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"Apuesto por formar a los docentes para que den clase gracias a los 'smartphones', no a pesar de ellos"

Educación y tecnología, ¿sí... o no? Rosa Domínguez, directora del Grado de Pedagogía y profesora del Grado en Educación Primaria de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), arroja algo de luz a esta cuestión tantas veces polémica en esta entrevista MAGISTERIO.
Marta Peiro del ValleMiércoles, 13 de noviembre de 2024
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Rosa Domínguez posa para MAGISTERIO en su despacho de la Universidad Internacional de Valencia (VIU).

Dispositivos como tablets o smartphones. Plataformas como YouTube o Canva. Aplicaciones como WhatsApp o Instagram. Recursos como ChatGPT.

El uso de la tecnología en las aulas y sus beneficios a nivel educativo lleva años siendo objeto de debate, y controversia, en la comunidad educativa.

¿Es mejor adaptar las clases a los smartphones con los que tan familiarizados están los estudiantes de las nuevas generaciones… o es mejor prohibirlos y convertir las aulas en espacios (y tiempos) libres de estas pantallas a las que, sin duda, acuden los alumnos en cuanto salen por la puerta?

¿Es WhatsApp una herramienta útil para impulsar y mejorar la comunicación entre familias y profesores… o utilizarlo puede hacer que los padres acaben traspasando el límite entre lo profesional y lo personal con los docentes?

¿Cuáles son los mayores retos a los que se enfrentan los estudiantes, nativos digitales, en una sociedad de marcado carácter tecnológico como la actual? ¿Quizá a la pérdida de las conexiones, y habilidades, humanas?

Profundizamos en estas cuestiones con Rosa Domínguez, directora del Grado de Pedagogía y profesora del Grado en Educación Primaria de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), en esta Entrevista MAGISTERIO.

¿En qué momento nos encontramos en cuanto a integración de las tecnologías a nivel educativo?
–Las tecnologías ya han calado por completo en nuestras vidas. Ahora vamos adaptando sus usos y potencialidades a la educación. Estamos en un momento crucial, bajo mi punto de vista. Dependiendo de qué sentido educativo les demos y cómo formemos a los profesionales que trabajarán con ellas serán instrumentos como en su día lo fueron la pizarra o una pantalla en la que proyectar.

Pero tienen unas potencialidades mucho más allá de las instrumentales, pudiendo confirmarse como herramientas realmente útiles y atractivas.

¿Qué efectos está teniendo su irrupción en las aulas? ¿Suponen un apoyo para los profesores a la hora de impartir sus asignaturas…?
–Esta pregunta puede ser contestada de tantas formas como docentes hay. El efecto va a depender del profesor, de su formación y su interés en integrarlas. Habrá quien las utilice simplemente para el envío de las tareas a los estudiantes y quien provoque el conocimiento y la curiosidad a través de ellas. Es vital la formación de los profesionales en activo en esta línea.

¿Se les exige más por las supuestas facilidades que se asocian a la tecnología?
–En muchos casos se exige su uso por la visión de actualidad que se relaciona con su uso, en otros por las facilidades reales que ofrecen en el envío de documentación, por ejemplo.

El problema de exigir su uso es que en muchas ocasiones se da por sentado que los docentes saben crear salas multimedias, utilizar los diferentes campus y plataformas, programas y aplicaciones… cuando en algunos casos les resulta complicado incluso la revisión diaria de un correo electrónico.

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Dependiendo de qué sentido educativo les demos a las tecnologías y cómo formemos a los docentes, serán instrumentos como en su día lo fueron la pizarra o una pantalla en la que proyectar

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En cuanto a los alumnos, ¿son una ventaja, algo que les beneficie a la hora de aprender… o una distracción más?
–Desde mi punto de vista, son una ventaja. Si sabemos utilizarlas en busca del conocimiento, les hará el aprendizaje mucho más atractivo, y tienen la capacidad de adaptarse a las dificultades que presenten los estudiantes y potenciar otras competencias trasversales.

Smartphones en clase… ¿sí o no?
–Tal y como lo entendemos ahora mismo, rotundamente no. Pero es algo hacia lo que tendremos que avanzar: la prohibición los hace más atractivos en según qué edades. Mi apuesta es formar a los docentes para que puedan crear contenido y desarrollar sus clases gracias a los smartphones, no a pesar de ellos.

También hacer contratos de uso con los estudiantes y formaciones en las que se priorice que conozcan los límites que deben establecer para garantizar su seguridad como usuarios virtuales. Una vez establecida esta base, yo creo que son un recurso muy accesible y potencialmente educativo.

WhatsApp es una app mundialmente conocida y utilizada, que puede ser muy útil para la comunicación. ¿Lo es en el ámbito escolar?
–Por ahora no se le suele dar uso con fines educativos, más allá de algún grupo en el que se discutan y traten temas pedagógicos. En el ámbito escolar su uso suele ceñirse a los grupos de las familias, con el riesgo que conlleva respecto a malentendidos y comentarios fuera de tono.

Sí que es una vía sencilla y rápida de comunicación para cuestiones no urgentes pero importantes. Aunque en este sentido se suelen utilizar apps educativas de las comunidades autónomas/centros educativos o bien el correo electrónico, por ser vías más formales.

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En muchas ocasiones se da por sentado que los docentes saben utilizar plataformas, programas y aplicaciones cuando en algunos casos les resulta complicado incluso la revisión diaria de un correo electrónico

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¿En qué sentido puede ser beneficioso? ¿Puede favorecer una educación más personalizada, un trato más directo y único entre familias y profesores?
–Sí, podría. Pero, al ser informal, el docente debe ofrecer su número personal para cuestiones laborales, con lo que esto conlleva e implica en limitaciones (o extralimitaciones, mejor dicho) de tiempo. Hay familias que escriben a los docentes en horario nocturno, festivo o fin de semana, algo claramente fuera de lugar.

Desde mi perspectiva, el trato directo y único puede ofrecerse independientemente de la tecnología o aplicación que se utilice. La cercanía y buena comunicación dependen más del interés de las partes y el respeto mutuo que de qué aplicación o vía de comunicación utilizamos para ello.

¿Deberían los profesores adaptar sus clases y metodologías a esta herramienta, teniendo en cuenta que los chicos y chicas de hoy en día viven en WhatsApp y demás redes sociales? ¿Clases, deberes, dudas… a través de WhatsApp?
–No considero que sea adecuada una adaptación total, porque estaríamos perdiendo muchísimas ventajas del resto de herramientas y formatos, pero con un uso apropiado y a partir de cierta edad puede ser una vía para tenerles conectados al conocimiento.

Creo que un buen uso de una aplicación/red social puede promover mucho más el aprendizaje que una explicación exhaustiva y detallada. Por ejemplo, haciendo que busquen en la red social contenido relacionado o haciendo encuestas a través de Whatsapp para conocer la opinión de sus contactos.

No es tanto qué utilicemos sino cómo lo utilizamos, y aquí la gran protagonista es la creatividad del docente al plantear la tarea.

¿Qué peligros puede haber? ¿Integrar WhatsApp a este nivel haría que los alumnos fueran aún más esclavos y dependientes del teléfono?
–Los peligros pueden ser medidos y reducidos si somos capaces de darle un buen uso como recurso educativo. Además, de forma trasversal, estaríamos educando a los estudiantes en su buen uso y en cómo evitar los abusos a través de esta aplicación.

Siendo totalmente honesta, no creo que se les haga más esclavos/dependientes, sino que estarían utilizando algo que ya usan constantemente con fines menos lúdicos y más educativos, al menos durante una serie de horas. De manera que estarían con su teléfono, algo que de todas formas iban a hacer, pero con un fin que les beneficiará a la larga en su formación como individuos y como sociedad, algo que sí que es un punto diferenciador con respecto al resto de quehaceres con el smartphone.

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El trato directo y único entre profesores y familias puede ofrecerse independientemente de la tecnología que se utilice. La cercanía y buena comunicación dependen más del interés de las partes y el respeto mutuo que de qué aplicación o vía de comunicación utilizamos

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¿Qué ocurre con habilidades personales, como la comunicación oral o la empatía, si integramos WhatsApp a este nivel? ¿No deberíamos enseñar, sobre todo a los más jóvenes, a comunicarse más allá de las pantallas?
–Realmente, la forma de comunicación prioritaria hoy son las pantallas. Sea por Whatsapp, correo electrónico, red social, red social laboral o demás espacios. Es una realidad que vivimos a través de la red con la misma o incluso mayor intensidad de cómo vivimos fuera de ella.

En cualquier caso, la comunicación no verbal también podría trabajarse a través de vídeos… ¡incluso mejor! Ya que podemos parar, analizar y revisar cada movimiento y expresión para que sea mejorada; mientras que cuando el discurso es en directo, no es una opción, ya que el hablante no puede verse en tercera persona para mejorar, algo que una pantalla sí permite.

¿Y con algunos de los inconvenientes que se asocian a esta app, como es el hecho de que cree adicción al tratarse de mensajes instantáneos, o malentendidos al no expresarse el tono de los mensajes…?
–La instantaneidad es la dinámica de nuestra sociedad actual. Creo firmemente que se pueden y deben promover espacios de quietud y reflexión también a través de las aplicaciones de este tipo.

En cuanto a los malentendidos por la forma de expresión considero que podemos entenderlo como algo negativo o como una oportunidad para precisamente ver los diferentes puntos de vista y analizar cómo un mismo mensaje puede tener diversas lecturas, potenciando así la empatía, la comprensión y también buscando que cuando sean adultos puedan ofrecer la posibilidad a una segunda explicación ante un mensaje inadecuado.

Si bien es cierto que el uso de la mensajería instantánea es un gran potenciador de malentendidos en la comunicación, también lo es que la educación tiene la capacidad de transformar estas situaciones en experiencias de aprendizaje donde se busque ponernos en el lugar del otro antes de interpretar su mensaje, por ejemplo.

¿Puedes hacer una valoración de ChatGPT a nivel educativo?
–Creo que a nivel general crea controversia, incluso miedo, porque desconocemos el alcance y cómo hacer un buen uso. Pero también ocurrió esto cuando Internet se democratizó o los libros electrónicos comenzaron a ser muy asequibles, y las personas seguimos escribiendo a mano y leyendo en libros de papel.

Es un recurso que puede ayudarnos mucho si le damos el uso adecuado y no tenemos miedo a la relación educativa que podemos establecer. Para ello hay que formarse bien en este ámbito y utilizar la creatividad del docente para transformar la herramienta en un recurso de aprendizaje.

¿Los estudiantes de hoy en día realmente lo tienen más fácil por las facilidades que ofrecen las tecnologías… o, simplemente, se enfrentan a otros retos? ¿Cuáles?
–Tienen más fácil el acceso a la información, pero se enfrentan al reto de reconocer cuál es la información fidedigna y cuál es una falacia o un fake. Tienen más fácil ser críticos con el mundo que les rodea, pero se enfrentan al reto de unos algoritmos que les ofrecen justo lo que han detectado que les gusta/atrae/interesa, de modo que solamente se retroalimentan con lo que las diferentes aplicaciones detectan como foco de interés.

Tienen más fácil estar comunicados de forma directa con quien quieran, pero se enfrentan al reto de poner límites en la comunicación con conocidos y desconocidos y de autolimitar la información que ofrecen sobre sí mismos por los riesgos que podría conllevar.

Cada momento histórico educativo tiene sus facilidades y retos, y es mucho más sencillo analizarlos con retrospectiva, algo para lo que nos quedan unas décadas.

Lo que sí está claro es que la educación no puede ser impermeable a aquello que empapa la sociedad en la que se da, y hoy y ahora hablamos de redes sociales, Internet, Whatsapp, Inteligencia Artificial, ChatGTP y demás.

Los profesionales de la educación deben tomar lo que caracteriza a la sociedad actual y lo que atrae a los estudiantes que llenan sus aulas y convertirlo en situaciones de aprendizaje. Es la única forma de que la educación siga avanzando y la sociedad tenga ciudadanos mejor formados que la generación anterior.

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