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La Educación, cuestión prioritaria

Los recortes que afectaron a nuestras aulas con la crisis se han mantenido. Aspirar a la mejor Educación posible debería ser siempre un objetivo clave.
Nando López
Novelista y dramaturgo
https://nandolopez.es
26 de noviembre de 2019
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El sistema educativo sobrevive gracias a que los docentes siguen sin rendirse a pesar de que los medios resulten escasos y los currículos, cada día más obsoletos. TIERO

Hablamos de emociones. De entusiasmo. De dejarnos la piel y el corazón en nuestras clases. Hablamos a menudo de todo ello porque importa, porque quienes trabajamos y hemos trabajado en un aula sabemos qué necesario es construir puentes –de comunicación y de empatía– para acercarnos a nuestro alumnado.

Pero deberíamos hablar también de recursos. De los materiales que necesitamos para elevar esos mismos puentes. Porque no basta el entusiasmo para afrontar retos tan urgentes y necesarios como la diversidad y la inclusión. Ni la emoción es suficiente para solucionar las ratios desbordantes. Ni con palabras como vocación o entrega se solucionan cuestiones como la destrucción de empleo en la escuela pública o la falta de profesionales en nuestros colegios e institutos –cada vez menos orientadores, menos PT, menos docentes por centro–, todos ellos imprescindibles para combatir el fracaso escolar y alcanzar un verdadero éxito educativo.

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Quienes hemos trabajado en un aula sabemos qué necesario es construir puentes con el alumnado

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En estos últimos años no hemos visto ni una sola medida destinada a paliar esas carencias. Todos los recortes que años atrás se acometieron en nuestras aulas con la excusa de la crisis se han mantenido sin cambios. No se recuperaron las horas lectivas, ni los cupos de profesorado, ni se ha producido una inversión necesaria en un sistema educativo que sobrevive gracias a la labor de los profesionales que lo forman, docentes que siguen sin rendirse a pesar de que los medios resulten escasos y los currículos, cada día, algo más obsoletos.

Realidad en las aulas

Quizá por eso sigo visitando tantos centros escolares con mis libros. Y escribiendo en ellos sobre la realidad de las aulas. A veces desde la novela, como en La edad de la ira; a veces desde la ironía y el ensayo, como en Dilo en voz alta y nos reímos todos. Y no solo porque me apasione hablar de la adolescencia –esa edad compleja en que empezamos a decidir quiénes somos–, sino porque necesito retratar su marco. Ese espacio compartido donde estudiantes y docentes tratan de sacar lo mejor de sí mismos a pesar de que su realidad no parezca ser la prioridad de nadie. Al menos, no más allá de ciertos titulares electoralistas y de polémicas inanes que no conllevan mejora sustancial alguna. Quizá la clave no esté en decidir si deberes sí o deberes no (¿de veras no basta con aplicar el sentido común?), sino en rebelarnos contra el hecho de que nuestras aulas –de Infantil, Primaria, Secundaria y Bachillerato– estén al límite legal de su capacidad.

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Quizá la clave no esté en decidir si deberes sí o deberes no (¿de veras no basta con aplicar el sentido común?), sino en rebelarnos contra el hecho de que nuestras aulas estén al límite legal de su capacidad

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Aspirar a la mejor Educación posible debería ser siempre una prioridad de todos. Porque es el único ascensor social posible. Porque es el mejor modo de dignificar nuestro presente y de alentar el futuro. Pero esa aspiración no puede basarse en mantras facilones, ni en lemas dignos de ser grabados en una taza de café. No basta con dejarnos llevar por cantos de gurús, ni con seguir convirtiendo ciertos países nórdicos en el reino de Nunca Jamás al que jamás llegaremos con nuestras tizas.

Necesitamos propuestas reales, serias, que nazcan del conocimiento de nuestras aulas y de su diversidad. Propuestas que desciendan a la cotidianidad y sean conscientes de que quienes estamos delante de la pizarra sentimos, un gran respeto por este trabajo y un sincero afecto por nuestro alumnado. Y, por eso mismo, seguiremos peleando en pie de tiza, exigiendo inversión y recursos. Porque esos jóvenes se merecen tener todas las opciones posibles y solo una Educación de calidad puede ofrecérselas.

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