Animales y emociones
El otro día tuve la ocasión de ver la nueva película de uno de los clásicos infantiles más populares: El Rey León (2019). A lo largo del largometraje fui teniendo sensaciones extrañas, algo encontradas. Un argumento conocido, un montaje y efectos por ordenador espectaculares… Es curioso cómo, a pesar de las críticas a la película, ha sido un gran éxito en taquilla y recaudación. Sin embargo, no podía quitarme de la cabeza que había algo que no estaba funcionando, ¿qué podía ser?
El hiperrealismo conseguido por parte de los profesionales que han formado parte del montaje y producción de la película es increíble, por lo que resulta incluso raro ver “personificados” a los protagonistas del filme.
En los dibujos animados originales no extrañaba la muestra de emociones en leones, facóqueros o babuinos; mientras que los rostros de los nuevos personajes, pareciéndose tanto a los reales, resultan inexpresivos cuando hablan.
En los dibujos animados originales no extrañaba la muestra de emociones en leones, facóqueros o babuinos
Quizá eso es lo que más buscamos en películas, libros, conferencias o clases: encontrar la emoción del otro. Sin emoción, se hace difícil empatizar con el emisor del mensaje, ya sea persona, animal o cosa (véase la extraordinaria película Toy Story (1995)). Si conseguimos emocionar a nuestros alumnos de forma similar a como lo hacen las historias de las películas, videojuegos o cuentos, probablemente el proceso de aprendizaje logre ser más sencillo, porque los estudiantes buscarán empatizar con nosotros.