La tecnología como medio
Con motivo del Día Internacional de la Educación, desde ProFuturo, el programa de innovación educativa con tecnología impulsado por Fundación Telefónica y la Fundación ”la Caixa” queremos repasar las claves para aprovechar el potencial de la tecnología en la educación.
Uno de los puntos fundamentales que debemos tener en cuenta es que la tecnología en sí misma no es una solución mágica ni una amenaza para la enseñanza tradicional. La tecnología educativa es una herramienta poderosa cuando se utiliza de manera reflexiva y estratégica. Su verdadera fuerza radica en su capacidad para adaptarse a las necesidades cambiantes de la educación y en su potencial para proporcionar un acceso más equitativo a las oportunidades educativas. Pero como cualquier herramienta, su efectividad dependerá de cómo se utilice. Es crucial que no caigamos en la trampa de pensar que simplemente incorporar dispositivos y plataformas digitales en las aulas garantizará una mejora en el aprendizaje. Para que la tecnología funcione en las aulas, es necesario adoptar una visión integral que combine el acceso a la tecnología con la formación pedagógica adecuada.
Y es ahí donde gobiernos e instituciones educativas deben desarrollar estrategias digitales claras y bien estructuradas, que guíen la integración de la tecnología en los procesos educativos. Esto implica no solo proporcionar equipamiento y conectividad a las escuelas, sino también capacitar a los docentes para que sepan cómo utilizar estas herramientas de manera efectiva en el aula, adaptándolas a los distintos contextos y necesidades de los estudiantes.
El rol de los docentes es clave en este proceso. La incorporación de tecnología en la enseñanza conlleva un reto adicional: la formación de un nuevo profesional que debe dominar no solo los aspectos técnicos de las herramientas digitales, sino también ser capaz de integrarlas en su práctica pedagógica de manera innovadora. Los docentes no solo deben transmitir conocimientos, sino también construir experiencias de aprendizaje memorables y significativas para sus estudiantes. Para ello, es esencial que los maestros cuenten con formación continua que les permita desarrollar habilidades digitales y pedagógicas que vayan más allá de la mera transmisión de contenidos. Los programas de formación deben enfocarse en cómo utilizar las tecnologías para fomentar el pensamiento crítico, la creatividad y la colaboración entre los estudiantes.
Además, uno de los pilares de una integración tecnológica exitosa en la educación es la utilización de datos y evidencia para medir el impacto de las herramientas digitales. En ProFuturo medimos el impacto.
La tecnología no debe ser vista como un fin en sí misma, sino como un medio para mejorar el aprendizaje y promover una educación más equitativa. Para garantizar que los recursos tecnológicos realmente estén favoreciendo el aprendizaje de los estudiantes, es necesario contar con métodos de evaluación rigurosos que permitan medir su efectividad. La medición basada en datos permite a los educadores y responsables políticos identificar qué herramientas son más efectivas y en qué contextos se maximizan sus beneficios.
Esta evaluación continua tiene varios beneficios. En primer lugar, permite a las instituciones educativas tomar decisiones informadas sobre la adquisición de tecnología, el diseño curricular y las prácticas pedagógicas. También fomenta una cultura de mejora continua, en la que las intervenciones tecnológicas se ajustan según las necesidades de los estudiantes. Al analizar los datos recogidos de manera sistemática, los educadores pueden personalizar las experiencias de aprendizaje, promoviendo un enfoque más inclusivo y equitativo.
Además de los aspectos pedagógicos y técnicos, la tecnología debe integrarse de manera ética y responsable en el currículo escolar. Los estudiantes deben aprender a utilizar las herramientas digitales no solo con fines educativos, sino también con una comprensión crítica de su impacto en la sociedad. Es fundamental que el currículo contemple la enseñanza de habilidades como la alfabetización digital, la evaluación de la credibilidad de la información en línea, la protección de la privacidad y seguridad, y la participación respetuosa en las comunidades digitales. También debe promoverse la diversidad y la inclusión, tanto en el ámbito físico como digital, asegurando que todos los estudiantes, independientemente de su origen o habilidades, se sientan seguros y valorados en el entorno educativo.
La UNESCO ha resaltado la necesidad de preservar la autonomía humana en un mundo cada vez más automatizado, donde la inteligencia artificial juega un papel cada vez más protagónico. En su informe sobre inteligencia artificial y educación, la organización destaca que, aunque la automatización puede mejorar la eficiencia de los procesos educativos, es fundamental que el ser humano siga siendo el centro del proceso de enseñanza-aprendizaje. La inteligencia artificial no puede reemplazar la función pedagógica del docente, sino complementarla y potenciarla. A través de la integración de la IA, se pueden personalizar las experiencias educativas, pero siempre preservando la capacidad crítica y creativa de los estudiantes y asegurando que la tecnología se utilice con un enfoque ético y responsable.
En resumen, para que la tecnología funcione en la educación, debemos ir más allá de su simple implementación. No basta con equipar las escuelas con dispositivos y acceso a internet; es necesario adoptar un enfoque integral que involucre tanto a los docentes como a los estudiantes. Esto requiere una formación pedagógica adecuada, una evaluación constante basada en datos y evidencia, y una integración ética y reflexiva de las herramientas digitales. Solo así podremos garantizar que la tecnología sea un verdadero motor de cambio en la educación, mejorando la calidad del aprendizaje y ofreciendo a todos los estudiantes las mismas oportunidades para desarrollarse en un mundo digital.
El reto no es solo incorporar tecnología en las aulas, sino hacerlo de manera que potencie el aprendizaje, fomente el pensamiento crítico y forme ciudadanos digitales responsables y competentes. La educación del siglo XXI debe estar preparada para enfrentar estos desafíos, con una visión clara de cómo utilizar la tecnología como una herramienta estratégica para el progreso educativo.
Magdalena Brier es directora general de ProFuturo (programa impulsado por Fundación Telefónica y la Fundación “la Caixa”).