La misma pasta
Nuestro sistema educativo ha apostado tan fuerte por la igualdad entre los discentes que ésta prevalece en las aulas por encima de la calidad. Si hay que elegir entre igualdad o calidad, sin dudarlo por un instante, será la igualdad la que sobresalga, aunque esto suponga rebajar la exigencia académica y convertir las aulas en centros recreativos donde se realizan innumerables proyectos lúdicos y tecnológicos que entretienen hasta a los alumnos más disruptivos, pero que aportan más bien poco al crecimiento intelectual de los que sí están dispuestos a aprender alguna cosa.
Por eso sorprende tanto, en estos tiempos en que la ideología progresista no se cansa de defender esa idílica igualdad, que alguna ministra insista una y otra vez en afirmar que “nosotros no somos como vosotros” y no haga nada por remediarlo. Algo habrá que hacer desde las más altas instancias si las personas que militan en otros partidos políticos de derechas y sus votantes no son iguales a todos aquellos que pertenecen y están en la órbita de los partidos del frente progresista.
Alguno afirmará que nada se debería hacer, pues la realidad judicial se está imponiendo día tras día, mostrando a las claras que todos estamos hechos de la misma pasta. Ya que todas las personas, sin importar su ideología política, son capaces de lo mejor y de lo peor. Y si no, tiempo al tiempo.