Tomeu Barceló: “La diversidad me ha proporcionado un crecimiento personal impagable”
Tomeu Barceló (Villafranca, Mallorca, 1961) tiene más de 40 años de experiencia como profesor y experto en educación. Además de docente y filósofo, es especialista en dinámicas de grupos y relaciones humanas. Ha sido presidente del Instituto Español de Focusing y director del Instituto de Formación Ramón Serra de Palma de Mallorca, así como jefe de servicio de Formación del Profesorado y secretario general de la Consejería de Educación del gobierno de las Islas Baleares.
En su último libro Educar al lado (Editorial Desclée De Brouwer) propone un modelo educativo en el que se den las condiciones óptimas para que cada alumno puede desarrollar al máximo todas sus potencialidades y, en este sentido, afirma que la conexión maestro-alumno es esencial. En una entrevista telefónica concedida a MAGISTERIO explica que “sin un clima de seguridad psicológica es imposible aprender” y denuncia que la actual sobrecarga de tareas que se adjudican a los docentes les impide, en muchas ocasiones, centrarse en su principal función, “que consiste en facilitar el aprendizaje”. No obstante, a pesar de las deficiencias que reconoce que tiene el actual sistema educativo, se muestra optimista respecto a su futuro: “A pesar del agotamiento que sufren los docentes hoy en día, tengo mucha confianza en su capacidad. Con esta capacidad y con voluntad, vamos a mejorar, entre todos, la calidad educativa en España”.
Según usted mismo define ‘Educar al lado’ no es un libro de pedagogía ni pretende aportar metodologías didácticas, ¿qué objetivos persigue este libro y a quién se dirige?
–Se dirige fundamentalmente a educadores, maestros, profesores, a cualquier persona que trabaje en el ámbito educativo: monitores, trabajadores sociales… También a padres, madres y familias. En definitiva, a todas las personas que tienen la función de educar.
La finalidad del libro es proponer un modelo de relación educativa para que, en el caso de la enseñanza, los alumnos recorran un proceso de aprendizaje que les facilite desplegar sus potencialidades y capacidades de forma constructiva y para que esto ocurra el educador tiene que ofrecer un clima adecuado de seguridad psicológica. Es un modelo de aprendizaje basado en la persona y en las experiencias. Pero más que un libro de pedagogía es un libro de filosofía de la educación, aunque también ofrece algunos recursos prácticos para hacer que ese modelo pueda ser posible.
Señala que para poner en práctica este modelo de aprendizaje basado en la persona y en las experiencias los docentes deben reunir tres características: empatía, respeto incondicional y congruencia, ¿por qué son tan importantes cada una de ellas?
–El educador tiene que disponer de estas tres actitudes fundamentales para que su presencia sea una presencia vincular en la relación educativa.
En primer lugar, tiene que empatizar con sus alumnos y comprender la manera en que ellos ven el mundo, que es muy diferente a como la podemos ver nosotros. La capacidad de pensar y penetrar en el mundo interno de los alumnos con empatía y capacidad de escucha es fundamental.
En segundo lugar, opino que hay que tener lo que llamo una actitud de consideración positiva incondicional. Es decir, confiar en que cada alumno, por el hecho de ser persona, tiene sus capacidades, independiente de su cultura, raza, lengua… Hay que confiar en estas capacidades y tratar a todos nuestros alumnos con aprecio.
Por último, es importante también la actitud de congruencia. Es decir, los niños, niñas y adolescentes no aprenden por lo que les decimos, sino por lo que nos ven hacer, por lo que hay que ser un referente en nuestras actitudes, nuestra manera de comportarnos. Hay que ser coherente con lo que pensamos, sentimos, expresamos y hacemos. Esta es otra de las actitudes básicas para generar ese entorno de confianza.
Los niños, niñas y adolescentes no aprenden por lo que les decimos, sino por lo que nos ven hacer, por lo que hay que ser un referente en nuestras actitudes
"Considera muy importante que los profesores se esfuercen por comprender las emociones de los alumnos, ¿de qué forma influye la emoción en el proceso de aprendizaje?
–Es muy importante tener en cuenta que un alumno (y cualquier persona) aprende cuando está motivado para aprender. Cuando una persona está motivada se esfuerza para lograr su objetivo, pero este esfuerzo no tiene que ser obligado, ni provocar miedo o temor, sino que tiene que ser un esfuerzo constructivo. Por tanto, la motivación es la base del aprendizaje y tiene una base emocional por lo que no se pueden poner entre paréntesis las emociones, ni olvidarnos de ellas en la educación. Es muy importante tener en cuenta la educación emocional de los alumnos y dedicarle tiempo (y a la propia también).
¿Qué lugar ocupa el conocimiento en este modelo de aprendizaje basado en la persona y en las experiencias y de qué forma lo adquieren los alumnos?
–El conocimiento es fundamental pero no tiene que ser impuesto. Se trata de conocer con pensamiento crítico y complejo. Hoy en día los alumnos tienen acceso a la información mediante las tecnologías, por lo que no se trata de otorgarles información, sino que hay que promocionar que sepan buscar esa información y distinguir la que es fiable de la que no lo es. Se trata de que aprendan a reconstruir esa información con la que captan el mundo y así puedan generar los propios significados. El conocimiento se transforma en un conocimiento colectivo: cada uno aprende por sí mismo, pero, a la vez, genera conocimiento colectivo. El conocimiento es importante en cuanto que es significado a partir de las experiencias, no en cuanto es solamente memorizado. El conocimiento no puede convertirse en un vómito de saberes (por parte del docente) hacia el alumno porque de esta forma el alumno no aprende casi nada. España es uno de los países con mayor fracaso escolar de Europa, por lo que yo creo que tenemos que hacer un esfuerzo para cambiar el método y el modelo educativo.
Sostiene que generar seguridad y confianza son dos aspectos claves para promover el aprendizaje, ¿cómo lograr esa conexión maestro alumno? ¿es posible educar al lado de cada alumno en aulas con 25-30 estudiantes?
–Si no establecemos un vínculo educativo, no va a tener lugar un proceso de aprendizaje. Para ello es fundamental establecer un clima de seguridad psicológica. Es necesario estar en un entorno donde uno se sienta aceptado y motivado para continuar su proceso de aprendizaje y esto se logra con la presencia del maestro. ¿Con qué actitudes nos relacionamos con nuestros alumnos? Las tres actitudes que señalaba anteriormente son fundamentales para generar ese clima.
Es verdad que las ratios (por aula) son muy elevadas y disponemos de pocos recursos y tiempo para dirigirnos a cada uno de los alumnos, pero es que no se trata de dirigirnos a cada uno de los alumnos, se trata de establecer un clima de confianza en ese grupo clase. Con esas actitudes de las que hablábamos (empatía, respeto, congruencia) y mediante la introducción de mecanismos de aprendizaje cooperativo, los alumnos aprenden entre ellos. Esos mecanismos facilitan un aprendizaje individual en el que cada uno aprende por sí mismo, pero también colectivo, porque aprende junto a los demás. Cuando ponemos en práctica esto da igual que tengamos 30, 25, 15 alumnos en clase porque se genera motivación para el aprendizaje y el aprendizaje colectivo, que es fundamental.
Priorizar el aprendizaje colectivo y fomentar un clima de confianza genera muy buenos resultados y hablo desde mi experiencia como profesor durante 40 años en la que he puesto en práctica esos mecanismos de aprendizaje colaborativo mediante grupos de encuentro, comentarios, debates… trabajando todos juntos, en definitiva. Con un clima de confianza los alumnos se ayudan unos a otros en su propio proceso. Como profesores, nuestra función no es enseñar, sino que los alumnos aprendan. Hay que fomentar el aprendizaje, que es más importante que acabar el temario. Hay que asegurarse de que el proceso de aprendizaje sea realmente impactante para los alumnos y que cada uno de ellos pueda formar parte de una manera protagonista en su proceso de aprendizaje propio.
Señala que la función de un docente no es instruir sino facilitar el aprendizaje, ¿Por qué no hay que instruir? ¿En qué consiste ser un facilitador del aprendizaje?
–Hace 40 ó 50 años el profesor explicaba la materia a los alumnos y estos la escuchaban y se la aprendían. Muchas veces este aprender era sinónimo de memorizar. Entonces hacíamos unas evaluaciones en las que si uno había memorizado cualquier materia, cualquier contenido, entonces resultaba que había aprendido. Pero esto en realidad no es así. Tú memorizabas algo pero al cabo de una semana ya no te acordabas y por lo tanto no era un aprendizaje incorporado, metido en el cuerpo, que es lo que significa la palabra incorporar. Por esto creo que hay que cambiar nuestra función y nuestra función es facilitar el aprendizaje y facilitar el aprendizaje consiste en generar las condiciones para que un alumno pueda aprender y aprender implica que aquello que trabajamos, aquello a lo que nos dedicamos, sea incorporado, sea metido en el cuerpo, ¿por qué? Porque lo hemos experimentado, lo hemos sentido y por lo tanto lo hemos significado. Cuando una persona ha tenido una experiencia cualquiera y la consigue significar, esta significación forma parte del almacén corporal en nuestras neuronas y por lo tanto, siempre nos acordamos de ese aprendizaje. Por lo que hay que crear unas condiciones y disponer de una amplia gama de recursos para que ese proceso de aprendizaje pueda tener lugar. En eso consiste la función de hoy de cualquier educador.
¿Qué métodos de evaluación considera más eficaces respecto a la evaluación y a las calificaciones tradicionales?
–Hay que favorecer las autoevaluaciones, las coevaluaciones entre compañeros y la evaluación del profesor. Pero cuando hablamos de evaluaciones no hablamos de notas, sino que se trata de diseñar sistemas que nos den información veraz sobre el proceso de aprendizaje. Se trata de realizar una educación basada en la persona, en la que cada alumno sea consciente de su proceso de aprendizaje y cómo puede mejorarlo. Son pocos, pero cada vez hay más centros que están diseñando sus propios sistemas de evaluación real de los procesos de aprendizaje de sus alumnos.
También denuncia el hábito de recurrir a castigos como dejar a los niños sin recreo o sentarles en el rincón de pensar, ¿por qué son contraproducentes los castigos? ¿Qué recomienda hacer ante las faltas de respeto o la indisciplina?
–En el libro hay un capítulo dedicado a cómo intervenir en los conflictos. Ante las conductas no deseables hay que intervenir responsabilizando a las personas que han generado el conflicto para que sean capaces de solucionarlo y prevenirlo en futuras ocasiones y eso no se consigue con castigos o sanciones. Es importante educar en valores y utilizar mecanismos como los círculos restaurativos o el focusing que nos facilitan solucionar los conflictos que, inevitablemente, se van a producir.
¿Qué balance haría de sus 40 años de experiencia como profesor y experto en educación? ¿Cree que la educación ha mejorado o ha empeorado?
–He sido testigo de varias leyes educativas que han ido cambiando mucho durante todo este tiempo. Pero si me ciño, en primer lugar, a mi experiencia personal y a mi tarea de educar (he sido maestro de Primaria, profesor de Secundaria y también he dado clases en la Universidad) estoy absolutamente satisfecho de mi profesión, con la que he disfrutado mucho. Estoy encantado de haber sido maestro y profesor porque sentía que tenía esa vocación.
En segundo lugar, opino que la educación va a mejor, gracias al aumento de la diversidad en las clases. Antes las clases eran más homogéneas y en mis inicios los alumnos eran más iguales entre sí. El aumento de la edad obligatoria de estudio hasta los 16 años (que ha permitido que alumnos de 14 a 16 años que antes estaban en la calle ahora estén escolarizados) y la llegada de la inmigración me ha permitido convivir durante los últimos años con un alumnado muy diverso y eso a mí me ha enriquecido. Adaptar los procesos de aprendizaje y poder aprender de culturas diferentes me ha enriquecido, me ha producido una gran satisfacción y un crecimiento personal impagable. En este sentido, creo que la educación ha mejorado y opino que la educación va por buen camino aunque, por supuesto, hay muchas deficiencias que hemos comentado y que necesitan subsanarse. Pero soy optimista (respecto a su futuro), no tanto con los gobiernos, ni con la administración, sino con los propios docentes. Tengo muchos compañeros y me he dedicado durante muchos años a la formación del profesorado y he visto cómo muchos docentes, a pesar de su cansancio y agotamiento que, a veces, sufrimos por diversos factores, están muy interesados y tienen mucha voluntad en mejorar los procesos de aprendizaje. Tengo mucha confianza en los profesores de este país porque sé que con su capacidad y su voluntad vamos a mejorar, entre todos, la calidad educativa en España.
¿Cuáles son las principales deficiencias del sistema educativo que cree que hay que solucionar con más urgencia?
–En primer lugar, hay una deficiencia que hay que solucionar de forma urgente que es la formación del profesorado, tanto la formación inicial, que debe incluir un periodo de práctica antes de ejercer la profesión, como la permanente, que debería ser una formación experiencias en los centros educativos con práctica reflexiva que permita reflexionar sobre lo que estamos haciendo, cómo lo estamos haciendo y cómo podemos mejorar.
Además, hay que ofrecer a los centros educativos recursos económicos y de personal para que los docentes puedan ejercer realmente su función y no dedicarse a miles de tareas añadidas que les encargamos. El profesor hoy en día hace de terapeuta, de asistente social, de administrativo, de juez… hace de todo y esta burocracia lo aleja de su trabajo esencial, que es establecer una relación educativa con sus alumnos para que estos puedan aprender.
En relación con lo anterior, también es necesario un consenso entre las fuerzas políticas para sentar las bases de la educación y promover normativa, una ley de educación, en la que todos estemos de acuerdo y que nos ayude a los docentes a mejorar la educación.
Ante esta falta de consenso tan necesario pero que parece que a corto plazo no va a llegar, ¿Qué pueden hacer los profesores y la sociedad en su conjunto en la práctica y en el día a día?
–Es verdad que sería deseable un acuerdo para poder favorecer modelos más centrados en la persona y dotar de mayor autonomía a los centros para que partiendo de unos mínimos pudieran elaborar los currículum educativos. Pero como no parece que eso vaya a llegar a corto plazo, creo que lo que mejor que se puede hacer, y es lo que yo he hecho, es poner entre paréntesis todo eso y dedicar tiempo a la relación educativa con mis alumnos, con las familias y a comentar con los compañeros docentes todos los avatares de los procesos educativos. Hay que priorizar esa generación de clima de confianza para facilitar el aprendizaje.