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Drogas, alcohol, juego, sexo, bandas, sectas: esos atajos en la vida que conducen al precipicio

Sexta entrega del podcast de Javier Urra, centrado en las drogas, el alcohol, la ludopatía, las bandas, las sectas... todos ellos, atajos que acaban llevándonos al abismo.
Jueves, 5 de diciembre de 2024
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A la vida se le puede pedir lo que la vida puede dar, no más. Y, sin embargo, el ser humano tiende a la adicción. Hay quien hace deporte y hay quien lo reconvierte en vigorexia. Quien trabaja y quien, como yo, trabaja en exceso de manera continuada. Es una auténtica adicción al trabajo. Hay quien tiene un sexo placentero y quien se hace adicto al sexo. Hay quien tiene un consumo moderado del alcohol y quien se hace alcohólico o adicto a otro tipo de drogas…

El ser humano tiende a buscar atajos porque a veces sufre, tiene duelos, tiene que despedirse de los seres más queridos… Y entonces busca sus atajos. A veces en la droga.

Hemos visto famosos que se quedaban solos o dejaban de recibir el aplauso y han caído. En la droga. O han generado una cirrosis hepática. O…

Qué terrible la adicción, que te obsesiona, te esclaviza, te resta la libertad, daña tu relación.

Hablamos, por ejemplo, de la ludopatía. No de rellenar una quiniela. No de comprar una lotería para la Navidad, que tiene mucho de social y muy poco de adictivo. La adicción que se produce con una máquina tragaperras. En un casino. La adicción de esos jóvenes muy jóvenes que entran en algunos lugares para el juego normalmente puestos en esquinas, en calles de las ciudades, en las partes más deprimidas. En algunos se les da de comer gratis, se les da de beber a cambio de engancharlos para el juego.

El juego es un problemón. El Estado recauda unas cantidades muy importantes con tasas, con impuestos. También es verdad que hay un número importante de personas que trabajan directamente en el juego y muchas más de forma indirecta. Pero el juego, que antiguamente se planteó como un tema de vicio moral en el DSM se entiende como un trastorno de los impulsos, una incapacidad para dominar lo que racionalmente crees que no debes de hacer.

También se ha planteado la ludopatía se planteó desde la quiebra económica, es decir, el jugador se mete en unos problemas económicos realmente graves, pero este no es el tema esencial. El ludópata acaba rompiendo con su pareja, tiene un grave problema con sus hijos, sus amigos dejan de serlo porque les debe dinero… Y entra en una forma de pensar, de discurrir, de comportarse destructiva. Un alto número acaban teniendo una conducta suicida, porque ven que están dañando a los demás y que su adicción es realmente compulsiva.

El ludopatía es uno de esos atajos que conducen al abismo, como el alcohol y las drogas. La pregunta es ¿qué es antes el alcohol, las drogas o el juego? ¿Acabas siendo jugador o vas a jugar y tomas alcohol y drogas? No tengo una respuesta categórica. Lo que sí puedo aportar es que el jugador tiene unas características de personalidad llamativas: le gusta jugar, apuesta, se excita con anterioridad fisiológicamente de lo que va a acontecer en el juego.

Luego depende mucho el país donde esté, si hay mucha permisividad con el juego, también su familia: si se lo reprocha, si le ayuda a salir de ahí. Porque con un ludópata hay que intervenir. Y cuando intervenimos los psicólogos, la primera clave está en que el jugador reconozca que es jugador. Que tiene un problema. Que quiere salir de ese problema con el apoyo de un verdadero experto. A partir de ahí, el experto tiene que conseguir que la familia, si es que quedan restos de ese naufragio emocional, nos ayude. A veces una pareja se convierte en el salvavidas de la persona. Es la que tira hacia adelante, la que lucha por sacarla adelante. La que le tira –»yo estoy aquí y te espero y te quiero y voy a luchar por ti»–. Las personas salvavidas son fundamentales para el terapeuta.

A partir de ahí, el jugador o jugadora tiene que romper con sus hábitos o conductas, no puede estar en un entorno de jugadores, tiene que cambiar sus tiempos de ocio, de actividad, salir de esa realidad. No puede tener acceso fácil al dinero, porque se lo va a jugar. Hay que establecer objetivos y hay que enseñarle al jugador que la vida tiene sentido sin el juego y que puedes pasar una tarde muy agradable leyendo un libro, viendo una conferencia, reuniéndote con los amigos sin ir al juego. Este criterio es realmente importante. Y la última etapa sería la de ver qué acontece, anticipar qué acontece si hay una recaída. Es más, a veces los terapeutas provocamos sin que la persona sepa una recaída para ver qué recursos, qué habilidades, qué pensamientos alternativos, que conductas ha aprendido para escapar de esa triste realidad que es poner la vida en juego.

El juego es un atajo, hay quien se engancha porque tiene baja autoestima, o problemas en el trabajo, o en la familia. «Para evadirme de todo esto me meto en el juego». Mal atajo, mala decisión.

Otro atajo son las bandas. Hay chicos jóvenes que no se sienten bien, que no están a gusto consigo mismos y buscan un grupo de iguales, un grupo de hermanos, un grupo de pertenencia que a veces es una banda cuya característica primordial suele ser la violencia, que se ejerce contra otros que son otra banda y por lo tanto se plantean dañar.

Me acuerdo estando de guardia en la Fiscalía de un muchacho que vino. Nos lo trajo la policía. Estaba totalmente ensangrentado. La madre estaba deshecha, llorando. Su hijo acababa de matar en la calle Ibiza de Madrid y yo le pasé algunas pruebas. La última pregunta que le hice a este joven es: ¿Pero, cómo lo has podido hacer? Y me dijo porque era de la otra banda. A quien acababa de matar era a su hermano. A su hermano. Y lo mató. Podría haber muerto él. Pero lo mató porque era de la otra banda. Creo que con este hecho terrible, lamentable, que os comparto, aclaro qué significa ser sustraído por una banda.

Alcohol. Drogas. Ludopatía. Bandas. Estoy hablando de atajos. Atajos existenciales que conducen sin duda al precipicio. Y aquí llego a las sectas. Quien pertenece a una secta dice: «Yo estoy muy a gusto. Yo estoy bien. Me tratan bien. Déjeme en paz». Podemos intervenir, si vemos que se le ha mandado un billete cuando tiene 17 años, para que cuando cumpla los 18 viajé a la selva amazónica, intervenimos desde la Fiscalía y se sanciona. Pero cuando alguien es adulto y está en un grupo sectario no se da cuenta de que el líder normalmente es un abusador, abusador sexual, abusador económico, abusador mental. Y una vez que tú estás en un grupo sectario, tú puedes creerte libre, pero no tienes capacidad volitiva para decidir salirte. Es más, no te van a dejar salir. Este es el problema. Y es ahí donde la ayuda tiene que venir de fuera, porque desde el interior no va a existir. 

Con este tema pareciera que no hay tanto problema. Lo hay. En España hay más de 260 sectas. Yo he trabajado mucho la Nacional, con la Guardia Civil, pero al joven que le pillan y lo hacen sectario, la familia lo pierde. ¿Qué ocurre cuando intentas salir? Que entrar es muy fácil, pero salir es dificilísimo. Y el pensamiento muchas veces hace que esa persona se avergüence y no quiera volver a la vida ordinaria, a la vida común.

Empezaba diciendo «A la vida no se le puede pedir más de lo que la vida puede dar». La vida es comprometerse. La vida es luchar por los demás. La vida es apasionarse. La vida es saber que tendrá un final. La vida es saber que la vida no es justa, que hay gente hospitalizada, que hay quien viene bebido y se salta un stop y mata. Una persona que iba perfectamente y que tenía toda una vida por delante. La vida no es justa. La vida es lo que nos queda por vivir. Y ese es el compromiso. Pero la vida hay que llevarla en los propios brazos. La vida no es Disney. La vida no es un parque temático. Y por tanto esos atajos: alcohol, drogas, juego, bandas, sectas… nos llevan al abismo, a estar disconformes con nosotros mismos, a quejarnos, a tener una verdadera náusea existencial.

Tendríamos que ponernos un delimitador de deseos y, eso sí, marcar los objetivos en la vida que requiere planificar, conseguir, caer, levantarnos. Fortalecer nuestro carácter. Este es el mensaje que os quería transmitir y espero que consiga. ¿Y si usted ya ha caído? Si usted ya ha caído, póngase en contacto con un buen terapeuta que le ayudará a restablecer los lazos de salud con la sociedad, con el entorno, con las personas, a agradecer a la vida lo que tenemos, que es exactamente eso, la vida. 

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