Anabel Valera, autora de 'Mi líder soy yo': "Todos tenemos cicatrices y no tienen que ser de personas tóxicas"
Anabel Valera es de esas mujeres que defienden ideas fuertes sin perder la sonrisa. Ha sufrido y se nota; lo está gestionando y también se nota. Acaba de publicar Mi líder soy yo. Claves para educar en el liderazgo a tus hijos y alumnos (Pirámide).
En esta obra, nos habla de los «espejismos de la felicidad» que nos acechan a todos. Anabel Valera no rehuye meterse en «jardines» de actualidad, como la polémica a raíz de la entrevista a Marian Rojas Estapé en El Hormiguero. Tachada de neoliberal, Valera defiende que Marian Rojas Estapé «es una gran divulgadora y una enorme científica», que habla «con fundamento y rigor». «Hay veces en que las circunstancias no acompañan, pero lo que ella dice es que se puede ser plenamente feliz en el dolor», explica Valera, que cree que una cosa es «la emoción de la alegría» y otra «tener un propósito de vida, que está vinculado a esa serenidad y paz interior que me aportan felicidad».
¿Es Mi líder soy yo un libro neoliberal?
Polémicas aparte, le preguntamos a Anabel Valera por su libro, que por su título podría parecer una obra neoliberal. Ya saben: liderazgo, competitividad… Pero, para ella, no se trata más que de aprender a vivir, procurando, como decíamos, no dejarnos engatusar por los «espejismos de la felicidad». A saber:
- Buenrollismo. Valera recomienda desconfiar y huir del «Si quieres, puedes»: «No, aunque me lo proponga no voy a ser una gran piloto de Fórmula 1, pero no pasa nada, puedo ser otras cosas».
- Culto al cuerpo. «Cuidar el cuerpo, sí, pero no rendirle culto».
- Vidas perfectas en redes sociales. «Detrás de cada foto, ¡cuántas fotos desechadas, cuánto Photoshop y cuánto daño hace a nuestros jóvenes, porque se les hace creer que aquello que están viendo es realidad!». Para Valera, esta imagen idílica oculta, en realidad, una huida del dolor y de la frustración, «experiencias que tenemos que vivir todos».
- El «quejismo» y el «critiqueo» o hablar de los demás para huir de nuestra propia realidad: «¡Qué fácil es hablar de otros y qué difícil a veces es tener la humildad para explorarnos y ver en qué estamos fallando!»
- Consumismo, el ir de compras para anestesiar el dolor.
- Borreguismo. ‘Entendible’ y ‘natural’ hasta cierto punto en el adolescente, porque es algo fisiológico y biológico –están aprendiendo a adaptarse a la sociedad, y lo hacen por imitación de sus iguales– no debería ir más allá de esta etapa vital, lo que implica aprender a decir «no» a aquello que hace todo el mundo.
- «Profesionalitis». De cuando «gracias» a nuestra profesión llegamos más tarde a casa, tenemos la cabeza y el calendario llenos para evitar sentir, pensar y dedicar tiempo a cosas que nos llevan más tiempo, esfuerzo y quebraderos de cabeza. Al dominar una profesión que nos gusta, que nos hace sentir emociones agradables, nos refugiamos en ella para evitar las situaciones desagradables –como llegar a casa y encontrarnos con la rabieta de nuestro hijo adolescente–.
- ¿Salir de mi zona de confort? Sí, hay que salir, hay que tomar decisiones que nos cuestan y que suponen enfrentarse a lo nuevo. A nuestro cerebro no le gusta nada, pero es necesario.
- Perfeccionismo. Si se quiere, del error se aprende, y esto es válido no solo para los niños, también para los adultos. «Si tenemos la mirada abierta al aprendizaje y somos humildes, el error es maravilloso».
Frenos a la libertad
Son varios –las heridas de la infancia, el rencor, las etiquetas, la envidia, el miedo y el egoísmo o yoísmo–, pero si hay uno que a Anabel le parece especialmente peligroso es el tercero: las etiquetas: «Todas son malas, y todos venimos con las nuestras desde la infancia». También el egoísmo, el yoísmo: «Somos seres sociales, nacemos y morimos en sociedad, y la auténtica felicidad está en ser capaces de salir de nosotros mismos y ver la necesidad del otro, pues entonces dejamos de darnos vueltas como una peonza».
En cuanto a las heridas de la infancia, son cicatrices que nos va dejando la vida, «que no tienen por qué ser de personas tóxicas», una mochila que se va configurando y con la que conviene aprender a vivir a cuestas, a veces quitándonosla, abriéndola y revisando qué tenemos que sacar, qué tenemos que meter, en un ejercicio de autoconciencia.
Pero tanto «auto» – «autocuidado», «autoestima», «autoconocimiento» –, ¿no puede ser peligroso? No si se entiende bien. Nada que ver con el «yoísmo». Se trata de conocer mis virtudes pero también mis defectos, mis carencias. Reconocer aquello en lo que somos buenos –no caer en la falsa modestia– y también, en lo que necesitamos ayuda. Amarnos a nosotros para poder amar a los demás, pero sin venerarnos, poniéndonos límites, reconociendo errores, pidiendo perdón…
¿Todos tenemos que ser líderes?
De nuevo, depende de lo que entendamos por «líder». «Yo no puedo ni quiero ser Madonna, pero sí quiero ser líder en mi familia, ser un ejemplo para mis hermanos, para mis sobrinos, para mis hijos. Mi padre es el mayor líder de mi vida y ahora estoy descubriendo con esta situación que estoy viviendo a mi madre, que es absolutamente maravillosa… ¿Por qué no? Ser líder es ser capaz de ser ejemplo para los demás, de ser persona de acogida, no es arrastrar a las masas», expone Anabel Valera.
Sinceramente, reconozco que me daba un poco de pereza un nuevo alegato a favor del liderazgo, la excelencia, la competitividad… (ustedes perdonen, pero estoy en otra fase). Pero no, como ven, el liderazgo para Anabel huele a buen ejemplo, a darse a los demás, a servicio… Así, sí. Anabel es directora de Educación del grupo Dukes Education, coach, conferenciante y formadora en disciplina positiva. Pasen y vean.
- Pueden acceder a esta entrevista en YouTube, Spotify, iVoox o Dailymotion.