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Especial Premios Magisterio

Cristóbal Cobo: "(Re)conocer los errores del pasado no es suficiente para enfrentar con éxito los retos de hoy (y mañana)"

En la víspera de los Premios Magisterio a los Protagonistas de la Educación, en que Cristóbal Cobo recibirá el Premio Internacional de la Universidad Europea de Madrid, el experto en tecnologías de la educación responde, entre viaje y viaje, a un cuestionario apresurado para Magisterio. Se lo agradecemos, y aprovechamos para felicitarle por su reciente reconocimiento.
Saray MarquésLunes, 16 de diciembre de 2024
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El especialista en tecnología y educación Cristóbal Cobo.

En los Premios Magisterio 2024, el experto en IA y Educación será distinguido con el Premio Internacional de la Universidad Europea de Madrid. Siempre es bueno pararse a escuchar a Cristóbal Cobo. Doctorado Cum Laude en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha sido profesor invitado en más de 20 universidades e investigador asociado en la universidad de Oxford. Ha colaborado con numerosos organismos, como es el caso del Banco Interamericano de Desarrollo, y ha escrito diversos libros, como Acepto las condiciones: Usos y abusos de las tecnologías digitales. En medio de tanto ruido y polarización, de tantos debates simplistas, Cobo nos invita a educar más que prohibir, a reflexionar en lugar de guiarnos por las inercias en el uso de las tecnologías.

Usted ha escrito recientemente sobre la revolución que la IA significará en educación, ¿no estaremos viviendo una nueva burbuja tecnológica con la IA como la de las empresas punto-com de final de los 90, la de la industria de las telecomunicaciones o la de las criptomonedas y la ‘blockchain’ en la que todavía estamos? 
–Puede ser. Pero también puede no ser una burbuja. Solo lo sabremos más adelante. (Re)conocer los errores del pasado no es suficiente para enfrentar con éxito los retos de hoy (y mañana). Las burbujas no sólo tienen que ver con cuánto dinero y furor generan los cambios tecnológicos, sino con un constante desajuste entre la velocidad del cambio tecnológico y la capacidad de adopción social. Visto en perspectiva claramente Internet (punto com) no fue una burbuja. Cambió la manera en que se reinterpretaría la arquitectura social, política, económica y cultural de nuestra sociedad a comienzos del siglo XXI. Podemos decir que su adopción fue lenta y rápida a la vez.

Entonces la pregunta que tenemos ahora es si la inteligencia artificial, una tecnología que no terminamos de entender, puede responder a la enorme cantidad de expectativas que se le han asignado (no solo en educación). Probablemente pueda responder a algunas de las promesas en el corto plazo y otras en el mediano plazo. Pero difícilmente a todas. Vienen decepciones en el camino. También es predecible que a muchas instituciones les tome un gran esfuerzo poder ponerse en sintonía con este nuevo ciclo de cambios.

Creo que el reto no está en predecir el futuro, ni tampoco en resistirse a él. Sino en revisar con apertura y también con cierta cautela los cambios que acontecen.

Como punto de partida, yo prefiero pensar en cómo adaptamos la inteligencia artificial a la educación (y no al revés). Y en el segundo lugar, cómo hacemos para que estos cambios no dejen desprotegidos a los más vulnerables. Si bajo ese marco, el cambio tecnológico es una fuerza de transformación, bienvenido sea. Pero que no sea a cualquier costo.

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Como punto de partida, yo prefiero pensar en cómo adaptamos la inteligencia artificial a la educación (y no al revés)

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En su informe sobre IA y Educación ustedes señalan 9 innovaciones educativas usando la IA que implican cambios profundos en la función docente… ¿qué van a hacer los profesores/as del futuro? ¿Vamos a necesitar profesores/as en el futuro? ¿Qué formación inicial van a necesitar?
–Efectivamente, muchos de los cambios que se han identificado como posibles transformaciones que emergen de la inteligencia artificial en la educación pueden cambiar muchas reglas del juego en educación. En primer lugar, hay que aclarar que aún no contamos con evidencia suficiente y que solo contamos con información imperfecta.

Vamos a la educación. Cuando pensamos en la función docente, hay muchas actividades que son profundamente humanas. Por ejemplo, conectar con los estudiantes, generar empatía, acompañar a un estudiante que está con baja autoestima o gestionar las emociones durante el proceso de aprendizaje. Pero, hay otras funciones que quizás pueden ser asistidas con algún tipo de herramienta de inteligencia artificial generativa. Por ejemplo, responder a una duda de tipo administrativa, sugerir bibliografía adicional, recomendar un ejercicio más fácil o difícil según sea el nivel de aprendizaje del estudiante o elaborar ciertos tipos de reportes. Entonces, antes de pensar en estas tecnologías, quizás hay que discutir primero si hay funciones que pueden ser automatizados (y de ser así cómo mitigar los posibles riesgos asociados). Y quizá lo más importante, identificar claramente qué funciones docentes no queremos que sean automatizadas. Este creo que es el punto de partida.

Sólo entonces estaremos en condiciones de pensar junto a la comunidad educativa cómo preparar a los docentes para desempeñarse en este nuevo contexto. Cuando digo esto lo estoy pensando no tanto en cuanto a las habilidades instrumentales y tecnológicas sino más bien en las capacidades de análisis crítico, y pedagógico, y también de orden ético para desempeñarse en un contexto de inteligencias híbridas (dónde interactuamos con inteligencias artificiales, inteligencias humanas, pero también con combinaciones de ambas).

Creo que el tipo de formación docente va a depender mucho del contexto, de la edad de los estudiantes, del tipo de competencias en el uso de la IA, así como del tipo de ayuda y acompañamiento que ofrezca el sistema educativo para desempeñarse en este contexto. Quizás es bueno recordar que esto no es un reto exclusivo del sector docente. Médicos, abogados y muchas otras profesiones están en una transición similar.

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Creo que el punto de partida es identificar claramente qué funciones docentes no queremos que sean automatizadas

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¿Ha seguido el debate que se ha dado España en busca de un modo de proteger al menor en entornos digitales? ¿Qué le ha parecido el informe del comité de expertos resultante?
–Conozco el informe. Es un trabajo importante. Pone los énfasis sobre los temas centrales. Hay muchísimo conocimiento en ese trabajo que es necesario decantar, depurar, y empaquetar de una manera en que sea de utilidad para la comunidad. Muchas de las ideas que plantea este informe las sabemos muy bien hace una década o más. Eso no le quita relevancia, pero se pone en evidencia que la tecnología evoluciona a un ritmo muy rápido y que la sociedad va en rezago en su capacidad de entender y atender estos temas vinculados a las prácticas digitales.

Creo que en alguna medida podemos decir que este informe es un signo en nuestros tiempos. Pone el dedo en las cautelas, las inquietudes y los pánicos que han generado los efectos no deseados de la cultura digital en la sociedad, especialmente para las edades más tempranas.

El informe plantea un desbordante número de medidas a implementar (más de 100). Muchas de estas medidas están centradas en regular, monitorear, supervisar y prevenir. Como es natural, algunas medidas son más relevantes para unas comunidades que para otras. Pero me quedo con una perspectiva que no tiene tanto que ver con regulación sino con la sensibilización, el valor de la familia (que se menciona en este trabajo). Es importante recordar que el uso de las tecnologías digitales tiene un fuertísimo componente social. El capital cultural suele ser un fuerte predictor del uso de la tecnología. Si un niño crece en un contexto de estimulación cultural, los recursos cognitivos y emocionales con que cuenta para enfrentar los retos de la vida digital serán diferentes al resto. Esperar que las instituciones del Estado sean capaces de resolver o de suplir todos los déficits que existen en la sociedad digital quizá es algo a repensar. Por eso que padres y madres tienen que ser parte de esta gran conversación, esperar que sólo los organismos reguladores por sí solos vayan a resolver las tensiones que ahí se discuten es algo que quizá haya que revisar.

Este informe me parecía una estupenda oportunidad para profundizar en detalle sobre las implicaciones de la inteligencia artificial (IA) en la educación, navegando entre sus beneficios y sus riesgos. Si bien la IA se menciona muchas veces, creo que entrar en este tema en profundidad es algo que tal vez quedó pendiente.

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El capital cultural suele ser un fuerte predictor del uso de la tecnología. Si un niño crece en un contexto de estimulación cultural, los recursos cognitivos y emocionales con que cuenta para enfrentar los retos de la vida digital serán diferentes al resto

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Si se remonta a sus inicios en Ceibal, ¿cree que en general hemos avanzado en términos de competencia digital, de ciudadanía digital? ¿Cuál es su balance si echa la vista atrás?
–Al igual que la madurez de la sociedad en su relación con la tecnología, la conceptualización de las competencias digitales también ha ido mutando en el tiempo. Hoy día concebir las competencias digitales exclusivamente como de orden instrumental sería una limitación enorme. No sólo porque la tecnología evoluciona y por lo tanto el tipo de destrezas asociadas, sino que por una razón mucho más importante. Las competencias digitales están directamente asociadas con un conjunto de otras destrezas de tipo cognitivo, y también de orden socio emocional. La destreza en las competencias digitales suelen ser un reflejo de otros saberes fundacionales.

Dicho de otra manera, mientras más habilidad y competencia tenemos en la lectura de libros y textos complejos mejor preparados estamos para desempeñarnos en el uso de las tecnologías de información y comunicación. Hoy sabemos que no basta que eso saber qué software utilizar. El saber instrumental está supeditado a aprender a pensar, aprender a crear y comprender información y hoy más que nunca aprender a depurar y cuestionar información.

Pero este no es el final de la historia, hoy vemos una agenda preocupada de establecer límites (en algunos países mediante la autorregulación y en otros vía la prohibición), tiempo en pantalla, un uso más selectivo de los dispositivos, control de edades mínimas de uso de tecnología, entre muchos otros. Dicho de otra manera, tras años de asignar muchas bondades a la tecnología ahora se envía un mensaje de que los estudiantes deben estar preparados para los retos asociados con desempeñarse en entornos de cada vez más abundancia tecnológica. Hemos aprendido que es importante aprender a desempeñarse en contextos con y sin tecnología.

Por otra parte, también ha ganado relevancia la importancia de comprender cómo funcionan estas tecnologías. Ya sea para entender cómo se crea esta tecnología o bien cómo aplicarlas para la resolución de problemas en contextos prácticos. Esto ha evolucionado desde la informática, pasando por el pensamiento computacional, el pensamiento algorítmico, las ciencias de la computación y ahora lo que algunos llaman una fluidez en el uso de la inteligencia artificial.

Dudo que este sea el único camino. Me animo a pensar que cada vez más vamos a avanzar a un contexto donde la tecnología se inserta de manera transversal en la distintas disciplinas y campos del saber y, por qué no, también en nuestra manera de pensarnos. 

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