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El reloj de Rubalcaba

EN 1995, Jürg Schubiger gana el premio de los editores alemanes por su libro 'Cuando el mundo era joven todavía', considerado, desde aquel mismo instante, una de las mejores obras de la literatura infantil contemporánea.
Juan F. Martín del CastilloMartes, 11 de junio de 2019
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Curiosamente, el tomo está plagado de cuentos que se suceden a un ritmo trepidante del que es difícil sustraerse. Cualquiera que lo lea, al momento queda prendado por el lenguaje poético con el que fue escrito, verdadero hallazgo del autor. Hay muchos textos que pueden ser de provecho, y además para mil y una utilidades. El que aquí glosamos, El lento, merece la pena por tantas razones que, tal vez, sea una lo suficientemente interesante como para poder entender la influencia de Rubalcaba sobre la Educación española, pero no sólo la de él, sino también la de muchos de sus colaboradores todavía en activo.

Rubalcaba fue el urdidor en la sombra de uno, por no decir el peor, de los males que aqueja a la realidad educativa desde que en España existe la democracia. A él se debe la implantación de la Logse, un disparate mayúsculo del cual hoy, pasadas varias décadas desde su promulgación, seguimos lamentándonos. Kant, un alemán ilustrado, dejó dicho que el “hombre es lo que la Educación hace de él”, un certísimo pensamiento que todos los que nos dedicamos a la docencia sabemos que es tan real como desatendido. Y uno de los que muy pronto deshizo esta sentencia fue, quién lo duda, Rubalcaba, al igual que Alejandro Tiana y, en no menor medida, Álvaro Marchesi. Los tres eran buenos amigos, porque el fallecimiento repentino del primero rompió tristemente el lazo de tantos años y vivencias; es más, Rubalcaba y Tiana compartían afición por el atletismo desde la juventud.

Rubalcaba fue el urdidor en la sombra de uno, por no decir el peor, de los males que aqueja a la realidad educativa desde que en España existe la democracia

La realidad es que el aforismo kantiano, como decía, ha quedado vilmente frustrado por la acción de aquella infausta ley, hasta reescribirse de este otro modo: “El hombre es lo que la ignorancia hace de él”. En el cuento de Schubiger, se describe al lento como “uno que todo lo hace muy despacio”, y así era, en verdad, el trabajar de Rubalcaba, y aún más en la esfera educativa. No obstante, el autor de Cuando el mundo era joven todavía también describe al protagonista de la breve narración de una manera bastante elocuente e ilustrativa: “Hasta para ver y oír las cosas más sencillas necesitaba mucho tiempo. Si miraba el reloj de pulsera a las cinco, tardaba hasta las nueve o nueve y media para ver la hora que indicaba”. Y este ha sido el fatal designio de Rubalcaba con respecto a la Educación. Su reloj ha estado parado mucho tiempo, demasiado para lo que es el acontecer de la realidad en nuestro país. Poco antes de morir, aún seguía predicando las bondades de la llamada “reforma educativa”, en clara referencia a la Logse, cuando se sabe que, si por algo debe ser recordada, es precisamente por anticipar el fin de la enseñanza. Tras su impacto, el desprecio por el mérito y el conocimiento, el paternalismo y el relativismo moral y, por supuesto, la ausencia de autoridad en el espacio educativo no han dejado de manifestar una tendencia creciente, hasta sofocante, me atrevería a decir.

Rubalcaba será juzgado por el tribunal de la historia como un político coherente con su ideología, sólido en la argumentación y hábil en el manejo de la negociación, pero en lo que es la Educación, y sin riesgo a equivocarme, habrá de añadirse lento, tanto como para hacer caer el proyecto común de instrucción en España hacia unos números más propios de épocas pretéritas, que, por otra parte, son una clara señal de advertencia de que algo no funciona. Como dijera Goya: “Los sueños de la razón producen monstruos”, palabras que son la mejor descripción que se puede hacer de la Logse.

Y este ha sido el fatal designio de Rubalcaba con respecto a la Educación. Su reloj ha estado parado mucho tiempo, demasiado para lo que es el acontecer de la realidad en nuestro país

Finalizadas las exequias del político, cabe reflexionar sobre su andadura personal y profesional. Y, en este último aspecto, el reloj de don Alfredo, por mucho que sea el interés en ignorarlo, se quedó parado en otro tiempo, cuando el mundo todavía era joven… Lo que España necesita en la actualidad es poner en hora el reloj educativo, dejarse de delirios pedagógicos y afrontar con seriedad y madurez el proyecto que, a buen seguro, volverá a situar a nuestra nación donde debe estar. Quizás, aunque la palabra suene fea –si bien más terrible ha sido el efecto de la sinrazón de los pedagogos de salón–, lo urgente sería afrontar una contrarreforma que desactive aquellos males que de tan manidos y aun estudiados parecen insolubles, como el desprecio por el conocimiento y la falta de autoridad en los centros escolares.

Nunca mejor dicho, ha llegado la hora de sentarse y consensuar un pacto educativo entre iguales. Un fenómeno esperanzador si, de una vez por todas, nos desembarazamos de las rémoras del pasado. Enviemos el reloj de Rubalcaba al taller para que, definitivamente, reciba la reparación que hace más de 30 años viene demandando. No sólo lo agradecerán Kant, Schubiger o Goya, sino también millones de españoles, principalmente los que están aún por nacer.

El autor es doctor en Historia y profesor de Filosofía en el IES «La Isleta» de Las Palmas de Gran Canaria

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