Las brujas, cuatro conceptos para el análisis
Las brujas como símbolo
Para algunas corrientes feministas, las brujas se han vuelto un símbolo. Para cualquier historiador es un fenómeno que merece la pena explicar. ¿Cómo es posible que entre mediados del siglo XV y el XVII toda Europa se pusiera de acuerdo en un proceso tan exigente y complejo como la caza de brujas? En este artículo exploraré algunos de los conceptos para analizarlo a través del trabajo de la filósofa Silvia Federici, en su libro Calibán y la bruja, el cual puedes descargar aquí.
El contexto histórico y social
Las acusaciones de brujería se habían extendido de un extremo al otro del continente. Los juicios contra mujeres se repitieron en igual formato en países que, sin embargo, estaban enfrentados en ámbitos económicos, políticos y religiosos. En todos ellos los impulsaba una estructura que incluía un sistema legal parte del Estado, un sistema ideológico aportado por las diferentes iglesias, y un contexto social propiciado por la propaganda. Hacía falta muchas personas trabajando en esto. El objetivo parecería ser acabar con miles de mujeres, la mayor parte de las cuales eran campesinas y ancianas. El sostén económico estaba fundamentalmente en manos de la aristocracia terrateniente. ¿Qué beneficio podría justificar semejante inversión de esfuerzo?
Para Silvia Federici, la cacería de brujas supuso un ataque a la clase campesina. Desarticuló la resistencia que ésta ejercía a las nuevas tendencias con las que se pasaba de una economía feudal a la futura economía capitalista. Dividió a hombres contra mujeres. Hubiera sido muy difícil la privatización del campo, necesaria para los nuevos estilos de producción, de no haberse doblegado un poder que las mujeres tenían como miembros activos de las comunidades campesinas.
¿Cuál era este poder? En los mismos cargos que se les imputaba encontramos la descripción que ha llegado hasta nuestros días.
La descripción de la bruja
¿Cómo reconocer a una bruja? Federici señala que “antes de que los vecinos se acusaran entre sí, o de que comunidades enteras fueran presa del pánico, tuvo lugar un adoctrinamiento sostenido en el que las autoridades expresaron públicamente su preocupación por la propagación de las brujas y viajaron de aldea en aldea para enseñarle a la gente a reconocerlas (…). Usó propaganda multimedia con el fin de generar una psicosis de masas entre la población. Una de las primeras tareas de la imprenta fue alertar al público sobre los peligros que suponían las brujas, a través de panfletos que publicitaban los juicios más famosos y los detalles de sus hechos más atroces”.
Fue este trabajo el que generó la imagen de la bruja que ha llegado hasta nuestros días. Eran mujeres ancianas, pertenecientes a la clase campesina, normalmente solteras o viudas. Vivían de lo que la gente daba a cambio de su ayuda en cuestiones relacionadas con la asistencia a un parto o un aborto, con la cura a través de remedios naturales (o pócimas), o su capacidad de dirigir la voluntad de otras personas a través de su palabra (o hechizos). Vivían cerca, pero apartadas del resto de los vecinos de la aldea, inmersas en una naturaleza con la que tenían una relación estrecha. Y tenían su propia comunidad con la que periódicamente organizaban reuniones (o aquelarres).
Todos estos elementos estaban presentes durante la Edad Media sin que supusieran ningún problema de convivencia. Paradójicamente, fue en la Edad Moderna donde se convirtieron en motivo de persecución. A pesar del movimiento desmitificador de la Ilustración, fue en esta época donde se forjó el mito de las brujas. Junto a ellas surgió además una nueva imagen del diablo, que pasó a ser el macho dominante al cual ellas estaban sometidas.
Los encantamientos
El concepto de “desencantamiento” tiene su origen en el sociólogo y filósofo alemán Max Weber. La idea es que, a partir del siglo XV, el avance del pensamiento racional generó un distanciamiento entre el ser humano y la naturaleza. Anteriormente las culturas humanas estaban inmersas en los ciclos naturales a través de la sacralización del mundo, así, vivían en un mundo encantado. Con la racionalidad se produce el desencantamiento, que limita toda comprensión de la vida a la que se pueda acceder a través del método que permite el cálculo y el dominio.
Los conocimientos que la gente buscaba en las brujas eran mágicos. No se trata de discutir si eran efectivos o no. Tampoco consiste en suponer algún principio que la ciencia pudiera estudiar y aislar en busca de la verdad de su éxito. La magia de las brujas tenía sentido en un mundo que se construía en comunidad, y en el reconocimiento de lo impredecible de la fuerza que vive en todas las cosas –“agua, árboles, substancias, palabras…”–.
Esto era peligroso en el nuevo contexto histórico. La nueva estrategia de producción en el campo se basaba en el control racional.
“Debía rechazar lo impredecible que está implícito en la práctica de la magia, así como la posibilidad de establecer una relación privilegiada con los elementos naturales y la creencia en la existencia de poderes a los que sólo algunos individuos tenían acceso, y que por lo tanto no eran aprovechables. (…) La magia parecía una forma de rechazo al trabajo, de insubordinación, y un instrumento de resistencia de base al poder. El mundo debía ser “desencantado” para poder se dominado”.
Los aquelarres
El par de conceptos «comunidad y sociedad» ha sido también usado por múltiples autores. Para la filósofa Simone Weil, mientras que la comunidad se organiza de forma tradicional, la sociedad se re-organiza a partir de la dirección del cálculo y la voluntad de un organizador. Mientras que en la primera la experiencia humana surge del arraigo a un grupo, en la segunda los individuos son intercambiables según la función que cumplen dentro del sistema. La primera sería racional, mientras que la segunda, artificial. Sin caer en simplismos, Weil explica que es cada comunidad real en la historia la que produce un tipo concreto de sociedad.
Para Federici la clase campesina se oponía estructuralmente al avance de la racionalización del campo. Cuando la aristocracia terrateniente intentaba el avance de la privatización se encontraba con la organización comunitaria de quienes lo habitaban.
Las mujeres jugaron un papel muy importante en esta organización. La capacidad de introducir ideas a través de las habladurías no tuvo en la Edad Media el sentido negativo que adquirió después. Devaluar su palabra se convirtió en uno de los objetivos de la caza de brujas, había que dejarlas de mentirosas y embaucadoras, más aún, de conjuros peligrosos que podrían hechizar a quienes los escuchaban.
La resistencia de las mujeres a través de su capacidad de reorganizar sus comunidades, procurando encuentros para intercambiar experiencias, conseguir apoyo mutuo, o generar nuevos conocimientos, recibió un nombre: eran los aquelarres.
La brujería
¿Cuál es el arte de la brujería? Si nos fijamos en los elementos que describen a la bruja –la olla, la escoba, las pócimas…– tienen una relación directa con el cuidado: la olla para cocinar, la escoba para limpiar, la pócima para curar. Otros elementos, como son los bailes y los cantos, nos recuerdan la importancia de la celebración gozosa. Su relación con el embarazo, el cual han acompañado ya sea para llevarlo a término o para cortarlo (de ahí su imagen de devoradoras de niños), encuentra su lugar dentro del cuidado de la comunidad. Son elementos que Silvia Federici ha incluido en el concepto de reproducción de la vida.
La reproducción de la vida se opone al concepto de producción. Es la parte que sustenta la posibilidad que tiene una sociedad de producir. Porque, para que una empresa pueda transformar cualquier recurso natural en un bien de consumo, es necesario que existan trabajadores, los cuales solo pueden existir si disponen de un espacio de cuidado, de disfrute de la vida, e incluso de una planificación familiar. A partir de la caza de brujas, estos saberes y prácticas empiezan a limitarse al ámbito privado y doméstico, donde quedan invisibilizados, adscritos al rol de la mujer, y malamente reconocidos por su valía.
Al mismo tiempo, el control de la natalidad no podía quedar en manos del saber de las matronas. Por esta razón se mostró a las brujas como devoradoras de niños. Según explica Federici, “los crímenes reproductivos ocuparon un lugar prominente en los juicios. En el siglo XVII las brujas fueron acusadas de conspirar para destruir la potencia generativa de humanos y animales, de practicar abortos y de pertenecer a una secta infanticida dedicada a asesinar niños u ofrecerlos al Demonio”.
Este concepto de «reproducción de la vida» lo puedes revisar de manera más extensa en el siguiente vídeo.
Amantes del demonio
La caza de brujas no podía reconocer tanto poder a las mujeres sin imponer una condición, este no venía de ellas mismas sino del demonio. Según los estudios de la filósofa, el demonio durante la Edad Media había sido un personaje diferente, con el que se podía negociar y hasta conseguir engañar, pero desde la caza de brujas se destacó como macho dominante y viril.
Las brujas eran mujeres que voluntariamente se entregaban al demonio, a cambio del poder que recibían aceptaban ser violadas por él.
La autora traslada registros reales de confesiones en aquellos juicios donde mujeres, terriblemente torturadas, llegaban a expresar las barbaridades que hoy llenan el imaginario pornográfico. La bruja era también una mujer sometida, pero que, desde la fantasía masculina de sus jueces, gozaba de su posesión demoniaca.
Así, la imagen de la bruja ha quedado teñida también de una lujuria enfermiza. Es capaz con ella de someter a los hombres, robarles su razón, y las hace doblemente culpables cuando eran juzgadas.
Es lo que Silvia Federici ha llamado “la imagen de la mujer degradada”.
Conclusión
El Día Internacional de la Mujer, que se celebra cada 8 de marzo, puede ser una ocasión para pensar a través de estos conceptos la situación actual que vivimos como mujeres y como hombres. No olvidemos que la caza de brujas no fue solo una campaña contra las mujeres sino contra las comunidades que formaban con los hombres.
En este sentido la violencia a la que son sometidas las mujeres no solo es directa sino que tiene un componente cultural y estructural que puede rastrearse como hace la autora que hoy presentamos en la historia de la caza de brujas. Para conocer más sobre las diferentes formas de violencia puedes revisar el siguiente artículo.