El retroceso de un falso progreso
Los españoles aún no nos hemos recuperado del impacto que ha supuesto la aparición de esta pandemia vírica en nuestras vidas: la muerte de decenas de miles de personas, los contagios incontables, un confinamiento insufrible, el cierre de innumerables empresas y comercios, la pérdida de cientos de miles de puestos de trabajo y esas medidas higiénicas que se han vuelto prioritarias en nuestros centros educativos y han dejado en un segundo plano a los objetivos técnicos y formativos.
Nuestro Gobierno, en cambio, tiene claro que este virus no va a parar la maquinaria ideológica puesta en marcha desde el mismo día en que Pedro Sánchez ganó las elecciones. Alguno recordará que el presidente Sánchez comentó que jamás pactaría con el señor Pablo Iglesias, pues, de hacerlo, el 95% de españoles no podría conciliar el sueño. Ya se ve que Sánchez se encuentra en el grupo de ese 5% que sí aprueba la llegada de Podemos al poder. Y es que este Gobierno se sostiene gracias al apoyo de partidos políticos independentistas, deseosos de acabar con la Constitución y con la unidad de España.
Pues esta coalición gubernativa es la que va a aprobar unas leyes que atentan contra la verdad y el sentido común. Y además, se escuda en el progresismo para justificar todos sus desmanes legislativos y para desprestigiar y echar por tierra todos los logros que los españoles hicieron realidad en un pasado aún reciente. Porque este Gobierno nos quiere vender que nuestra sociedad progresará si se aprueba una Ley de eutanasia y de suicidio asistido, otra de Memoria democrática que reavive el odio ciego entre hermanos y también una Ley educativa que ningunea la iniciativa de las familias y que trata de imponer una Educación pública única, laicista e igualitarista.
Este Gobierno nos quiere vender que nuestra sociedad progresará si se aprueba una Ley de eutanasia y de suicidio asistido, otra de Memoria democrática que reavive el odio ciego entre hermanos...
El Gobierno está aprovechando esta situación excepcional para sacar adelante unas leyes ideológicas sin apenas oposición de la ciudadanía. La mayoría de nosotros andamos preocupados por este virus devastador y nos esforzamos para proteger a nuestros familiares ancianos y el puesto de trabajo… si aún lo conservamos. Salimos a la calle con la insufrible mascarilla, las manos desinfectadas y guardando una distancia más que prudente con los demás viandantes. Y por culpa de unas cosas y de otras, somos incapaces de movilizarnos ante tanto desmán legislativo, mientras los supremacistas progresistas nos hacen retroceder en dignidad y en derechos.
Pablo Iglesias y los suyos son sabedores de lo favorable de esta situación para imponer su ideología a toda la sociedad. Y ese convencimiento le llevó a decir a los miembros de la oposición que jamás se volverían a sentar en los sillones ministeriales. Y lo más triste de todo es que eso dará igual, pues aunque el Partido Popular vuelva a gobernar, no tocará ni derogará ni una sola de las leyes impuestas por este Gobierno mal llamado progresista.
Los partidos de la oposición, al estar en minoría, son incapaces de hacer frente al afán ideológico del Gobierno. Y la sociedad, paralizada por el virus y por los anhelos de aquel bienestar de antaño, no reivindica sus derechos ni alza la voz ante las injusticias. Solo nos queda actuar con firmeza en nuestro campo de acción más inmediato: la familia y el centro educativo. Si logramos que la verdad de las cosas prevalezca entre los nuestros, estaremos en condiciones de que algún día, tarde o temprano, la sociedad recupere el sentido común y la alegría de vivir.