¿Ya es posible una escuela sin libros de texto?
En mayo de 2009 el presidente José Luis Rodríguez Zapatero anunciaba el Plan Escuela 2.0, con el que se dotaría de un portátil a cada alumno, empezando por los de 5º de Primaria. Una década después, ¿qué ha sucedido? ¿han desaparecido los libros de texto y los escolares ya no tienen que cargar con pesadas mochilas sino tan solo con su propio dispositivo?
La realidad es más bien otra. El plan Escuela 2.0 naufragó –y los estudios que lo analizaron tampoco constatan que fuera una gran idea– y los libros de texto siguen campando a sus anchas en las aulas –la facturación por licencias digitales apenas supone el 3% del global, según el gremio de los editores–. Entre otros, por la resistencia de los padres. No es extraño encontrar en las galerías de imágenes de sus móviles fotografías de las páginas de los libros de sus hijos, por si se les olvidan en clase, y que manifiesten su inquietud si el centro toma la decisión de sustituir el libro de texto por la tablet en el paso a Secundaria.
Ahora el Estudio sobre el papel y valor de los contenidos educativos en las aulas, del grupo Análisis e Investigación, con 1.400 encuestados y grupos de discusión con padres, profesores y expertos en Educación de toda España se ha centrado en esta realidad, para comprobar el grado de implantación de los libros de texto en nuestros días y cómo son percibidos tanto por las familias como por los profesores.
El 63,9% de los padres y el 54,6% de los docentes consideran que no sería positiva una enseñanza sin libros de texto, porcentaje que se eleva cuando los encuestados son padres o docentes de alumnos de Secundaria –un 67,1% y un 60,5% respectivamente–. Descendiendo a su propia experiencia, el 91,3% de los docentes y el 98,6% de los padres relatan que sus alumnos/hijos los usan en alguna medida. Sin embargo, aquí se aprecia una brecha entre los primeros y los segundos, pues para los profesores el libro de texto es considerado como la tercera herramienta más importante y que más usan, por detrás del material elaborado por ellos mismos y las búsquedas en internet, mientras que para los padres es la primera, seguida por fichas y cuadernos de actividades e internet en tercer lugar.
Los profesores usan más sus propios materiales e internet. Para los padres, los libros de texto van primero.
El 64,7% de los docentes de Primaria y el 71,5% de los de Secundaria reconoce que usa esta herramienta «mucho o bastante», pero solo el 38,7% de los primeros y el 44,9% de los segundos lo considera como su guía principal.
Los datos no casan con los de facturación de las editoriales, donde se aprecia una disminución de la facturación en el paso de Primaria a Secundaria, pero desde Anele lo atribuyen, más que a un descenso en su utilización como recurso, a la caída en el número de alumnos y al incremento de los segundos usos en las etapas de Secundaria y Bachillerato frente a Primaria.
En cuanto a la diferencia entre la Pública y la Concertada, en la primera un 40,9% de los docentes lo ve como guía principal de la clase, frente al 50,1% en la segunda.
ven el libro de texto como guía principal. En la Concertada son el 50,1%.
En una escala de 0 a 10, el 63,6% de los docentes y el 76,5% de los padres otorga al libro como herramienta una valoración de 7 puntos en adelante.
Aprecian sobre todo el hecho de que permita a los padres conocer los contenidos que estudian sus hijos, lo cual les permite ayudarles desde casa, y también de que les apoya en su labor docente.
Un 71,6% de los docentes y un 69,4% de los padres cree asimismo que es muy o bastante importante que los alumnos trabajen con sus propios libros, pues hacerlo de manera diaria e intensiva, subrayando, realizando sus anotaciones y marcas personales, «les ayuda a mejorar la asimilación de contenidos».
creen que si los alumnos trabajan con sus propios libros mejora su asimilación de los contenidos.
Para los responsables del estudio se percibe aquí una tensión importante entre lo emocional y lo racional. En el discurso de los entrevistados, el libro de texto, importante símbolo de la Educación, aparece más relacionado con lo antiguo, lo impuesto por un monopolio, lo encorsetado… representante de una escuela basada en el esfuerzo, lo teórico, la individualidad, la estandarización. En cambio, cuando se analiza como herramienta, se valora por estructurar y sistematizar, por englobar a todos los alumnos, por estandarizar los niveles exigibles, garantizar el rigor científico y la cobertura de todos los contenidos del currículo, por su autonomía y facilidad de uso y por favorecer la asimilación de contenidos.
Parece como si, con un libro de texto a mano, los profesores tuvieran la sensación de trabajar con red, aunque ya hace tiempo que sus clases hayan dejado de ser un: «abrimos el libro por la página…» y lo combinan con otros recursos. Este apego por la seguridad se da en mayor medida en los padres, con algo a lo que recurrir ante las respuestas vagas a la pregunta: «¿qué estáis dando en clase?». “Los padres citan mucho la importancia del libro de texto en relación con el seguimiento, con compartir con el hijo, aprender con él. Son padres que dedican cada vez más tiempo a la lectura, al repaso, y a la solución de dudas con los niños. Los típicos que te dicen: «ahora estoy haciendo 2º de Primaria». Y el libro de texto se convierte en una fuente clave», señala Rosa Gómez, directora del estudio.
Los padres citan mucho la importancia del libro de texto en relación con el seguimiento, con compartir con el hijo, aprender con él
"En palabras de José María Sansegundo, director de Análisis e Investigación, «nos encontramos en un impasse en que decimos: «la enseñanza del futuro no puede ser la de antes» y con la misma fuerza añadimos «no puede dejar de ser la de antes, porque lo nuevo aun no ofrece garantías». «Antes se nos exigía mucha individualidad, memorización y compromiso. Eso no puede seguir así, pero no se puede perder. Se trata de intentar mantener lo que nos interesa de antes incorporando lo nuevo», advierte.
En este proceso de transición «complejo, con muchas dudas», según Rosa Gómez, «de una enseñanza cerrada, teórica, selectiva a otra abierta, flexible, inclusiva, personalizada; del esfuerzo y la disciplina a la motivación», los libros de texto y las propias editoriales también deben evolucionar, con algunos retos por delante como la atención a la diversidad, la incorporación de las competencias o la adaptación a un nuevo contexto con infinidad de herramientas y metodologías. «También padres y docentes mencionan como negativa la extensión de currículum, con más materias en detrimento de la profundización, la sensación de repetición de contenidos desde los primeros niveles, de ausencia de avance, y de asimilación de manera superficial», añade Gómez.
En cuanto a las editoriales, hay variedad de opiniones. Para los expertos, deben evolucionar hacia un nuevo rol como proveedoras de servicios integrales para el aprendizaje, con relaciones con las administraciones, voz en los desarrollos legislativos y contacto con las tecnológicas. Para los docentes, de una relación unidireccional y meramente comercial se debe pasar a otra bidireccional, entre profesionales de la Educación. Los padres, por último, aunque son los que más cercanos se sienten de los libros de texto, expresan la distancia que les separa de las editoriales, con las que les une una relación impuesta –desconocen por qué en su colegio se decantan por una editorial– en la que cuestionan el precio de los manuales, que se deban renovar cada poco tiempo o su imagen poco actualizada.
En cuanto a la visión de los distintos modelos de gratuidad, un 57,1% de los padres se muestra partidario del sistema de préstamo, independientemente del nivel de renta, mientras que un 37,6% vería mejor cheques en función de la renta de las familias.
Un 54,7% de los profesores subraya que el modelo de préstamo limita la realización de determinadas actividades, pero a la vez mencionan como obstáculos que el trabajo recaiga sobre el centro, que se limite la capacidad de elección al tenerse que ajustar a «paquetes» elaborados por la editorial y el hecho de que puedan derivar en conflictos con los padres. Mientras, los padres de comunidades con este modelo, como Madrid, reconocen su escaso conocimiento de estos sistemas, al que apenas un 46% de las familias se han acogido.
Los docentes y las familias consideran que los libros en formato papel perderán presencia en el aula –un 71,5% de los docentes y un 69,6% de los padres lo ven así– casi en la misma medida en que creen que la ganarán en formato digital –69,8% y 80%, respectivamente–.
Se trata de un pronóstico, pues en la actualidad unos y otros engloban al libro digital entre las herramientas sin apenas importancia ni uso. «Es todavía más futuro que presente. Está sin resolver. Se quiere que sea algo más evolucionado de lo que hoy es», proclama Sansegundo. Tan solo un 2,2% de los docentes y un 3,1% de los padres creen que el papel se extinguirá.