El día a día en un paisaje de aprendizaje

Un paisaje de aprendizaje es un entorno diferenciado diseñado para dar respuesta a las necesidades individuales de los estudiantes. Atrás quedan los días homogéneos en aulas clonadas por todo el planeta.

En un paisaje cada jornada es única. Podemos aprender con otros, tener momentos de concentración, inspirarnos por los trabajos de nuestros compañeros, experimentar y compartir nuestros hallazgos con la comunidad educativa. Sin embargo, esto no significa que carezca de estructura. Todo lo contrario, la estructura física, pedagógica y organizativa de un paisaje es imprescindible para garantizar la flexibilidad.

Organizar una jornada escolar en un paisaje puede parecer inicialmente un reto, pero no es mucho más complicado que la organización tradicional y permite a maestros y profesores trabajar de una manera mucho más innovadora, mientras los alumnos disfrutan aprendiendo.

El día a día en un paisaje de aprendizaje es un viaje en el que cada alumno aprende de manera distinta dependiendo de las tareas y de sus necesidades individuales de aprendizaje.

A lo largo del día, la jornada puede organizarse en clases, materias o proyectos, entre muchos otros, dependiendo de cada centro. La clave es ofrecer diversidad de entornos en cada bloque y entre ellos, apoyando el proceso de aprendizaje de los alumnos y dándoles la oportunidad de tomar la responsabilidad de su propio proceso y de aprender cómo aprenden mejor.

Aprender en un paisaje sucede de múltiples formas. Me gustaría presentaros dos programaciones para dos grupos, el de Laura y el de Mateo, que comparten un mismo paisaje:

Laura inicia su día en una asamblea en la Cima de la Montaña donde su profesor presenta el tema que estudiarán: “La nutrición, hoy”. Para explorar el concepto, la clase se divide en pequeños grupos que trabajan en situación de Corro, mientras que el profesor observa y está localizable si los alumnos necesitan su ayuda. Además, se marcan seguimientos periódicos en los que plantear nuevas cuestiones y puntos de vista, facilitando la comprensión del tema e inspirando el trabajo de los alumnos.

Después, los alumnos trabajan Manos a la Obra en el desarrollo de proyectos en los que plasmar las conclusiones de su investigación: un documental, un póster o una maqueta de una célula humana afectada por una dieta poco saludable. En este contexto, cada grupo encuentra una forma distinta y única de comunicar el conocimiento que ha recopilado y, al finalizar el día, todos los proyectos se exponen en una zona común, para que el resto de compañeros pueda inspirarse con los trabajos.

Mateo también comienza con una asamblea en la que su profesor le indica el programa y objetivos del día. Hoy le toca explorar el tema de “la vivienda sostenible”. Para ello, comienza el día con una situación de Manos a la Obra: Mateo y su grupo experimentan y realizan diversos prototipos.

El seguimiento se programa en un Manantial, donde se plantean diferentes cuestiones de habitabilidad y obtención de recursos, con múltiples respuestas por parte de los alumnos, que orientan y perfeccionan los prototipos iniciados.

De camino al taller, Mateo se cruza con el trabajo de Laura, que le inspira a pensar que sostenibilidad también significa integrar la alimentación, por ejemplo fomentando los productos locales. Así, el grupo de Mateo incorpora una huerta a su prototipo de vivienda sostenible, y entonces el grupo se separa y cada uno busca una Cueva donde preparar su presentación. La exposición final en la Cima de la Montaña cierra la jornada.

El uso del espacio es clave. Con los paisajes de aprendizaje eliminamos la distinción entre espacios de aprendizaje (aulas) y de descanso o juego (pasillo y patio), lo que implica beneficios desde entender la experiencia de aprendizaje como algo que puede –y debe– incorporar lo lúdico, motivando la curiosidad de los alumnos y su bienestar; a promover un uso del espacio mucho más eficaz, activando zonas de tránsito y exteriores como espacios de aprendizaje.

Para que una comunidad educativa pueda sacar el máximo provecho de un paisaje de aprendizaje, el diseño debe estar pensado acorde a la organización de la jornada escolar de un centro, sus metodologías y objetivos pedagógicos.

Uno de los grandes problemas que encuentran los profesores que quieren trabajar con metodologías innovadoras y activas es la rigidez del entorno físico tradicional. Una estructura que promueve la pasividad de los alumnos supone un reto para, por ejemplo, trabajar de manera interdisciplinar, mientras que un espacio flexible y diferenciado puede ser un gran aliado para potenciar el aprendizaje en proyectos, diferenciado o centrado en el desarrollo de competencias, entre muchos otros.

Un paisaje de aprendizaje puede convertirse en una herramienta clave para apoyar el desarrollo educativo de los profesores. En un entorno que inspira y que reconoce la individualidad de cada persona, el espacio físico motiva a alumnos y a profesores a desarrollar habilidades como la creatividad y el pensamiento crítico, a compartir y trabajar con los demás y, sobretodo, a seguir aprendiendo.

Rosan Bosch. Fundadora y directora creativa de Rosan Bosch Studio