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Mariana Morales: "Que tu límite no sea un 10"

Aforo completo en el Taller 'La evaluación formativa en los procesos de aprendizaje', impartido por Mariana Morales en la última edición del EdTech Congress Barcelona. ¿Por qué genera tanta preocupación la evaluación entre los docentes? Hablamos con la consultora educativa para arrojar un poco de luz.
Saray MarquésJueves, 20 de febrero de 2025
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Mariana Morales, durante su taller 'La evaluación formativa en los procesos de aprendizaje', en el reciente EdTech Congress Barcelona.

Mariana Morales es consultora educativa independiente en Evaluar y Aprender. Profesora durante 15 años en distintos centros educativos de Madrid y Barcelona, actualmente es formadora de docentes, a los que acompaña en su desarrollo profesional. También está detrás de Sin notas, junto a Belén Palop, con un interesante podcast que recomendamos. Hablamos con ella al hilo de su reciente participación en el EdTech Congress Barcelona.

Los dos platos fuertes de la última edición del EdTech Congress Barcelona han sido la IA y la evaluación educativa, pero ¿cómo puede contribuir la IA a la mejora de la evaluación continua? ¿También puede ser negativo el uso de la IA para evaluar, según cómo se utilice?
–La IA, en mi opinión, todavía tiene mucho por desarrollar, pero actualmente ya hay profesores que la están utilizando, por ejemplo, para para dar feedback a su alumnado y para hacer que su alumnado pueda autoevaluar lo que está produciendo o lo que está haciendo, y eso es interesante, porque hace más autónomo al estudiante y también aligera el trabajo del profesor. En ese sentido, se está utilizando, por ejemplo, para corregir y mejorar las expresiones escritas. Obviamente, no es igual de fluido en un idioma que en otro: en inglés es mucho más fluido, y yo creo que hay otras áreas en las que tiene un potencial importante. Depende mucho también de cómo se entrene, de qué se le da a la IA para que ofrezca el feedback: «Tienes que dar el feedback sobre sobre la tarea y fijarte en esto y en esto». Al final, volvemos a lo de siempre, que es la cuestión didáctica: Si el profesor sabe cómo dar buen feedback, con rigor, va a poder entrenar a la IA para que también dé buen feedback. Ahora, si el profesor da un feedback regular o poco preciso o que no se ajusta a la tarea sino a cosas que no tienen que ver con con el aprendizaje a partir de esa tarea concreta, si su feedback se queda en «Muy bien» o «Regular» la IA no va a tener un buen entrenamiento. La IA va a reproducir el feedback que que uno suele dar.

Y puede que reproduzca también los sesgos de ese docente. 
–Efectivamente. Si tú entrenas a la IA con tus propios prejuicios, lógicamente la IA va a reproducirlos.

Luego, sucede que la gente percibe el feedback dado por una IA de una manera mucho más neutra que cuando se lo da a una persona. Y esto es muy interesante para aprender, porque te fías más de alguien que consideras neutro que de alguien que igual crees que te tiene manía. Si no hay un vínculo afectivo sano la gente prefiere la IA, porque si el alumno achaca lo que tú has dicho a que le tienes manía o cosas así por muy bueno que sea el feedback, si el alumno piensa eso de ti no le va a hacer mucho caso, porque hay un componente afectivo muy grande. El que se haga con tecnología de alguna manera le transmite sensación de neutralidad, y eso también le puede generar confianza. Pero, claro, seguimos teniendo el ruido de cómo estás entrenando a esa IA.

Una IA a la que crees que todavía le queda mucho por desarrollar, pero ¿cómo crees que cambiará el rol del docente?
–No lo tengo claro. Yo creo que el rol del docente no lo cambia una tecnología, lo cambia una reflexión sobre lo que vas a hacer en tu clase. La tecnología te ofrece posibilidades, pero si tú quieres seguir haciendo lo mismo con tecnología, vas a seguir haciendo lo mismo. Como sucedió con los libros digitales, que mucha gente utilizaba poniendo el PDF del libro de texto en el ordenador. Eso no cambia nada pedagógicamente hablando. Lo único bueno es que la mochila es más ligera, pero nada más. La tecnología puede facilitar el cambio siempre y cuando haya una reflexión sobre qué quiero hacer en mi clase y qué puedo hacer mejor.

¿Cómo has vivido el EdTech Congress Barcelona? ¿Pudiste ver alguna ponencia?
–Sí, por ejemplo me pareció muy interesante escuchar a Jordi Bernabeu, que hablaba sobre salud mental y tecnología y desmontó muchos mitos. Vino a decir que los problemas de salud mental, cuando están relacionados con la tecnología, tienen otra base aparte de la cuestión tecnológica, tienen su origen en otras cuestiones y la tecnología es un síntoma que aparece ahí en la mayoría de los casos. Me pareció muy interesante como enfoque y como aportación por parte de la ciencia. También Neil Selwyn, profesor en la Facultad de Educación de la Universidad de Monash (Melbourne), que subrayó que, obviamente, no vamos a vivir en un mundo sin tecnología, pero que hay que ser críticos, y que podemos tener una tecnología más centrada en las necesidades de las comunidades, las necesidades colectivas, y no tan directa al individuo. Son discursos que dan esperanza en el buen sentido, a la hora de repensar, de imaginar cómo puede ser la tecnología de aquí a 15 o 20 años.

Y respecto a tu taller, fue todo un éxito, con 120 docentes escuchándote, y porque no cabían más. ¿Por qué crees que preocupa tanto la evaluación?
–Bueno, la preocupación de entrada suele estar enfocada a cómo poner mejor las notas y, claro, eso no debe ser la preocupación. Más bien la preocupación tiene que ser qué haces con esos datos que tienes. Primero elige solamente los que realmente vayas a utilizar y necesitar y además asegúrate de que están bien recogidos y que son buenos, porque a veces recogemos datos que son poco fiables. Y luego preocúpate de que haces algo con esos datos dentro de tu clase para mejorar lo que pueden aprender los alumnos y de que tus alumnos también tengan la capacidad de analizar esos datos y poder hacer cosas con ellos para mejorar su propio aprendizaje. La cuestión de fondo es que la evaluación formativa tiene que utilizarse dentro de una secuencia didáctica, y para ello hay que aprender mucha didáctica específica de la materia que estemos trabajando, porque no todo se soluciona de la misma manera.

Y si se recogen datos por recoger, la evaluación puede quedarse convertida mera burocracia.
–Claro, eso pasa si lo único que hacemos es recoger datos y luego simplemente calcular una media con ellos. Este es un proceso muy pobre. Lo que tiene interés es recoger los datos que sea necesario y decir ¿qué ha pasado aquí? ¿qué es lo que saben? ¿qué es lo que no saben? ¿por qué no lo saben? ¿cómo lo voy a arreglar? ¿cuál es el próximo paso? Hay que entrar con pincel fino para que esto sea útil.

¿Cómo es la metáfora de la sopa?
–Ah, es una metáfora de Robert Stake, no es mía, y dice que cuando el cocinero prueba la sopa es evaluación formativa y cuando el comensal prueba la sopa es evaluación sumativa. Es un poco la idea de que cuando estás cocinando es cuando tienes que hacer la evaluación formativa, cuando puedes rectificar, por ejemplo la sal, cuando miras a ver si le falta algún ingrediente, si tienes que hacer alguna cosa más, son decisiones de tipo cualitativo que vas haciendo sobre la marcha. De poco sirve decir «Le pongo un 5 a esta sopa», no te ayuda a saber qué le pasa para poder solucionarlo. En cambio, durante el proceso vas regulando lo que está pasando, lo vas mejorando y al final cuando dices «Pues esto ya está» es cuando haces la evaluación sumativa y le pones una nota o un informe de valoración técnico.

¿Al cambiar la evaluación cambia toda la dinámica del aula? 
–Va unido, va en los dos sentidos. Cuando cambias la dinámica del aula tienes que cambiar la evaluación, hay que cambiar las dos cosas al mismo tiempo. Por eso digo que va más relacionado con la didáctica específica.

¿Tenemos la evaluación que nos merecemos en una sociedad muy resultadista como la nuestra?
–No sé si lo merecemos o no. Yo aspiro a algo mejor, y tengo esperanza de que consigamos hacer una cosa mejor, más humana, más centrada en las personas, que nos ayude a crecer, que no nos ponga límites, que tu límite no sea un 10, y que puedas seguir aprendiendo, seguir creciendo, en que no te conformes con cualquier cosa, que también puedas tú decidir hasta dónde quieres llegar.

¿Prevalecen muchas inercias en los centros educativos? ¿Ha cambiado algo con la Lomloe?
–Yo creo que sigue habiendo muchísimas inercias. Sí que es verdad que en los últimos 30 años hay cosas que han cambiado. La principal en los últimos 50 años es que se ha eliminado la violencia física en las aulas, un cambio importantísimo. Pero hay muchísimas inercias que prevalecen, que siguen muy presentes, como, por ejemplo, copiar: copiar del vídeo, copiar de la pizarra, copiar literalmente… Sabemos que cognitivamente es una actividad muy pobre. No es que sea inútil del todo, pero si quieres que tus alumnos hagan cosas más interesantes mentalmente pídeles que hagan un resumen, por ejemplo. O una buena pregunta sobre lo que estás hablando o un mapa conceptual.

Hay muchas inercias que se mantienen, pero veo que en los últimos 20 años sí que hay cosas que han cambiado. Hay un porcentaje pequeño de centros y de profesores que están aplicando otros métodos, métodos más dialógicos, trabajo por proyectos –no siempre muy bien hecho, pero, bueno, se intenta–. Creo que sí, que hay ciertas cosas que se están moviendo, pero sigue siendo muy minoritario.

La última vez hablamos habías escrito un libro con Juan Fernández, y desde entonces has publicado otro, sobre observación de aula
–Sí, es un libro muy práctico. Yo creo que de los poquísimos que hay publicados en castellano sobre esa cuestión, y pretende ser una guía para que podamos hacer observación sobre todo entre iguales, entre compañeros, y da algunas claves para hacer eso con confianza y que sirva para el desarrollo profesional, para el crecimiento en un entorno de confianza. A veces la observación en otros países es utilizada como rendición de cuentas, y creo que ese es el enfoque que hay que evitar, porque se produce mucho desempoderamiento. Creo que lo que hay que fomentar es precisamente lo otro: Un docente que sea reflexivo, que sea crítico y que vaya cada día mejorando su propio trabajo, pero no solo, con compañeros, hablando del programa juntos, viendo cómo funciona una secuencia didáctica… Hay que darle la vuelta y ver la oportunidad que tiene esta práctica si se aplica correctamente. Por ejemplo, en Cataluña hay un programa muy interesante de observación entre iguales, que están llevando a cabo la UAB y la UIB, lo cual, el hecho de que se esté coordinando desde la universidad, también aporta mucho.

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