Gabriel Galdón: El profesor de secundaria es el mayor héroe de esta sociedad
Gabriel Galdón, profesor durante mucho tiempo en la universidad, acaba de escribir, después de jubilarse, este libro: “Aquel que se salva, sabe”. ¿Por qué, cuando tiene que resumir lo que sabe, lo más importante, escribe precisamente un libro que podemos calificar como de religión?
De religión, espiritualidad y cultura. Porque la religión tiene una proyección en todo lo humano. Porque es lo que mi corazón me pide; mi corazón y mi inteligencia. Yo he tenido que escribir muchos libros y de todo. Sobre periodismo: documentación, teoría del periodismo. Pero una vez que ya me jubilé y que ya había terminado los proyectos de investigación, de docencia, lo que hice fue discernir y preguntarle a Dios -hay una voz que es discernimiento-, preguntarle a Dios en la adoración el asunto qué tenía que hacer. Y vi muy claro que lo que tenía que hacer es escribir sobre los temas importantes que o se han olvidado o que están tergiversados por el materialismo imperante. En la palabra materialismo se puede resumir el progresismo, que es un regreso a la barbarie, como digo en el libro. Eso que la gente llama progresismo es un regreso a la barbarie, con tecnología punta, eso sí. Vi que tenía que hablar de Dios, de las personas humanas, de los cristianos y de nuestra acción coherente. Me hice una lista de temas y salían unos 100 temas sobre los que he estudiado más, sobre los que he investigado y leído más, de los y puedo escribir con cierta autoridad. Me acordé de Guitton, ese filósofo que era amigo de Pablo VI y que escribió tantos libros buenísimos, que decía que un libro verdadero era aquel que era útil. Guitton no hablaba de la utilidad como el utilitarismo británico, sino que hablaba de que todo libro tendría que lograr un enriquecimiento moral, un enriquecimiento cultural y espiritual de las personas que lo leyeran. Con esas perspectivas empecé a tachar palabras y al final me quedé con 33 de las que yo había tenido experiencia vital en oración Empecé a escribir encomendándome al Espíritu Santo, diciéndole: Señor, que todo lo que escriba sea para tu gloria, para el bien de las almas. Empecé a escribir y aquí está el libro.
Tiene usted la idea clara de que la educación no tiene que aburrir, no tiene que ser una cosa repetitiva. Ha conseguido hablar de una cosa tan tradicional como la religión y ser entretenido. ¿Cómo?
Porque Dios da unos dones a unas personas y otros dones a otras. Y no nos da determinados dones para que no seamos soberbios. A mí no me ha dado muchos dones, pero uno de ellos es el don de la comunicación. Creo que en los 44 años que he estado dando clases, ninguna clase ha sido aburrida y lo que he escrito tampoco, incluso sobre temas un poco arduos. Ha sido un don que Dios me ha dado y que yo le agradezco. No tengo mérito, simplemente me ha dado el don. Me lo dijeron unos frailes a los que fui a ayudar a poner una televisión. Me dijeron: tiene usted, profesor Galdón, el don de la comunicación. Pues gracias a Dios; pero sí, no soy aburrido.
Según eso, no puede ser profesor cualquiera. Pero si la educación es problema ante todo de los padres, ellos deberían poder serlo.
Cuando Dios le da una misión a una persona, y la misión de ser padre se la da la vocación matrimonial, lleva a la fecundidad y a la paternidad, salvo que Dios, como fue el caso de Chesterton por ejemplo, no le dé hijos. En la mayor parte de los casos, si Dios te da hijos es porque da la gracia para poderlos educar. ¿Cuál es el problema? Que no conectamos con Dios, que no le damos al “ON” (botón) para hablar con Dios, para pedirle ayuda, etcétera. Una de las palabras es oración, como habrás leído. Y como decía un amigo mío muy andaluz, que no tenía estudios universitarios pero que tenía un sentido común impresionante, el problema de los católicos -lo decía en andaluz lógicamente- en España es que rezamos menos que los masones en carnaval. Las comparaciones andaluzas, como la de que veo menos que un muerto boca abajo tal, son absolutamente hiperbólicas, con la doble vuelta de la hipérbole. Y es verdad que rezamos muy poco. Dependemos de Dios para todo y si le pedimos la gracia, Dios nos la da. ¿Cuál es el problema de los matrimonios, de la familia? Que se reza muy poco y a veces mal. Solamente pedimos cosas materiales. Yo jamás le he pedido al Señor que me apruebe. Le pido al Señor el bien de las almas. O sea, pedirle y además pedirle con fe y con magnanimidad en la petición. Yo le pido al Señor todos los días que me dé su corazón. Es imposible, evidentemente en sentido estricto. Pero sí pedir que tenga sus mismos sentimientos, que transmita a los demás su amor, su cariño, su luz. Y por eso hablo de la luz, la luz de Dios que vino al mundo. Hay que pedirle esas cosas. Pero si le pedimos: Ay que no que no se caiga por la calle. Sí, hay que pedíselo, que no se caiga el niño por la calle, pero lo más importante es que el niño sea una persona buena, cristiana. Si no rezamos, no se arregla nada.
Imaginemos que yo estoy en mi clase y como aquí hay 33 palabras, en una clase de 25 a 30 chavales, digo: cada uno que elija una palabra y que haga un trabajo sobre esta palabra. ¿Le parece un buen recurso?
Muy bueno. Están leyendo el libro varios amigos míos. Esta es la primera entrevista y no ha dado tiempo a a promocionar el libro pero como he mandado a mis amigos aviso de que he publicado un libro, muchos lo han comprado y lo están leyendo. Hay uno que empezó por la palabra España, porque a esta persona le preocupa mucho España; otro es profesor y empezó por la palabra Enseñanza; ha habido gente que sí que ha empezado por el principio; hay uno que le ha encantado la palabra Humildad, dice es lo mejor que ha leído sobre la palabra humildad; otro dice que le ha servido la palabra Cultura y que ha cogido un montón de libros para hacerse una lista, dice que de aquí hasta que se muera, de los libros que pongo en cultura ha cogido todos los que no había leído, y eso que es un hombre que lee bastante. A cada uno le sirve más una cosa que otra, dependiendo de sus circunstancias, de su profesión. Hay mucha gente a la que está gustando la palabra Familia.
En los años 80, usted impartía la asignatura de documentación y todavía no había ordenadores. La documentación se recortaba en papel y se clasificaba. En esa carrera nos han ganado los ordenadores, pero también nos han esclavizado. ¿En qué podemos ganar o en qué tenemos que evitar que los ordenadores nos organicen la vida?
Los avances no significan destruir lo anterior. ¿Por qué tiene que desaparecer el vinilo o la máquina de escribir si hay personas que han estado toda la vida con la máquina de escribir y les gusta? Se ha hecho una idea del progreso tecnológico como si lo nuevo dejara todo lo demás ya arrumbado y está pasando con los libros. Los únicos inventos tecnológicos que solo tienen lado bueno, o sea que que no le ves ninguna cosa mala son la lavadora, el frigorífico y alguna cosa de estas más, porque la televisión depende como se utilice, internet depende cómo se utilice: tiene cosas buenísimas y cosas horrorosas. Por eso tenemos la necesidad cada vez más perentoria del sentido crítico ante los medios, ante los recursos que tenemos en todos los ámbitos, no solo ante los medios de comunicación. La formación del sentido crítico para mí es la principal tarea educativa: del sentido crítico movido por el afán de buscar la verdad, de buscar nuestro progreso verdadero, cultural, moral y social. Por eso hay una palabra que es discernimiento. Tenemos que discernir y el problema de la sociedad actual que no se piensa. Ante el progreso hay que preguntarse si esto me conviene o no me conviene, si esto me hace mejor o no, si hace que mi tiempo sea un tiempo para mi enriquecimiento o un tiempo perdido. Hay que educar a la gente para que antes de hacer cada cosa, de utilizar cada medio, piense, porque el tiempo es limitado y tenemos que hacer mucho bien. Si estamos todo el día con el Tiktok como pasa a muchos jóvenes, entonces ni leen, ni piensan, ni se enriquecen, ni hablan. El diálogo es importante.
¿Un profesor de cualquier asignatura debe despertar el afán de conocer la verdad, de poder discriminar o discernir entre la verdad y la mentira?
Y de que hay cosas mejores y cosas peores. Como no podemos abarcarlo todo, tenemos que elegir lo mejor. Lo mejor para nosotros de acuerdo también con nuestros gustos, porque no hay dos personas iguales. Yo en 44 años no me he encontrado dos personas que piensen lo mismo. Ni siquiera los gemelos o los mellizos. De acuerdo con cada persona lo primero es el conócete a ti mismo, es conocer a la persona y conocer qué cualidades tiene uno, qué es lo que quiere en la vida. Ahora hay un problema educativo muy gordo: que la gente no sabe lo que quiere. Yo a los 14 años ya sabía que iba a ser periodista, otra cosa es que luego vi que era mucho mejor ser profesor. Pero la gente no sabe lo que quiere y nada más que busca divertirse, y venga el baile. No hay un proyecto de persona y eso es parte de la educación de los padres y de los profesores. Yo empiezo mis clases en cursos de edades mayores, después de un día que escuché una canción y en los últimos 20 años mi primera clase era hacer un baile, ahora ya con la cadera un poco regular no, menos mal que ya me he jubilado… Pero era un chotis que decía: Qué importa saber quién soy ni de dónde vengo ni hacia dónde voy. Entonces hacía los pasitos del cha cha cha y la gente se reía. Y entonces decía: Pues es lo que más importa. Lo decía tajantemente. Saber quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Y eso lo tenéis que descubrir cada uno, yo no lo puedo decir a cada uno; lo puedo decir en general, qué es la persona humana, pero cada uno tiene que ver los accidentes. Quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos, qué queremos hacer y proyectar en el futuro. Si no sabemos lo que queremos, si no sabemos hacia dónde vamos, somos una hoja que la lleva el viento de las modas y no somos libres. Yo les hablaba luego de que estamos hechos para conocer la verdad y el bien en cada una de las posibilidades humanas. Les daba algunos contenidos, pero aclaraba: vosotros lo tenéis que descubrir.
¿El profesor de religión, además, tendría que despertar el deseo de hacer oración como un nivel más de sentido crítico?
Sí. Decía Dostoievski que él tenía una gran amor a la verdad y tenía un gran amor a Cristo, pero que si Cristo no fuera la verdad, prevalecería el amor a Cristo. Gracias a Dios Cristo es la verdad y es la verdad sobre el hombre según dice la Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, es decir, la plenitud de la verdad está en Cristo, que se nos ha revelado y es la verdad sobre el hombre, sobre cómo debemos comportarnos, lo que debemos saber, lo que debemos querer. Si hoy día los alumnos no saben esto, vamos mal, porque no descubrirán nunca la verdad plena que ilumina al hombre en todos los aspectos y que llena de sentido cada obrar, cada acto.
Sobre la palabra educación hace usted diversas reflexiones. ¿Al final la educación consiste en querer a la gente?
Consiste en amar, en primer lugar, en el amor a la verdad. Pongo un énfasis tremendo en el amor a la verdad, que se ha perdido en la sociedad, que la ha sustituido por el relato. Cada uno tiene su relato. No estoy hablando solo de política, pero en la política se ve muy claro. Lo que impera es el relato que cada uno tiene y por eso mienten y engañan para imponer lo que lo que ellos quieren comunicar, sea verdad o sea mentira, que normalmente es mentira. En Polonia el sindicato Solidaridad, cuando se enfrentó al comunismo, tenía pancartas que decían: 2 + 2 = 4. Es la verdad. Cuando se producen los totalitarismos es porque impera la mentira, no el amor a la verdad. Se ha perdido en la sociedad cuando la gente vota a una persona que se ha demostrado que miente y la gente le sigue votando. Ya nuestro amigo Jonathan Swift en los viajes de Gulliver, no me acuerdo si era en Liliput o en Laputa, relata un juicio en que el rey de aquel sitio está juzgando diversos delitos. A una persona que había robado no sé cuántas gallinas le pone una pena mínima y a una persona que había mentido le pone pena de muerte. Era la época victoriana y el pobre Gulliver se sorprende, porque Inglaterra al que miente no le pasa nada. Y el rey le dice: ¿qué es peor robar el cuerpo o robar el alma? Contesta: robar el alma. Cuando no se le da importancia a la verdad y todo es relato, conveniencia e interés, la sociedad se va al garete. Si una persona ama la verdad, si un profesor ama la verdad, procurará que todos sus contenidos sean verdaderos. Y ser verdadero significa que corresponda con lo que los alumnos necesitan, la verdad práctica de la que hablan algunos filósofos como Polo, etc. El libro verdadero es aquel que es útil. El libro puede contener todo tipo de verdades, pero si no es útil, si no sirve a las personas para su enriquecimiento, entonces… Yo muchas veces en la universidad hablaba con profesores cuando era decano, pues lo fui decano en dos sitios, sobre cómo dan las clases, cuáles eran los contenidos, etc., invitándoles a un café y con cariño. Cuando les decía: ¿y esto para qué le sirve a las personas? Si me contestaban: es que es lo que yo he estudiado, lo que me dieron en la Complutense, les sugería: piénsate si eso es útil. El amor a la ver verdad lleva no solo a que los contenidos sean verdaderos, sino a que sean útiles para esas personas, porque todos los amores van juntos: el amor a la verdad y el amor a la persona. Si uno quiere a la gente, quiere lo mejor para esas personas y entonces no les da mercancía averiada o no le da algo que no le sirva para nada o que le haga perder el tiempo.
El sentido práctico está en el título del libro. ¿Cómo convencer de que esto es práctico, de que esto es útil, a un mundo que no se quiere salvar o que no sabe que es salvarse?
Rezando. Antes de escribir cada palabra del libro, lo que hacía era rezar. Antes de cada clase yo siempre -he estado en varias universidades, en algunas no había oratorio, pero en otras sí- en la que estado los últimos 22 años, que ha sido en la San Pablo CEU, sí que había oratorio y antes de cada clase iba al oratorio y pedía: Señor, que todo lo que diga sea para el bien de las personas. Antes estudiaba y buscaba las anécdotas, o sea, hay que preparar las clases, claro. Porque eso de rezar y que el Señor lo haga todo, no. Tenemos que poner todos los medios humanos, eso decía San Josemaría, el fundador del Opus Dei, como si no hubiera ninguno sobrenatural, y todos los medios sobrenaturales como si no hubiera ninguno humano. Eso se hace ahora más perentorio que nunca porque la época es muy difícil y hay que ir completamente contracorriente. No solo tendréis que luchar con los problemas de los alumnos, de las familias desintegradas, sino con la inspección y la burocracia. Todo está en contra pero las batallas ganadas no tienen mérito, por ejemplo si somos cien contra cinco, pero si somos cinco contra mil, es más emocionante.
¿Qué podemos hacer por las familias, los profesores tienen también que preocuparse de los padres?
Yo creo que ahora mismo el Héroe mayor de esta sociedad es el profesor de secundaria. No es lo mismo que los alumnos vengan de unas familias cristianas, que sepan rezar, que sepan quién es Jesucristo y que además escuchen con agrado lo que les dices, a que vengan de familias desestructuradas, algunas, no todas, que gracias a Dios sigue habiendo familias buenas, pero pocas. ¿Qué haces? Cada uno lo que pueda, sin pensar en los frutos, simplemente: voy a hacer todo lo que esté en mi mano y luego ya dejarlo en manos de Dios. Este libro mismo, a mí me gustaría que lo leyeran todos los católicos españoles. Pero cuántos lo leerán: 200, 300, yo que sé. No está en mi mano. Está en mi mano el escribirlo, con todo el cariño del mundo. Buscar la verdad con cariño y si digo cosas duras las procuro decir del modo más caritativo posible. No me enfoco en lo negativo, sino en lo positivo. He tenido que esforzarme por no hacer crítica furibunda, porque a una persona apasionada como es la que está hablando contigo, le molesta mucho el mal. Y todo el mal que ve y la mentira. He procurado hacerlo todo positivo, esperanzado respecto al futuro, y luego ya Dios dirá.
Un diccionario, con su orden alfabético, suena a cosa que carece de unidad interna. Sin embargo, al leer este se ve una unión de cada palabra con la siguiente. ¿Cuál es el hilo que las une?
Hay varios hilos: la verdad que salva, la necesidad de que reflexionemos y seamos coherentes con esa verdad todos los católicos. Eso está en casi todas las palabras. Y que somos unos enchufados tremendos por tener fe y por tener la gracia que tenemos, y no podemos desaprovechar eso, ese don tan grande que Dios nos ha dado ante un mundo que está en la oscuridad y tener la luz de Cristo. Por eso el agradecimiento que sale por varias palabras también. Y esos son los tres hilos conductores.
Algunas palabras son de pura virtud humana. ¿Hasta qué punto la sociedad no puede vestirse con joyas si no tiene virtudes humanas?
Ese sería otro cuarto hilo conductor. Nos hemos acostumbrado a mentir, a permitir que se mienta. Y es inútil hablar de Dios a una persona que no te puede estar creyendo. Hay que rezar y ser muy cariñoso y muy comprensivo. El amor más que en dar está en comprender. Dentro de ese amor a los alumnos tal está el comprender su situación, comprender que no han tenido la misma educación que nosotros hemos tenido. Nosotros desde pequeños hemos creído en Dios y nos han dado el catecismo. Y nos lo creíamos porque nuestros padres lo creían y porque el ambiente lo creía bueno. No tenemos mucho mérito. Pero ahora no. Hace falta virtud humana, has dicho una idea que es también de San Josemaría, que no podemos ponernos joyas sobre los paños menores. Una de las peores cosas que han hecho el progresismo y la ciencia es lo que decía Ortega y Gasset en otro contexto, cuando hablaba de la barbarie de la especialización. Hemos desunido las cosas. Antes estaba todo unido. En el Siglo de Oro Lope de Vega hablaba del amor humano y de pronto hablaba del Amor divino, porque estaba todo unido. Ahora está todo separado. El diablo es el que separa. Por una parte lo material y por otra lo espiritual. ¡Si el hombre es una unidad, es un anfibio de cuerpo y alma! Una persona que es vaga no puede ser magnánima. Lo primero es: chico, trabaja, esfuérzate y conseguirás metas. También es vaguedad no reflexionar. La persona que no es reflexiva cómo se va a enterar de quién es Cristo si no piensa. Cómo va a hacer oración de meditación si no piensa en nada y no sabe pensar o no está acostumbrado. El ser humano es uno, por tanto, si no hay virtud humana, difícil que la haya sobrenatural. Y si no hay oración, no ayuda a la virtud humana, porque tenemos que pedirle ayuda para ser humildes, para ser generosos. Lo que ha hecho esta sociedad es separar, es terrible.
Supongamos que el profesor me pide que elija una de estas palabras para exponerla. ¿Cuál elegiría?
No lo sé porque todas las palabras son muy necesarias, que la gente reflexione sobre ellas. Yo soy adorador eucarístico, o sea adorador nocturno y luego durante el día procuro casi todos los días adorar donde pueda, ir a un sitio o a otro. La palabra Eucaristía para mí resume todos los hilos.
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