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No volvieron a casa por Navidad

Jesús Asensi
Profesor de Religión
14 de enero de 2025
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Nuestra clase política anda muy preocupada por el reparto de los menores inmigrantes que han ido llegando por miles a las Islas Canarias. Visto desde fuera, parece que sólo les preocupa qué porcentaje de esos menores les corresponde custodiar a unas comunidades autónomas o a otras. Alguno pensará que ese deseo de “colocación” es una muestra de su desvelo por buscar lo mejor para esos menores. Pero no se puede obviar que lo más beneficioso para un menor, donde está su verdadero bien, es vivir junto a su familia y bajo el amparo de sus padres. Por eso, la idea primigenia de toda política migratoria debería ser crear las condiciones necesarias para que estos menores pudieran regresar a un hogar digno junto a los suyos.

Como segunda opción, si el retorno de los menores a su país no fuera posible por la precariedad económica en la que estos viven, por los conflictos armados o por otros motivos, correspondería a las autoridades de esas naciones entablar un diálogo con el Gobierno de España para propiciar que esos menores puedan crecer junto a sus familias en nuestro país.

Y si esto último tampoco fuera posible, se debería buscar familias de acogida, preferiblemente de la misma religión, cultura e idioma, para que estos menores crezcan con unos vínculos seguros y amparados por una familia.

La última opción debería ser repartir a estos niños y adolescentes, que más bien parece ser un “quitarse de encima”, por centros de acogida diseminados por todo el país, condenándonos a una orfandad prematura que en nada les beneficia y que sin duda les dificultará su integración social, cultural y profesional.

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