Quino y Mafalda, escuela de vida
En la tarde del pasado miércoles, supimos Rúas y yo del fallecimiento de Quino por las entrañables palabras que escribió sobre él el maestro y amigo Santiago López Navia. Tuve la suerte de conocer y tratar a Quino allá por el año 2003 cuando el equipo de autores malagueños conformado por Felipe Foj, María Victoria Narváez y Luis Goñi decidieron añadir en las páginas del magnífico libro de 1º de Bachillerato de Economía una serie de actividades al final de varios temas en las que se incluía una viñeta de Mafalda que tenían que analizar los estudiantes a partir de una serie de preguntas que se les formulaban. Yo era el coordinador editorial de aquel texto que nos dio alegrías formativas, en trato humano y en ventas (fue best y long sellers).
Contacté con él a través de su editorial en España que con agilidad y amabilidad me facilitaron su contacto. Por entonces, Quino y su esposa, Alicia Colombo, aún vivían a caballo entre Madrid y Buenos Aires. Conservo todavía los teléfonos y el fax por el que nos comunicábamos. Recuerdo que la primera vez que contacté con ellos, avisados por su editorial, cogió el teléfono su hija Julieta que, con su voz clara, limpia y joven, además de calidez transmitía vigor. Ella le llevaba a su padre las cuestiones de gestión con las editoriales, los medios de comunicación y demás. No puede un hombre amante de los libros estar mejor acompañado que por dos mujeres de nombres Alicia y Julieta, a cual más literario.
Me pasó Julieta a Quino y le expliqué lo que queríamos hacer con una serie de viñetas de Mafalda que los escritores y profesores de Economía habían seleccionado para el texto por la idoneidad para que los jóvenes entendieran las cuestiones sociales y económicas que se les habían planteado en los capítulos en los que aquéllas se habían incluido. Le encantó la idea y lo que le hizo especial ilusión fue saber que aquel grupo de docentes y autores eran de Málaga.
Quino, como nos recordaba Álex Grijelmo en una emocionada columna de El País, la misma tarde del fallecimiento, era un enamorado de España, se sentía español y tenía la doble nacionalidad. Los padres de Quino eran de Fuengirola. En ese escrito de Grijelmo el lector puede sentir la amistad, el cariño y la admiración que se profesaban el periodista y el ilustrador.
Quino, como nos recordaba Álex Grijelmo en una emocionada columna de El País, la misma tarde del fallecimiento, era un enamorado de España
Al ver las trayectorias de Quino como las de tantas personas nacidas en cualquier país de Hispanoamérica, se puede apreciar el amor especial con lo que ellas llaman “la Madre Patria”. Por fortuna, desde mi adolescencia he tratado a hombres y mujeres nacidos al otro lado del Atlántico, y además de compartir con ellos la lengua española y muchas otras costumbres cotidianas, hay un sentimiento mutuo de pertenencia a una misma comunidad: somos hispanoamericanos.
Escuchar a los colombianos manejar el verbo es una delicia. En los argentinos aprecias el injerto europeo en sus maneras, son coquetos. Los venezolanos tienen el espíritu alegre de los canarios y éstos llaman a Venezuela la octava isla. Los uruguayos se hacen notar por su acento cantarín y su amor por la guitarra española en su versión clásica y española, hasta el punto de que un joven hispano uruguayo decía en su niñez que él hablaba tres lenguas: el español, el inglés y el “uruguayo”. Los bolivianos tienen el sentido de grupo arraigado, son trabajadores y familiares. Los costarricenses son afectuosos, sonrientes en su hablar y con un sentido pacífico de la vida. O los puertorriqueños en sus voces y léxico tienen esa mezcla entre el swing del inglés y la salsa del Caribe.
Cuando se oye hablar a otro pueblo americano si uno les escucha y observa con atención, aprecia que se comprueba lo que Julián Marías llamaba la teoría de los espejos entre los países europeos, pero en este caso sería de los espejos americanos, y que consiste en reflejarse entre ellos sus admiraciones y recelos del pasado, con la firme idea de dar lo mejor de sí para superarse.
Estamos un año más a las puertas de celebrar el Día de la Hispanidad, nada mejor que celebrarlo dedicándole esta columna semanal a Quino, a Mafalda, y a ese espíritu hispanoamericano internacional sabio frente a los nacionalismos egocéntricos y excluyentes. Anoche, cuando Rúas antes de irse a descansar me escribía un Whatsapp, me decía que la luna llena tenía hoy cara de Mafalda dibujada por Quino.
Sin duda no puede tener este texto mayor delicadeza… Quino y Mafalda forman parte de nuestra vida, con su viñetas inteligentes. Y me quedo con una hoy que viene a decir: ‘Hoy no sabía que ponerme y me he vestido de Felicidad… pega con todo’. Quino tu magia perdurará por siempre
Gracias, Marta, por tu lectura y comentario. El periodismo estará más completo y feliz cuando vuelvas a la primera línea.