos que dicen que eso es un sistema de adoctrinamiento, que las morales son creaciones culturales que no se pueden unificar, que todas las opiniones son respetables, deberían pensar las cosas con más seriedad. Es radicalmente falso que no podamos establecer una ética universal. Lo malo es que el escepticismo ético ha invadido muchas de nuestras facultades de Filosofía, lo que está haciendo a la Filosofía poco de fiar.
¿Qué opina de la ideología de género y su penetración en todos los ámbitos de la sociedad, también las escuelas? ¿Por qué es un tabú hablar de ello en muchos ámbitos y son pocos quienes alertan de las nefastas consecuencias de, por ejemplo, el fenómeno trans?
—Repetiré que es un tema ético y que solo tiene sentido explicarlo dentro de un panorama ético más amplio.
El problema de nuestros alumnos no es de escasez de información, sino de capacidad de comprensión
"¿Se adoctrina en clase o es un mito de la derecha?
—Se adoctrina desde la izquierda y también desde la derecha. ¿O no es adoctrinamiento la enseñanza de la religión? Adoctrina todo aquel que no colabora al desarrollo del pensamiento crítico.
¿Hay motivo para ser optimistas o debemos seguir siendo pesimistas?
—En las Hojas de servicio de los militares había un apartado que decía “Valentía: se le supone”. En la hoja de los docentes tenía que haber otro que dijera: “Optimismo: se le supone”. Nadie que no sea optimista debería dedicarse a la educación, porque el fundamento de nuestro trabajo es la creencia absoluta en la perfectibilidad del ser humano.