Bienvenido Mr. Schleicher
Mientras repasaba los medios en busca de las últimas novedades sobre Covid-19, ayer (23 abril) descubrí una entrevista en El País de Andreas Schleicher, director de Educación de la OCDE y responsable del Informe PISA. Me apresuré a leerla convencida de que si había aceptado hablar con un medio español tenía que ser porque (¡por fin!) estaba dispuesto a explicar por qué no se han hecho públicos hasta la fecha los datos de PISA 2018 en el dominio principal (lectura) para España. Son muchos los medios y comunidades autónomas que, desde hace meses, han solicitado a la OCDE una explicación que justifique esta decisión y han obtenido la callada por respuesta. La perplejidad se acentuó cuando se supo que la OCDE envió los resultados de PISA después del verano al Gobierno central y a los gobiernos regionales dándolos por buenos y asumiendo que cumplían con “los estándares de calidad de PISA”. Sólo cuando las comunidades autónomas alertaron de problemas con los datos que cuestionaban su validez, la OCDE reaccionó retirándolos y anunciando que no se publicarían en la presentación de PISA 2018 que tuvo lugar en diciembre de 2019. También aseguró que se publicarían en cuanto se resolviesen los problemas.
Pero han pasado cinco meses y la OCDE no sabe o no contesta. Un fallo de esta magnitud pone en cuestión la credibilidad de PISA y su capacidad o su voluntad de rendir cuentas a los países participantes. Aproveché la oportunidad que me dio Magisterio al invitarme a escribir una Tribuna (“PISA 2018: mucho ruido y pocas nueces”, parte I 25 marzo, parte II 1 abril) para dedicar un tiempo a investigar, en las propias publicaciones de PISA, qué razones podrían explicar un error de este calibre. Llegué a la conclusión de que PISA 2018 había incorporado cambios metodológicos que habían llevado a errores graves. Por supuesto, me parece una hipótesis razonable, pero es a la OCDE a quien corresponde desmentirla o confirmarla y dar una explicación mucho más detallada de lo poco que se puede inferir de las publicaciones. Sería de esperar que la OCDE informase de las medidas que van a adoptar para asegurar que la información de PISA es fiable en el futuro en el caso de España, pero también de otros países que probablemente se han visto afectados por los mismos problemas.
Sería de esperar que la OCDE informase de las medidas que van a adoptar para asegurar que la información de PISA es fiable en el futuro en el caso de España, pero también de otros países
Volvamos a la entrevista. En este contexto, me asombro de que Andreas Schleicher acepte dar una larga entrevista y no haga una sola mención al hecho de que PISA no ha publicado los datos de España por no ser fiables ni robustos. Tampoco le ha parecido oportuno disculparse por el hecho de que PISA haya fallado tan estrepitosamente a un país que hace un esfuerzo económico ingente para tener una muestra ampliada en todas sus comunidades autónomas y en el que PISA pesa mucho en el debate sobre política educativa.
¿Qué puede haber más importante para que Andreas Schleicher evite hablar del fracaso de PISA en España? Pues la crisis del Covid-19, obvio. ¿Qué nos dice que sea útil para un sistema educativo tan desorientado como el nuestro?
Como es de sobra conocido (y sufrido) por las familias españolas, habla de la necesidad de reforzar la enseñanza online y de la enorme ventaja de los países que pusieron en marcha plataformas y recursos educativos online con antelación a la crisis. Se podría pensar que es una obviedad, pero hay gato encerrado. La OCDE ha defendido durante mucho tiempo, sobre la base de análisis de los datos de ciclos anteriores de PISA (“Students, computers and learning” 2015), que el uso frecuente de ordenadores en clase tiene un impacto negativo sobre el rendimiento de los alumnos. Según estos análisis, los países cuyos estudiantes tienen un rendimiento más alto en PISA no hacen un uso frecuente de la tecnología en el aula. Entre ellos se encuentran Singapur, Corea del Sur y … China (¡ojo al dato!). La interpretación que ha defendido Schleicher durante años es que la tecnología no podía sustituir a los buenos profesores. Por tanto, los países que hayan seguido las recomendaciones de la OCDE no habrán sido pioneros en poner en marcha la educación online.
La interpretación que ha defendido Schleicher durante años es que la tecnología no podía sustituir a los buenos profesores
Deduzco que el otro mensaje importante de la entrevista es que para que el sistema educativo pueda responder adecuadamente al Covid-19, España tiene mucho que aprender de… China (!). De entrada, sorprende la elección de “país ejemplar” por las suspicacias que podrían surgir respecto al país donde se originó la pandemia. Pero un repaso del informe mencionado pone de relieve que China aparece allí reflejado también como ejemplar, pero por las razones opuestas, es decir porque hace poco uso de los ordenadores en clase y ello está asociado a un elevado rendimiento de los alumnos.
Por ser justos, el aspecto que Schleicher enfatiza respecto a China es la colaboración público-privada, que ha permitido conectar a muchos estudiantes online tras la expansión de la pandemia. El problema con estas afirmaciones, y con otras muchas que Schleicher hace sobre China, es que PISA incluye a unas pocas provincias y no incorpora a los millones de estudiantes de medios rurales que sufren la falta de acceso a internet y a ordenadores. Es decir, la brecha digital entre la China rural y la muestra China reflejada en PISA es una de las mayores del mundo. No reconocer esto es no respetar la evidencia.
Y no hablar de PISA 2018 y España es no respetar a los países que se han fiado de PISA como métrica internacional. PISA evalúa a los países, pero los países también evalúan a PISA. Nos sigue debiendo una explicación Mr. Schleicher.