Los sistemas educativos neomarxistas
De la portada del libro 'The Marxification of Education: Paulo Freire's Critical Marxism and the Theft of Education'. James A. Lindsay (2022).
La mayoría de los docentes con experiencia han constatado que actualmente no pueden enseñar a sus alumnos con la misma eficacia que lo hacían antes. No es un problema derivado del número de alumnos por clase, como nos quieren hacer creer los principales sindicatos del sector, porque antes ellos tenían más alumnos en clase y, en cambio, las cosas funcionaban mejor. Tampoco es porque las instalaciones y los recursos educativos sean peores que antes, como también dicen esos sindicatos, porque antes las instalaciones eran peores, disponían de menos recursos y, pese a ello, las cosas funcionaban mejor. Según muchos de ellos, la causa del bajo rendimiento académico actual deriva de una actitud por parte del alumnado de minusvalorar la autoridad del profesor como experto en la materia, de disminuir la importancia de adquirir conocimientos, al pensar erróneamente que éstos son accesibles en cualquier momento y a rechazar la realización de exámenes, ya que estos pueden poner en evidencia su ignorancia.
Cabe preguntarse cómo se ha generado esa actitud en gran parte del alumnado. Una de las causas la ha propuesto recientemente el profesor Gerard Romo, profesor de matemáticas en un instituto, en uno de sus vídeos, concretamente el titulado: “Paulo Freire. El marxismo woke invade la escuela”. En este vídeo explica la nefasta influencia del pedagogo Paulo Freire (1921-1997) en toda Sudamérica, luego en EEUU y luego en Europa.
Paulo Freire fue un pedagogo y también un filósofo seguidor de Marx, de Gramsci, de Mao y de Sartre. El consideraba que la escuela no ha de servir para que un docente enseñe unos determinados conocimientos a unos alumnos, sino para transformar la sociedad. Este erróneo planteamiento de la enseñanza, porque a la escuela los alumnos sí van a aprender conocimientos, no a prepararse para hacer una revolución, ha calado hasta lo más hondo, no solo en muchos docentes sino también en muchos dirigentes políticos.
Paulo Freire fue un pedagogo y también un filósofo seguidor de Marx, de Gramsci, de Mao y de Sartre. El consideraba que la escuela no ha de servir para que un docente enseñe unos determinados conocimientos a unos alumnos, sino para transformar la sociedad
Freire, en su libro más famoso, Pedagogía del oprimido (1969), ve la sociedad educativa dividida en dos colectivos: los opresores y los oprimidos. Para él el objetivo de la enseñanza es conseguir que los oprimidos, que son los que no tienen una serie de conocimientos, es decir los alumnos, se den cuenta de que si aceptan este papel, siempre serán los oprimidos, los de abajo, por lo que para evitarlo deben resistirse a hacer siempre lo que dice los que tienen esos conocimientos, es decir los profesores, que son los opresores.
Según Freire, lo que deben hacer los alumnos es ser conscientes de su realidad social, deben pensar que no es verdad que el profesor sepa más que ellos, porque en muchos otros temas ellos saben más que los profesores, que lo importante no es lo que les quiere enseñar, sino todos los otros aspectos de la persona y de la sociedad en la que viven. Según este pedagogo, el principal fin de la educación debe ser despertar y potenciar la confrontación entre estos dos colectivos, de conseguir que el profesor no sea el protagonista de la enseñanza, sino un mero colaborador del alumno, en la medida que el alumno se lo permita, de sustituir la clase magistral por grupos de trabajo del alumnado, de sustituir las materias académicas por proyectos actuales sobre objetivos inventados, de eliminar los exámenes que pone el profesor, según él para así perpetuar y consolidar su labor opresora, para sustituirlos por una autoevaluación o un trabajo conjunto o cualquier otro tipo de actividad, menos hacer un examen individual.
Paulo Freire es pues un pedagogo que ha aplicado la ideología marxista al mundo de la educación, sustituyendo el capital económico, que está en manos de los burgueses según Marx, por la acumulación de conocimientos que está en manos de la autoridad de los opresores que son los profesores, a los que por ello denomina despectivamente “educadores bancarios”. Un primer paso para acabar con esta opresión es no reconocer la autoridad del profesorado no aceptando sus calificaciones, dificultando que tengan instrumentos para cuantificarlas con precisión, defendiendo que todos los alumnos han de promocionar de curso para no originar categorías entre ellos, los que saben más y los que saben menos, categorías que luego, si no se evita en la escuela, darán lugar a las famosas clases sociales. Otra de las estrategias para disminuir la autoridad del profesorado es sustituir sus explicaciones, es decir las llamadas clases magistrales, por diálogos de igual a igual, entre los alumnos y el profesor, porque, según Freire, dialogando así, tanto el educador como el educando aprenden mutuamente el uno del otro.
Recientemente el matemático y divulgador James A. Lindsay (Nueva York, 1979) ha publicado el libro The Marxification of Education: Paulo Freire’s Critical Marxism and the Theft of Education, en el que denuncia la situación ideológica marxista que está perjudicando toda la enseñanza occidental y la necesidad de cambiar. En mi opinión se impone que los responsables de la educación, ya se sea un ministro, un consejero autonómico, el director de un colegio o bien un simple profesor en sus clases, vuelva a apostar por la enseñanza como la transmisión de conocimientos y, a través de esta tarea, por la educación del alumnado en la cultura del esfuerzo. Los conocimientos y la capacidad de trabajo son dos aspectos de la persona que le servirán a lo largo de toda su vida de adulto.
Antonio Jimeno es presidente del sindicato AMES