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Pepe Menéndez: “A los docentes en las oposiciones se les pide un alto nivel de conocimiento, y les faltan herramientas para gestionar”

En su libro "Educar para la vida", Pepe Menéndez propone una escuela centrada en el cuidado a las relaciones y el desarrollo personal de los alumnos. Un lugar donde incluso aquellos con mochilas emocionales complicadas encuentren las ganas y la curiosidad por aprender. En esta entrevista, él nos transmite las suyas.
Marta Peiro del ValleMiércoles, 27 de noviembre de 2024
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Pepe Menéndez posa para el periódico Magisterio en la sede de Veintiuno Editores. ®MARTA PEIRO.

Si hablamos de educación, particularmente en Cataluña, sus más de cuatro décadas de experiencia como docente le dan un valor incalculable a sus palabras. Es profesor de Secundaria, ha impartido clases en Formación Profesional, dirigido colegios como el Joan XXIII, asesora a instituciones que apuestan por una transformación profunda del sistema…

Pepe Menéndez atiende a MAGISTERIO con ganas de defender su idea de una escuela humanista, centrada en el cuidado a las relaciones sociales y la importancia del desarrollo personal. Esta idea la exprime en su libro Educar para la vida, del que habla con la misma pasión con la que recuerda la mejora de la escuela y el estado de bienestar a lo largo del tiempo y defiende a unos profesores que, asegura, lo tienen hoy mucho más difícil.

¿Cómo es tu escuela ideal?
–Para mí una escuela ideal sería una en la que el contexto relacional está muy cuidado, porque eso no es casualidad. Eso hay que trabajarlo. Una escuela donde la curiosidad y el interés por aprender fuera una buena respuesta a las mochilas que traen los estudiantes.

Es fácil trabajar con estudiantes que tienen mochilas poco pesadas, que emocionalmente se sienten bien. Mi escuela ideal es aquella a la que llegan estudiantes con fracturas, y es capaz de despertarles ese interés por el aprendizaje. Y esa curiosidad, esa seguridad de que son buenos.

Esos estudiantes que van obligatoriamente a la escuela, pero encuentran allí un lugar donde el clima relacional está muy cuidado, donde se sienten visibles. Pertenecientes. Esa escuela que es capaz de despertar ese aprendizaje sería la ideal para mí.

¿Cuida la escuela esas mochilas? ¿Se enseña a trabajar esas emociones?
–Existen muchos tipos de escuela. Aunque el sistema sea el mismo y haya un modelo dominante, hay una amplísima gama de maneras de hacer. No me atrevería a decir que la escuela actual no cuida de estas mochilas, porque algunas sí. Pero sí que diría que la mayoría no consideran que sea un tema importante. Lo consideran un tema secundario o que depende de la voluntad de los estudiantes, de la educación que tengan, de cómo vienen…

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Mi escuela ideal es aquella a la que llegan estudiantes con fracturas y es capaz de despertarles ese interés por el aprendizaje

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Yo insisto mucho con otro tema: la escuela es obligatoria, nosotros no le decimos a los que quieran que vengan. Esto no es el cine, ni el fútbol, ni una librería. Es obligatorio. Lo que pasa es que los alumnos empiezan de pequeños haciendo lo que dicen sus padres, y van creciendo y piensan que no les dejan escoger. Ahí hay un importante papel de la escuela para crear condiciones de confort.

No me parece que las familias tengan una actitud sobreprotectora. La sociedad es sobreprotectora. Hemos ganado muchas cosas como sociedad del bienestar. Afortunadamente no hay niños de 13 años combatiendo o que se tienen que ganar el pan… Todo eso hace que la sociedad sea más protectora. Pero me parece injusto que pensemos que la escuela es algo parecido al ejército. Ni siquiera el ejército es tan ejército, es invitatorio.

Hay escuelas que tienen problemas graves, pero por eso me parece más importante que cuando tenemos esas situaciones pensemos que no solo estamos allí para enseñar unos contenidos, sino para crear las condiciones en que esa escuela pueda funcionar.

¿Hay algo menos de educación, de disciplina, entre los estudiantes hoy en día?
–Hay varias cosas: una, que están menos tiempos con sus padres. Se ha ganado que la mujer se incorpore al trabajo y ahora las personas que cuidan de los menores tienen espacios de conciliación, ha aumentado el permiso paternal y maternal… Hay una mayor conciencia de que hombres y mujeres tienen que dedicar tiempo a sus hijos.

Hemos democratizado el acceso de la mujer al trabajo, pero se ha provocado un problema de desatención a la infancia, porque los hombres han seguido haciendo lo mismo. Creo que los padres tienen que dedicar más tiempo a sus hijos. Y la escuela obligatoria universal significa que todos estén en la escuela. Por ello, la complejidad se ha disparado. Y además ahora hay alumnos que vienen de fuera sin conocer el idioma.

A la escuela se le ha presentado la dificultad de que, en muchos casos, los alumnos aparecen y desaparecen durante el año, tienen nuevos, hay muchísimas lenguas y culturas diferentes… no entran con tres o seis años y van pasando año tras año con los mismos compañeros.

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Hemos democratizado el acceso de la mujer al trabajo, pero se ha provocado un problema de desatención a la infancia. Los padres tienen que dedicar más tiempo a sus hijos

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A veces olvidamos que lo que existía antes era un entorno donde la disciplina, la obediencia y el pensamiento único dominaban. Había una especie de control social. Todo eso facilitaba la disciplina y el orden, no exactamente el aprendizaje. Debemos crear el contexto que haga posible eso. Pero es verdad que la escuela sola no puede con eso. Y tampoco se le debe poner ese peso a los docentes. Muchas veces los profesores están desbordados por situaciones externas.

¿Estamos poniendo demasiado peso sobre unos profesores que ya de por sí tienen demasiada carga?
–También ahí hay un análisis complejo. Está claro que el sistema no cambia, y cuando lo hace genera una opinión pública que cree que se están bajando los contenidos, regalando los aprobados, poniéndolo más fácil… y se genera esta creencia de que el nivel ha bajado.

Ahora lo miramos todo al detalle, y con una escolarización universal. El sistema, cuando cambia, en vez de intentar mejorar la manera de trabajar de los docentes, les carga. Unos docentes que en la escuela pública han accedido mediante unas oposiciones en las que se les ha pedido un altísimo nivel de conocimiento, cuando con la mitad de lo que sabían podían dar clase, y les faltan herramientas para gestionar.

Además, se ha acabado el profesor individual. Las escuelas que veo que son capaces de abordar la atención a los alumnos más complejos trabajan en equipo, dedican horas a reunirse, tratar los casos, comentar y tomar decisiones. Pero si lo que creo como sistema educativo es que lo importante es la hora de clase, y no veo lo que hay detrás para que esa hora sea buena… Para mí ese es el error. Porque es muy caro lo otro. Claro, si yo voy bajando horas lectivas necesito más docentes.

Necesitamos que la atracción a la profesión docente sea diferente de la facilidad que en estos momentos supone acceder. En Cataluña faltan docentes de muchas áreas. Con lo cual, si estudias, ser docente es rápido, te van a llamar enseguida. Pero luego lo que te encuentras no tiene que ver ni con esta facilidad de acceso ni con la expectativa. Sí que me parece que las expectativas docentes…

Tenemos que apoyar a los profesores y revisar los criterios de acceso, de carrera profesional. Clarificar las expectativas de quienes van a trabajar en educación, porque las competencias de un docente hoy son mucho más difíciles y exigentes que las de antes. Ahora necesitas más conocimientos de Pedagogía, Psicología… La escuela tiene que acompañar personas, proyectos de vida. No está solo saber Matemáticas. Y hay que hacer una carrera profesional en que tengas la impresión de que vas creciendo.

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Antes había una especie de control social. Todo eso facilitaba la disciplina y el orden, no exactamente el aprendizaje

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Porque entras joven a trabajar y tienes un buen sueldo, pero tienes hijos y tu sueldo… Y si no hay un estímulo que no sean horas de formación ni antigüedad, va a ser muy difícil. Lo que pasa es que la Educación es un sector muy intervenido por el sector público. Con lo cual las condiciones de trabajo de la pública determinan las de la escuela concertada, y la pública está más vinculada al tiempo que llevas.

Con un matiz: en muchas administraciones puedes ir ocupando cargos que te permiten mejorar, y tu sueldo va mejorando. Y tienes la seguridad del trabajo para toda la vida, pero yo no sé si en la Educación esta garantía tiene mucho sentido ya.

Muchas veces da la sensación de que al docente se le pide una motivación cuando ni siquiera él está motivado…
–Yo hablaría de expectativas. En muchos casos las de quienes contratan no son claras porque están ancladas en un esquema de escuela que ya casi no existe. Y el contratado cree que lo está para otra cosa.

Si vamos a una escuela y preguntamos a los profesores para qué creen que les pagan, no hay claridad. Lo que viven los docentes es una ruptura de expectativas. Tengo amigos que quieren trabajar en una escuela porque dicen que en estos momentos es una salida laboral casi inmediata y con buen sueldo.

Hay esta enorme diferencia entre expectativas del sistema y las de los propios docentes. También de las familias. Cuando dirigía una escuela de Jesuitas concertada en un barrio de Hospitalet, el director del instituto público me decía que la diferencia entre sus familias y las mías era que las mías estaban interesadas por la escuela.

Y algo más terrible. Me decía que en primero de ESO hacían un análisis del expediente académico de los estudiantes, y la mayoría la última vez que había tenido un progreso adecuadamente había sido en 3º de Primaria. El nivel académico de los estudiantes que venían a mi escuela era más alto que el de los suyos. Cuando tenemos este debate de pública o concertada hay que atender a esos detalles, porque tendríamos que conseguir que todas las escuelas fueran buenas.

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Tenemos que clarificar las expectativas de quienes van a trabajar en educación, porque las competencias de un docente hoy son mucho más difíciles y exigentes que las de antes

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Cuanto mejor sean todas las escuelas, mejor es la Educación en general…
–Si el siglo XX fue el del derecho a la escolarización, el XXI es el del derecho al aprendizaje. Hemos conseguido que la escuela sea universal y obligatoria. Ahora tenemos que garantizar el derecho a que los alumnos aprendan, conseguir su consentimiento. Tienen que consentir su aprendizaje.

Tenemos que pedirles que una parte nazca de ellos, pero otra es producto de la mochila que arrastran y del clima que creamos en la escuela para que ese consentimiento se produzca. Y ahí hay que pensar en recursos. Lo de las ratios… no acabo de ver claro que haya una relación directa entre ratio y éxito educativo, porque científicamente no he encontrado un estudio que me satisfaga.

Cuando hicimos el proyecto de Horizonte 2020 en Jesuitas juntamos dos clases siguiendo teorías de David Perkins, que decía que para que los profesores puedan liberar tiempo para trabajar juntos necesitamos que las clases sean más numerosas, pero no de un profesor, sino de varios. Y lo aplicamos. Además, si los alumnos están haciendo trabajo colaborativo, no necesitas tanta gente.

A los docentes en Secundaria no les resulta fácil pasar a unas aulas de 60 alumnos, pero la sensación fue positiva. No son todas las horas, es el tiempo que tú decides en el horario lectivo que van a trabajar colaborativamente.

Incluso desde el punto de vista económico: si juntas dos aulas la ratio que te paga la Consejería es de 2’90. Te faltan 10 centésimas para llegar a tres docentes. Puedes tener dos grupos con tres docentes. Si no lo tienes, todas las horas lectivas. Pero si los tienes, una fracción de tiempo importante. El trabajo por proyectos se integra mejor si tiene un peso importante en las horas lectivas y en la evaluación.

En la escuela de hoy, ¿interesa más que seamos, educar en desarrollar la personalidad, o que produzcamos? ¿Está todo más orientado a la empresa?
–Sí. También es un tema de creencias y lenguaje. Si sabes trabajar en equipo, expresarte oralmente, tienes capacidad de hablar en público, de argumentar, de convivir con otros… estás aprendiendo cosas para tu desarrollo personal, que luego serán muy beneficiosas para tu desarrollo profesional y laboral.

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Hemos conseguido que la escuela sea universal y obligatoria. Ahora tenemos que garantizar el derecho a que los alumnos aprendan, conseguir su consentimiento. Tienen que consentir su aprendizaje

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Algunas no, porque hay trabajos que no piden tanta competencia transversal, son más mecánicos. Pero la empatía, lo relacional… Una empresa preferirá un trabajador que se lleve bien con la gente, tenga empatía, sepa hablar en público… porque sino les crea un problema.

El mundo laboral es muy variopinto. Yo me quejaría de que cuando pensamos en él no pensemos en los artistas, en la gente que se dedica al campo, sino que tenemos esa idea urbana de las salidas. He trabajado mucho en FP, que tiene una orientación más laboral. Y creo que la mayoría construye su vida personal en torno a un proyecto profesional laboral.

Para la mayoría, su nivel de satisfacción vital necesita una armonía entre su proyecto personal y profesional. Si propongo que la escuela conecte con el proyecto de vida de los estudiantes es porque no entiendo que el conocimiento sea el mundo laboral y el desarrollo personal esté reservado para casa, sino que creo que tenemos que armonizarlo. Si no trabajas en algo que quieres y que te entusiasme, tu proyecto personal también padecerá.

Es que en el trabajo pasas muchas horas. Si no haces algo que te ayude a crecer…
–Aunque ahora también podemos ver una evolución hacia trabajar menos horas, pero eso no va a comportar que tu cabeza trabaje menos. Por eso es importante que tu cabeza busque esa armonía entre el mundo laboral y el personal. Y es a lo que todos aspiramos: a trabajar en algo que nos llene.

Pero necesito esas competencias. No veo tanta diferencia entre las competencias transversales de las que hablamos y las que el mundo laboral dice que pide. A veces oigo a empresas pidiendo que la gente tenga pensamiento crítico, y algunas no lo necesitan. También veo un exceso de que sean emprendedores. Emprendedor no hace falta que sea todo el mundo, sino esto va a ser un caos.

Afortunadamente todos somos diferentes. Pero saber argumentar, hablar en público, trabajar con otros, tener empatía… acaba ayudando a que tú, en tu trabajo, puedas progresar más.

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Si sabes trabajar en equipo, expresarte, tienes capacidad de hablar en público, de argumentar, de convivir con otros… estás aprendiendo cosas para tu desarrollo personal, que luego serán muy beneficiosas para tu desarrollo profesional y laboral

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Pero, ¿crees que interesa, a nivel institucional, desarrollar una escuela que no sea tan mercantilista?
–Para mí el objetivo de la escuela tiene que ser que las personas quieran seguir aprendiendo y tengan las herramientas para hacerlo. Si después unos lo aprovechan para el mundo laboral y otros para el personal, es fantástico.

Tenemos que intentar que la escuela dé herramientas a los estudiantes para saber relacionarse, construir pensamiento, y querer seguir aprendiendo. Y eso les va a ir bien para la profesión que tengan.

Ahora, construir el lenguaje, enfatizando tanto eso del mundo laboral, lo veo innecesario. Lo que leemos que dicen para el mundo laboral… ¡sirve para la vida! Si lo que decimos es que los empleados sean flexibles porque les vamos a poner los horarios que queramos… no. Ahora, que lo sean en el sentido de que sepan afrontar las dificultades… eso sirve para la vida. Si se muere un ser querido y tengo herramientas personales para afrontarlo… Y eso me sirve para todo.

¿Qué crees que falta para que realmente lo que propones en el libro sea realidad?
–Que nos lo creamos. No tenemos consensuado socialmente el propósito de la escuela obligatoria. Algunos dirían que es para que estén allí sus hijos mientras ellos trabajan. Y otros, para que sus hijos sean los mejores. Otros dirían que sirve para que su hijo memorice cosas y las aprenda. Y ya está. Pero aprender… no en el sentido más amplio de la palabra, sino acumular información solo para acumular información.

Este debate de la memoria… Quiero pensar que los estudiantes son capaces de demostrar que saben hacer otras cosas. Por ejemplo, hablar en público, explorar y colaborar con otros para explorar información, hacerse preguntas… Cómo sería de bonito un examen que consiste en hacer las mejores preguntas.

Quizás no interesa tanto que aprendan a hacerse preguntas…
–Nuestra cultura no nos hace creer que un alumno que haga buenas preguntas sale con posibilidades laborales. Son siglos. Si nos vamos hasta los clásicos, no eran tanto las respuestas que daban, sino la capacidad que tenían de argumentación. Hoy esa es la cultura subyacente: lo que creemos que demuestra que sabes algo es un examen. Pero según sean sus características, solo me demuestra que aquel día recordabas eso.

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Para mí el objetivo de la escuela tiene que ser que las personas quieran seguir aprendiendo y tengan las herramientas para hacerlo

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Podemos poner exámenes, pero lo importante es el valor que tengan en la evaluación. Dime cómo evalúas y te diré cuáles son tus creencias del modelo de enseñanza y aprendizaje. Las oposiciones son un examen. Crees que esa persona sabe, pero cuando va a ejercer su profesión, no tiene las competencias.

Varios colegas han tenido que renunciar a contenidos, porque nuestro currículum es muy enciclopedista. Tenemos que memorizar de manera enciclopédica lo justo: los verbos irregulares en inglés si no nos los aprendemos, determinadas normas ortográficas del castellano… Pero no todo. Si queremos que conozcan el sentido de la Revolución Francesa, dediquémosle tiempo. Y relacionémoslo incluso con situaciones actuales. Decidamos qué queremos que aprendan.

La Secundaria necesita ser más mucho más multidisciplinar. Porque a este estudiante aún le quedan años de aprendizaje, y cuando acabe la escolarización obligatoria, no tiene que saberlo todo. Tenemos que ponernos de acuerdo en lo que tiene que saber. Desde mi punto de vista, sobre todo leer y escribir. Tiene que tener capacidad y comprensión lectora y unos conocimientos de Matemáticas y Ciencia básicos.

Algunos profesores dicen que las competencias básicas que cada Comunidad Autónoma establece son demasiado básicas. Otros, que los alumnos no saben algunas cosas… Pongámonos de acuerdo con lo que queremos que sepan. Ahora un estudiante de Bachillerato estudia Economía. Mi mujer, que ha trabajado en la Seguridad Social, cree que en las escuelas se debería enseñar a relacionarse con la Administración.

La Administración tiene un lenguaje complejo, hay que hacer una serie de pasos cuando presentas la declaración de la Renta, cuando tienes una multa… Eso estaría bien enseñarlo en algún sitio, pero dónde.

Cataluña siempre ha ido muy a la vanguardia a nivel educativo, pero según los últimos resultados del informe PISA parece que ha habido… quizá un batacazo. ¿Por qué crees que ha pasado?
–No soy capaz de contestar bien esa pregunta, porque no soy capaz ni de asegurar que el batacazo tenga las dimensiones que parece.

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Tenemos que memorizar de manera enciclopédica lo justo: los verbos irregulares en inglés si no nos los aprendemos, determinadas normas ortográficas del castellano… Pero no todo

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¿Qué me ocurre con PISA? Hay que analizarlo muy despacio. Cataluña está convencida de que lo tiene que analizar todo, y yo creo que es de las pocas comunidades que se ha puesto a analizar la escuela inclusiva.

No aseguraría que Cataluña está tan mal como parece, pero creo en los resultados. Cataluña tiene que apostar por una evaluación de más de 360 grados. Es decir: yo veo que salen unos resultados, aplico unas medidas y veo cómo han evolucionado esos alumnos. Y escarbar en el informe.

Hay una cosa que sí me parece especialmente negativa: en el capítulo 5 se habla sobre la afección de los estudiantes con la escuela. Generalmente en España siempre ha sido alta. Pero en Cataluña ha bajado muchísimo. Los resultados muestran que los alumnos no se sienten afectos a la escuela y a sus docentes. Eso es lo más grave. Lo primero que hay que resolver es que los alumnos se sientan vinculados.

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