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Padres e hijos: 22 consejos para convertir la coexistencia en convivencia

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Por Javier Peris

En septiembre se cumplirán casi seis meses con las escuelas y universidades cerradas. Nunca (esperemos) volverá a repetirse un periodo tan largo sin educación presencial ni, por tanto, tantos días seguidos de intensa convivencia con los hijos. Podemos dejarlos pasar o bien aprovecharlos para que la familia crezca por dentro.

1. SOY COMO SOY. No tener miedo a que los hijos nos conozcan como somos, también con nuestros defectos. Si hasta ahora tenías la tentación de parecer un poco mejor de lo que eres, se acabó lo que se daba. No se puede disimular en familia. Sólo intenta ser mejor en aquello que sabes que fastidia la convivencia: irritabilidad, comodidad, hábitos molestos, conversaciones…

2. SIN MIEDO A SABER. Nos cuesta ser transparentes pero también nos da miedo conocer mejor a nuestros hijos. Siempre es más cómodo no saber, o saber lo justo. Al final sólo aplazamos lo que es inevitable: la sobreexposición pone a cada uno en su sitio y más vale que sea cuanto antes. Exhibir los defectos no es propio de una relación sana, pero sí asumir que los tenemos… y que los demás también lo saben.

3. EL BUEN EJEMPLO ¡Cuántas veces lo hemos oído! Menos sermones y más buen ejemplo. Es fácil decirlo, sí, pero más difícil practicarlo. Con todo, tantos meses de convivencia más intensa y prolongada constituyen para los padres una gran oportunidad para que a los niños y jóvenes les entren por los ojos la importancia del orden, del horario, de la cortesía, de los detalles de empatía, del valor del trabajo…

4. ESPACIO VERSUS CONTROL. Si tú echas de menos tener más espacio, la famosa ‘cueva’ que todos necesitamos aunque sin abusar, imagínate los pequeños que ya no son tan pequeños. No se trata de un espacio físico. Desde los 12 años, aun antes de la pubertad, los menores reclaman su individualidad y empiezan a priorizar todo lo que –creen ellos– conforma su identidad. No hay que abandonar el control, solo hay que hacerlo con más cuidado y a mayor distancia.

5. LAS NORMAS. Sería estupendo que la convivencia fluyera con naturalidad, como lógica consecuencia de los buenos deseos, el cariño y un marco ético compartido; que no fuera necesario, en fin, establecer normas ni asumir la ingrata tarea de vigilar constantemente su cumplimiento. Desgraciadamente esto nunca ocurre, ni siquiera en las familias más ejemplares. Padres e hijos deben compartir y obligarse a cumplir unas normas que faciliten la vida de todos.

6. MÁS ALLÁ DE LAS NORMAS. Existen obligaciones más generales que también son de obligado cumplimiento. Visitar a los parientes más cercanos, o atender sus visitas con la mejor de las sonrisas. Hacerse cargo de los más pequeños cuando sea necesario. Poner buena cara a los regalos por poco que nos gusten. Acompañar de buen grado a los padres en el ocio, los viajes, las escapadas, paseos…

7. LOS ROLES DE PAPÁ Y MAMÁ. Cada pareja se reparte las tareas domésticas como quiere, y no tiene por qué ser al 50% porque sería raro que a los dos cónyuges les motivara por igual la limpieza de la plata, el color de los visillos, el menú de la semana o la conservación de la tarima. Lo importante es que los niños no perciban en la pareja un desequilibrio en la dedicación y en la preocupación por esas cosas.

8. EL TIEMPO O LA VIDA. Te pone enfermo verle mano sobre mano, escondido en su habitación, obcecado con el móvil… Quieres que tus hijos aprovechen tantos días sin clase para hacer ‘algo más’: leer, estudiar un idioma, tocar un instrumento… No sirve el ‘haz’ o ‘no hagas’. Hay que ponerle imaginación. Y saber que aburrirse también ayuda a madurar. Como decía el aparatoso extraterrestre de El Quinto Elemento, “el tiempo no es importante, la vida es lo importante’.

9. ÉCHALES DE CASA. No son raros los casos de niños a los que les gusta demasiado la casa, casi siempre porque valoran la seguridad y así evitan los conflictos, menos previsibles y más dolorosos, del medio externo. Que salgan, aunque sea para perrear, obligarles a establecer nuevas relaciones, que le fallen los amigos, que le den calabazas los chicos o las chicas…

10. ATRAERLOS A CASA. También están, casi siempre los más mayores, los que solo disfrutan con las personas y las cosas de fuera… Es una fase más, aunque también el preludio de un sano distanciamiento. Puede parecer imposible ofrecer algún atractivo para que miren un poco más hacia casa, pero hay que intentarlo: los frutos de nuestro esfuerzo, en estas etapas, se suelen recoger mucho más tarde.

11. VEN CON NOSOTROS… Los espacios comunes de la casa a veces parecen zonas reservadas a los padres. Los hijos se entretienen solos en su cuarto y hasta cenan por su cuenta. Hay que establecer algunas rutinas obligatorias, como hacer las comidas siempre juntos. No podemos obligarles, en cambio, a ver una película juntos o a charlar un rato después de cenar; esto requiere más destreza, picardía, otros incentivos…

12. ESCUCHAR. “¡Ya me gustaría escuchar! Eso implicaría que me cuentan cosas”. Es una buena excusa, pero rara vez es cierta. Porque escuchar a un pequeñajo de vez en cuando resulta agradable y divertido, pero resistir su cháchara diaria es otra cosa. El esfuerzo merece la pena: los hijos interiorizan esa permanente disponibilidad de los padres para escuchar, primero, las banalidades pero, después, las dudas, las emociones, las alegrías y las decepciones.

13. EL TRABAJO, EL ESTUDIO. El hogar lo vinculamos al descanso y al ocio, aunque convivir exija a pequeños y mayores algunas obligaciones y, en determinadas épocas, una dedicación especial al estudio. En estos largos meses sin la obligación de acudir al colegio quizá los hijos han comprobado, por primera vez y además muy de cerca, que los padres tienen sus obligaciones y responsabilidades laborales, aun sin salir de casa. Qué gran ocasión para compartir con ellos lo que hacemos fuera de casa.

14. ENTRE HERMANOS. La fraternidad es un vínculo complejo, tanto en la infancia como en la madurez. La convivencia entre hermanos siempre es intensa, con colegio o sin él; la diferencia estriba en la mayor presencia de los padres, a los que se apela para mediar, quejarse, chivarse… En las relaciones futuras entre hermanos pesará mucho la dedicación de los padres a fomentar entre ellos el cariño, la ayuda, la responsabilidad por el otro…

15. CONVERSACIONES POSITIVAS. Evitar transmitir actitudes de queja permanente, descalificaciones, críticas al entorno laboral o familiar… No es necesario recordar todos los días que tenemos la fortuna de vivir con todas las necesidades cubiertas, pero –si de verdad lo creemos–nuestros hijos aprenderán a ser agradecidos y positivos.

16. CURSO DE ORDEN INTENSIVO. No se han hecho todavía estudios sobre el tiempo que dedican los padres a reñir a los hijos en cuestiones de orden. Más vale no saberlo porque es directamente proporcional a su ineficacia. Cuando la convivencia ocupa prácticamente todo el día tenemos ocasión de educar el orden con menos urgencia e improvisación y más cabeza.

17. NO ALARGAR LAS CRISIS. Las discusiones son inevitables. Y las peores no suelen ser las más ruidosas. Muchas veces las horas escolares actúan como un bálsamo sobre las pequeñas amarguras y rencores. Cuando no existe este desahogo resulta más difícil pero también más necesario reconducir la situación, verbalmente y con pequeños detalles.

18. PREPARADOS PARA EL FRACASO. En esa batalla diaria, sobre todo mental, por mantener a los hijos dentro del hogar, perderemos más de una batalla. Qué amargura: con el esfuerzo que ponemos; con lo bien que –creía–iban las cosas… Desconfía de las buenas rachas, porque el conflicto forma parte de la educación. Y extiende este sano escepticismo a los hijos porque, como nosotros, están aprendiendo a mentir, manipular y esconder sus motivaciones y emociones.

19. LA PERSONA MÁS IMPORTANTE DEL HOGAR. La pareja es siempre lo más importante. Esto es más que una tesis amable que todos compartimos sin dificultad. La pareja es quien debe recibir nuestra atención, ocupación y preocupación por encima de todo porque, para bien y para mal, esa relación constituye la principal fuente educativa para los hijos.

20. EL CORAZÓN. En la educación pueden faltar muchas cosas pero solo una es imprescindible: el cariño. El enamoramiento que sentimos por los hijos debe cuidarse con el mismo tesón que el conyugal. En todo lo que hagamos debe estar presente el cariño y la ternura. Y es necesario sentirse dolidos cuando no nos corresponden.

21. QUEDA MENOS DE LO QUE PARECE. . Ojalá nunca no echemos de menos estos seis meses en los que se han multiplicado las horas de contacto. En septiembre se incorporarán al ritmo familiar las prisas por llegar al colegio, las actividades de las tardes, los imponderables del trabajo… Si los chicos han mejorado en responsabilidad y en comunicación, avanzar en la convivencia no será cuestión de tener más o menos tiempo.

22. PARA MEDITAR. La frase es de Oscar González, de su Escuela de Padres 3.0: “Lo que sois es tan importante como lo que hacéis”. Por encima de los estilos pedagógicos, los manuales de padres y de estos mismos consejos, el mayor desafío de todo padre y madre es ser unas buenas personas. Signifique esto lo que signifique.

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