Isa Duque y Fran Jódar: "No deberíamos entender que el tiempo de uso de pantallas es negativo"
La manera en la que utilizamos las pantallas e invertimos tiempo en un entorno digital es cada vez mayor. Es por ello que las pantallas, como dicen Isa Duque y Fran Jódar, están cambiando las reglas de la crianza, la vida familiar, la enseñanza, el uso que hacemos del tiempo libre… En su libro, Acompañando a las nuevas generaciones en la era de las pantallas, nos hablan de Tecnotopia, un lugar donde adaptarnos a estos cambios, alejándonos del alarmismo tecnológico.
Sin saberlo, ambos coexistieron en la Universidad de Granada cuando estudiaban Psicología. Tiempo después, Isa Duque comenzaría con su proyecto Psico Woman y Fran con su podcast Psicología Cafeínica. Décadas después, gracias a las redes sociales y a su amor por la psicología crítica, sus caminos se cruzaron gracias a Tecnotopia, dando como resultado una amistad tecnotópica forjada gracias a las pantallas y a la era digital.
Es difícil definir la edad adecuada para que un niño comience a tener contacto con los dispositivos digitales, pero ¿cuáles serían algunos consejos para introducir a un niño a su primer dispositivo móvil, o de incorporarlo al uso de la tecnología digital?
–Cuando pensábamos en escribir nuestro libro partimos de la premisa de que en cuestión de educación y tecnología lo primero que hay que tener claro es que no hay que tener nada claro. Debemos atender a las particularidades de cada criatura y cada familia desde un posicionamiento lo más actualizado posible, muy crítico y evitando que los titulares distópicos nos paralizen. Nosotros nos hemos ubicado en el tecnoptimismo crítico, que es una fórmula que mezcla el escepticismo y el cuestionamiento crítico constante, con un toque de esperanza. Dicho esto, en el libro contamos que existen muchos mitos sobre la tecnología. Mitos que hemos intentado desmontar. Y el de la edad “adecuada” es uno. Nos gustó mucho la entrevista que le hicimos a Jordan Shapiro, que es un referente internacional en educación y masculinidades. Él considera que hay que incorporar la tecnología digital cuanto antes, mientras aún nos hacen caso. Y tiene mucha lógica. Luis Feduchi, un eminente psicólogo que marcó la forma de entender la justicia juvenil en Cataluña, decía: “Los niños preguntan. Los adolescentes opinan”.
¿Qué restricciones habría que establecer sin llegar a causar una “burbuja tecnológica”?
–Las primeras restricciones que deberíamos poner deberían ir dirigidas a las tecnológicas. Las tecnológicas tienen un poder abusivo. Pueden controlar economías o llegar a colocar en el poder a líderes antidemocráticos. Mientras las tecnológicas sigan considerando a los seres humanos no como humanos, sino como mercancía con la que comerciar, la tecnología digital seguirá teniendo un potente reverso tenebroso. Un poder desmedido con el que manipular las mentes de las nuevas (y antiguas) generaciones hacia la desafección política, el consumo indiscriminado y el individualismo atroz. Respecto a las restricciones que deberíamos poner en las infancias y las adolescencias, son muy de sentido común. Si no estás demasiado cansada cuando acaba tu jornada laboral, es más, si tienes la suerte de que puedes estar presente un mínimo de horas con tus criaturas cuando acaba la jornada laboral, si tus condiciones económicas te permiten diversificar tiempo y actividades de ocio y no padeces ningún trastorno ansioso depresivo a causa de vivir en un mundo opresivo… no debería haber demasiados problemas para poner unos límites razonables.
A medida que las tecnologías se desarrollan, cobran más presencia en nuestro día a día, ¿será cada vez más difícil incitar a los jóvenes a reducir su tiempo de uso de las pantallas? Especialmente con ciertos factores como puede ser el FOMO (fear or missing out).
–De entrada, no deberíamos entender que el tiempo de uso de pantallas es negativo. Si esto fuera manifiestamente perjudicial, deberían prohibir el trabajo tal como hoy lo conocemos. En el libro hablamos de los espacios transicionales, esos lugares donde jugamos y aprendemos a ser mayores cuando somos críos o adolescentes. En esta era son eminentemente digitales. Por tanto, es razonable que un adolescente pase mucho tiempo configurado su avatar digital, compartiendo experiencias digitales con su grupo de iguales y organizando su vida en torno a un lugar que es predominantemente virtual. Pero igual que necesitábamos a nuestros padres en las generaciones anteriores, las nuevas generaciones siguen necesitando nuestra guía para conocer y explorar el legado cultural que también pueden encontrar en el multiverso físico. Lo hemos hecho como hemos podido hasta ahora pero tenemos claro que podemos hacerlo mejor y evitando a toda costa la orfandad digital o lo que es lo mismo, lo solas que se han visto las nuevas generaciones en el acompañamiento a los cuidados digitales.
Es razonable que un adolescente pase mucho tiempo configurado su avatar digital, compartiendo experiencias digitales con su grupo de iguales y organizando su vida en torno a un lugar que es predominantemente virtual
"Los hábitos tecnológicos de los padres y cuidadores influyen directamente en los de sus hijos, ¿es necesario que se formen sobre la utilización adecuada de los dispositivos digitales?
–Desde luego. Después de la investigación que hicimos para escribir nuestro libro en la que entrevistamos a cientos de jóvenes, nos dimos cuenta que existe una correlación preocupante de la que pocas voces se hacen eco cuando hablamos de tecnología digital. Y es que las personas que se encuentran en carencia material severa, hacen un uso más abusivo de las pantallas y proveen de menos supervisión a sus criaturas. Por todo ello, principalmente el Estado debería proveer de mejores condiciones socioeconómicas a las familias para que no necesiten parchear sus frustraciones y necesidades desatendidas a través de las pantallas.
Aprendemos de lo que vemos y no tanto de lo que escuchamos, es muy importante que las y los referentes educativos nos pongamos las pilas en cuanto al bienestar digital del propio uso de los dispositivos digitales.
El sharenting consiste en el uso habitual de las redes sociales para compartir noticias, imágenes, etc. de los propios hijos. ¿Hace falta sensibilizar sobre lo peligroso de esta práctica y lo que es la huella digital?
–Por supuesto. Es posible que todavía haya padres y madres que no son conscientes del riesgo potencial que supone posturear en redes con tu paternidad/maternidad. Pero en esta era donde el sharenting ha sido ya trending topic en varias ocasiones, es difícil pensar que aún haya personas que no estén sensibilizadas. Lo que no podemos hacer tampoco es penalizar. Ser buen padre o buena madre no debería ser una cuestión de legalidad, sino de compromiso ético, de imperativo moral. Y la mejor forma de que incorporemos este principio, como lo hemos ido haciendo en el caso del maltrato infantil, es seguir promoviendo los buenos tratos a las infancias y adolescencias, también en el espacio digital. Y recordar los derechos de las infancias que con frecuencia los olvidamos en este sistema tan adultocéntrico.
Ser buen padre o buena madre no debería ser una cuestión de legalidad, sino de compromiso ético, de imperativo moral
"Hace dos meses, el comité de expertos de Juventud e Infancia propuso 107 medidas para crear entornos digitales seguros con el objetivo de que las Administraciones Públicas garanticen un marco de prevención, detección precoz y protección frente a una posible vulneración de los derechos de la infancia y la adolescencia. ¿Consideráis que algunas medidas son excesivas?
–Quizá las medidas más polémicas son considerar potencialmente adictivo o perjudicial para la salud mental la tecnología digital e imponer normas taxativas de uso de la tecnología digital. En el libro explicamos que ni está tan claro que la tecnología digital en sí misma constituya un agente potencialmente dañino, como sí son las drogas, ni está tan claro que el daño a la salud mental está mediado de forma causal por el uso de las pantallas. Hablamos de que no hay un único mapa para educar. Cada familia tiene que encontrar su propio mapa en función de su propia naturaleza, de su idiosincrasia. Hay familias que son muy tecnológicas y otras que no lo son nada. Así que cuidado con las taxonomías, porque llevan al prejuicio y a la estigmatización.
Existe diferencia entre las tecnologías de ocio y las educativas, ya que las segundas cuentan con determinadas restricciones (acceso a determinadas páginas, descargas de aplicaciones…) ¿Creéis que estos recursos abren la posibilidad a nuevas maneras de educar y evaluar?
–Por lo que vemos, las tecnologías educativas cada vez intentan incorporar lógicas que funcionan en las tecnologías de ocio. Y eso está bien. Debemos conseguir que la educación sea atractiva y esté adaptada a las narrativas predominantes en nuestra era. En cuanto al tema de las restricciones, cualquier zoomer hoy día sabe cómo saltárselas. No pensamos que las restricciones deban ser la clave de una educación íntegra, sino el acompañamiento en el desarrollo de principios éticos, equitativos, valores humanos y autonomía para moverse por un mundo convulso, que ofrece tanto oportunidades de crecimiento, como de autodestrucción.
No pensamos que las restricciones deban ser la clave de una educación íntegra, sino el acompañamiento en el desarrollo de principios éticos, equitativos, valores humanos y autonomía para moverse por un mundo convulso
"¿Qué hay de la brecha digital y las desigualdades en el acceso de la tecnología?
–Como hemos dicho antes, la principal brecha la constituye el nivel socioeconómico de una familia. A mayor desigualdad parece existir un mayor uso abusivo de pantallas y una menor guía en el universo digital. Y por otro lado, hoy día quizá la mayor brecha que está produciéndose tiene que ver con la posibilidad de construir espíritu crítico y una opinión libre e informada, protegida de la manipulación mental. Algunos de nuestros referentes más críticos con nuestro sistema económico dicen que el capitalismo, como sistema económico en el que se izaron las democracias liberales modernas, ha evolucionado hacia una nueva forma de poder hegemónico: el Tecnofeudalismo. Caracterizado por oligarquías asentadas en sistemas aparentemente democráticos, que aglutinan poder económico, tecnología y medios digitales. El siglo XXI es un siglo que tendrá que enfrentarse a nuevas desigualdades ocasionadas por pseudodemocracias tecnofeudales.
Tampoco podemos olvidar la brecha digital de género, o cómo sigue existiendo un desigual acceso por cuestión de género en el uso e impacto de las TRIC (tecnologías de la relación, información y comunicación).
El siglo XXI es un siglo que tendrá que enfrentarse a nuevas desigualdades ocasionadas por pseudodemocracias tecnofeudales
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