Ser superdotado intelectual en 1980
Decir en los años 80 que eras un niño con superdotación intelectual, era como intentar establecer una conversación con otra persona en un idioma muerto. No había docente en España que tuviera conocimientos de este tema en 1980; primero, porque en la carrera de magisterio no existía una materia en específico sobre las altas capacidades y la forma de abordarlo desde el sistema educativo, y segundo porque tampoco sabían asignarle un nombre en concreto a algo que muchos no sabían ni siquiera que pudiera existir. Mientras Estados Unidos en este campo incluso ya en los años 80 estaba avanzadísimo, aquí en España te podían llegar a calificar (hecho que ocurría con habitualidad) como un niño con discapacitado intelectual. Somos muchos los que en un momento dado nos metieron en esta categoría, confundiendo la mente abstracta de un niño que estaba pendiente de otros temas que sí suscitaban su interés, con la de una un niño con discapacidad intelectual. Todo lo que sucedía en aquella época con los superdotados intelectuales era tan anticientífico y con tan poco rigor que muchos en edad tardía siguen preguntándose ¿en qué momento un colegio decidió catalogarme con discapacidad intelectual si yo era capaz a la edad de ocho años de leer obras complejas que no eran correspondientes, en teoría, a mi desarrollo?
Aunque en España aún se está muy lejos de decirse que tienen un modelo excepcional para niños con superdotación intelectual, sí que es cierto que ahora los padres, familiares o colegios cuentan con los mecanismos suficientes para darle un nombre y poder hallar información valiosa aplicándolo en las condiciones científicas sobre el menor en cuestión. Si nos desplazamos a 1990 el tema sí que empezaba a sonar en los medios de comunicación, pero con un handicap importante, entrevistaban a niños que aumentaban el estereotipo del superdotado intelectual dándole un tratamiento sensacionalista y poco ético socialmente desde mi punto de vista. Ya en el año 2000 sí era posible constituirte en ciertos grupos con superdotados intelectuales y cambiar información y experiencias para enriquecer un debate que quedaba en la marginalidad de unas cuantas familias, que durante años, tampoco contaron con los recursos para llevarlo en las condiciones más optimas entre el niño y los adultos a cargo de dicho niño.