Vuelta al cole con garantías sanitarias y educativas
Los alumnos españoles han tardado más que los de otros países en regresar a las aulas. © ADOBE STOCK
El 16 de febrero de 2019, China fue el primer país en cerrar los centros educativos de algunas partes del país, como consecuencia de la pandemia de Covid-19. Enseguida el resto de naciones le emularon y para finales de marzo la totalidad habían cerrado todas o parte de sus escuelas. La OCDE estudia ahora las consecuencias de ese cierre, en una edición especial de Education at a Glance con el análisis de la situación en 46 países que incluye un informe sobre el impacto del Covid en la Educación, así como del efecto económico de la pérdida de aprendizaje.
La conclusión principal, según el organismo, es que si bien la pandemia afecta a todos sus consecuencias golpearán con fuerza a los más vulnerables. Y las brechas se acrecentarán entre países pero también entre alumnos de entornos privilegiados, para los que con el cierre de escuelas se abrieron nuevas alternativas de aprendizaje, y de entornos menos favorecidos, sin recursos de aprendizaje y sin resiliencia ni motivación para aprender por su cuenta en un contexto en que la autonomía, la capacidad para aprender online y para el aprendizaje independiente cotizan al alza.
Las diferencias entre países comienzan con el tiempo en que la escolarización convencional se interrumpió durante el curso 2019-20. El rango va desde las 7 hasta las 19 semanas, con países donde solo se cerraron las escuelas en determinadas zonas. España las cerró todas durante 16 semanas, prácticamente todo el curso escolar, como Italia, Irlanda y Lituania, con excepciones por ejemplo para preparar la Selectividad. El calendario no se tocó, como sí hicieron algunos países que aprovecharon para adelantar vacaciones (Chile) o iniciar antes el curso siguiente (Corea). Tampoco se destinó una partida extraordinaria, como el Reino Unido, a mantener las escuelas abiertas en verano para los alumnos con mayor desfase.
permanecieron cerradas las escuelas en España
Ahora, los investigadores Eric A. Hanushek y Ludger Woessmann recuerdan que esa pérdida de aprendizaje no saldrá gratis, sino que, incluso si se logra volver a los niveles de rendimiento precrisis, tendrá unos efectos en el bienestar individual y social de «una magnitud enorme». Lo cifran en un descenso de un 1,5% del PIB de los países en lo que queda del siglo, en unos salarios futuros entre un 2,5% y un 4% más bajos (un 3% en el caso del estudiante tipo, y más si es un estudiante desaventajado) así como un mayor riesgo de desempleo.
Los investigadores advierten de la necesidad de introducir una mirada a largo plazo y de poner el acento en escuelas seguras, pero también en escuelas mejores, capaces de mitigar la pérdida de aprendizaje poniendo en marcha programas específicos. Advierten de que, con las escuelas cerradas, los estudiantes no solo no aprendieron cosas nuevas, sino que desaprendieron conocimientos que son la base para adquirir otros nuevos. En la reapertura, subrayan, es muy importante no interrumpir la evaluación sino incidir en ella para conocer hasta dónde llega la pérdida de aprendizaje, así como optar por la máxima individualización posible, asignando a los mejores profesores donde más falta hagan.
Si durante el cierre de centros hubo diferencias en el aprendizaje de unos y otros, con alumnos con clases online diarias o semanales, y con los alumnos de bajo rendimiento más enfrascados en actividades pasivas en casa, estas pueden persistir según cómo reabran unas y otras escuelas, exacerbando, por ejemplo, la diferencia entre públicas y privadas, que en algunos casos han abierto antes o han optado por un mayor grado de presencialidad, y entre distintas zonas, en función de posibles confinamientos selectivos. Un análisis del Banco Mundial sitúa en 16 puntos PISA la diferencia entre reabrir como si nada hubiera pasado o intentando remediar la pérdida de aprendizaje.
En España, Ismael Sanz, Jorge Sainz y Almudena Sevilla habían realizado un cálculo similar al de Hanushek y Woessmann, aunque en su caso, basándose en los análisis de Simon Burgess, no daban todo el último trimestre del curso pasado por perdido, sino que consideraban que la Educación online de algún modo amortiguó el impacto y no fue como si no hubiese habido clases. En sus cálculos, la pérdida de aprendizaje es de un 6% de la desviación estándar, el equivalente a un mes y medio o dos meses de escolarización, y la diferencia entre España y la media de la OCDE.
En salarios futuros, equivale a unos sueldos un 2% más bajos en España, donde la rentabilidad salarial de un curso adicional es ligeramente inferior a la de otros países de la OCDE (se calcula que estudiar un año más aporta una rentabilidad salarial del 8%, en promedio y con excepciones). «A ello se suma un fenómeno que estudia la Economía laboral, el hecho de que la persona que entra en el mercado laboral en años de crisis tiene un salario inicial más bajo que si hubiera entrado antes o después de esta, y este efecto dura en el tiempo, de forma que esas personas tardan más en recuperar su salario que si no hubieran entrado al mercado laboral en plena crisis», apunta Sanz.
Sanz, Sainz y Sevilla coinciden con Hanushek y Woessmann en que con esta crisis la brecha que más se agranda es por nivel socioeconómico de los alumnos. «La igualdad de oportunidades no se había conseguido previamente, pero ahora es incluso más difícil», reconoce Sanz. El impacto en pérdida de aprendizaje (y en empleabilidad y salarios futuros) afecta mucho más a los alumnos de entornos más desfavorecidos, con menos dispositivos digitales, menos posibilidades de que sus padres puedan ayudarles en casa, y menor perseverancia, disciplina y motivación.
Por ello insisten en la necesidad de planificar este curso de forma distinta, con un currículum más reducido y centrado en competencias esenciales y con programas enfocados a estos alumnos, como ha hecho el Reino Unido con tutorías en pequeños grupos de refuerzo de Matemáticas y Lengua para que la brecha entre alumnos por nivel socioeconómico no se amplíe.
¿Y si las escuelas se tienen que volver a cerrar? «No creo que el impacto negativo se multiplicara por dos, salvo que fuéramos a una situación prolongada como la de marzo y abril, pero sí se agrandaría la brecha y se incrementaría la desigualdad por nivel socioeconómico, reproduciéndose en los salarios futuros de los alumnos que están estudiando. A lo largo de los cursos se podrá ir recuperando parte del aprendizaje perdido, pero otra parte es ya prácticamente irrecuperable».
El sociólogo de al UAB Xavier Bonal también ha analizado la desigualdad educativa en este contexto, que, para él, es una desigualdad acumulada. No solo en el confinamiento, en el que los alumnos dejaron de aprender lo mismo en el terreno formal (soluciones de la escuela), no formal (extraescolares deportivas suspendidas y de música e idiomas mantenidas online) e informal (casa). También en la reapertura persistirá el learning gap, con distintas probabilidades de cuarentena por barrios y escuelas, o de objeción escolar, que, curiosamente, se da en familias de clase media que apuestan por el homeschooling pero también entre la clase trabajadora con mayor miedo o mayor riesgo de contagio en su entorno. «En el barrio de La Mina (Sant Adrià) el 80% del alumnado de población gitana no se había escolarizado la semana pasada», advierte. También, con ratios o recursos diferentes en unas escuelas y otras.
Para él, es clave que las administraciones pongan en marcha mecanismos extraordinarios de evaluación. «Se impone analizar la trazabilidad educativa para saber dónde es necesario intervenir de forma compensatoria más activa». Con programas de aceleración del aprendizaje, pero también evitando que se tomen medidas contraproducentes e inoportunas como eliminar la sexta hora, ir hacia la jornada continua o acabar con las extraescolares en aquellos contextos más vulnerables.
Algunos indicadores de 'Education at a glance' 2020
- Inversión. El gasto público de los países en Educación era del 11% en 2017, variando desde el 7% de Grecia al 17% de Chile. España se situó por encima del 8%. Respecto del PIB, España destinaba a Educación en 2017 un 4,3%, inferior a la media de la OCDE (4,9%). El informe aun refleja el impacto de la anterior crisis y los recortes. Desde 2010 los hubo en un tercio de los países de la OCDE. En España se tradujeron en ocho puntos menos de gasto público en Educación que se compensaron con el mayor gasto privado, casi el triple que en la OCDE.
- Escolarización 0-3. La tasa en España ha subido más de 10 puntos en la última década, situándose en el 38,2%, frente al 25,5% de media de la OCDE y al 23,6% de la UE. Con la pandemia se puede producir un retroceso en este porcentaje al no ser una etapa obligatoria.
- Ninis. La tasa de jóvenes de 18 a 24 años que ni estudia ni trabaja en España es del 19,7%, frente al 14,3% de media.
- FP. En España hay poca FP Dual (3% frente al 34% de media). Además, un gran número de alumnos que comienzan FP de Grado Medio no terminan. Si en Bachillerato el 82% de los alumnos matriculados titulan, en FP el porcentaje se reduce al 35%, en cálculo actualizado de Ismael Sanz. «Para mí es el nivel que más atención merece, pues es clave para reducir el abandono. Sería necesario incrementar la plantilla docente y crear más grupos en los ciclos con mayor inserción laboral», reflexiona el profesor de la URJC.
- Profesores. Su sueldo subió entre un 5% y un 7% en Primaria y Secundaria en la OCDE de 2005 a 2019. No así en España, donde bajó (entre 2 y 4%).
Hacia una presencialidad con intermitencias
La OCDE subraya cómo la pandemia ha hecho emerger la falta de competencias pedagógicas y técnicas para integrar las TIC en el aprendizaje. Si en 2018 el 53% de los profesores en la media de los países permitía a sus alumnos emplearlas para sus proyectos, España se encontraba por debajo. También de media, el 60% había tenido formación en competencia digital y el 17% declaraba una necesidad acuciante de esta.
Este curso se impone combinar la Educación presencial y online, intentando aprovechar las ventajas de las dos. Para ello, el catedrático de Educación de la UOC Albert Sangrà aboga por definir un modelo presencialidad discontinua para poder pasar de los momentos presenciales a los no presenciales con mayor fluidez y con tranquilidad.
El profesor es partidario de anticiparse, aumentando la competencia digital docente y preparando a los alumnos para que sepan lo que tienen que hacer, asegurándose de que tienen las herramientas necesarias y de que las familias también saben qué van a hacer. «Las garantías para que este curso esto funcione es que se haya planificado que puede haber momentos de no presencialidad y que los momentos de formación online estén bien diseñados. Cualquier otra cosa va a producir caos, confusión, desasosiego e insatisfacción».
Sangrà apuesta por diseñar la clase completamente online y, a partir de ahí, plantearlo como presencial. «De esta forma es muchísimo más fácil, porque tú ya tienes la experiencia presencial, pero en cambio has de que forzarte a situarte en una mirada online para poder aprovechar todo su potencial. Si no cambias de mirada difícilmente puedes aplicar este cambio de modelo».
«Lo que nos pasó el curso anterior es justificable, pero no nos puede volver a pasar que de hoy para mañana tengamos que irnos para casa y nadie sepa qué hacer. Ahora ya estamos avisados», concluye.
Nuevas investigaciones aseguran que una ratio menor sí influye
Los recortes en Educación en España generaron, entre otros efectos adversos, el incremento del número de alumnos por aula en un 7% en Primaria y un 5% en Secundaria entre 2005 y 2018, mientras que en otros países se redujo en el mismo periodo.
La ratio de alumnos por profesor de España, con 12 alumnos por docente en Secundaria y nueve en Formación Profesional, es similar a la media de la OCDE, pero a raíz de los recortes el número de alumnos por clase es ligeramente superior, de 22 en Primaria frente a 21 en la OCDE y 20 en la UE y de 25 en la ESO frente a 23 y 21, respectivamente.
El incremento de la plantilla para reducir la ratio es una reivindicación clásica de los sindicatos que se ha convertido en un mantra en este curso, para así poder mantener la distancia de seguridad, además de un mayor grado de individualización.
Si bien hasta ahora diferentes estudios aseguraban que a partir de un determinado umbral reducir la ratio podría no tener una influencia significativa en el aprendizaje, nuevos artículos demuestran que la reducción de las ratios, si bien no afecta a los resultados en las pruebas externas estandarizadas realizadas en el corto plazo, sí lo hacen a largo plazo. Así, los análisis del profesor de la Universidad de Harvard y Premio Nobel de Economía Raj Chetty demuestran que los alumnos que disfrutan de clases con menos ratio tienen más probabilidades de cursar estudios superiores y unas mejores perspectivas en el mercado laboral, según introduce el profesor de la URJC Ismael Sanz.
«Esta nueva investigación corrobora que no es beneficioso en las pruebas externas estandarizadas, pero que sí tiene un efecto positivo a la hora de fomentar la perseverancia, la resiliencia, la capacidad de enfrentarse a adversidades, la capacidad de concentración, la motivación o la determinación, fundamentales para la vida», analiza Sanz