PISA competencia global: evaluar no al alumno de hoy sino al ciudadano del futuro
Tras una edición convulsa para España en PISA por el desarrollo de la prueba de comprensión lectora, los resultados en competencia global, que se mide por primera vez, casi podrían entenderse como un premio de consolación, con 512 puntos, frente a los 499 de media de la OCDE (y frente a los 481 de España en matemáticas y los 483 en ciencias).
Los estudiantes españoles de 15 años no solo están más interesados en aprender de otras culturas y muestran un mayor respeto por ellas. Son, junto con los de Albania, Canadá, Irlanda, Corea, Nueva Zelanda, Escocia y China los que muestran una actitud más positiva hacia los inmigrantes. Tienen una habilidad significativamente mayor para entender las perspectivas de otros. Y muestran altos niveles de adaptabilidad cognitiva y capacidad para analizar cuestiones globales.
El alumnado español es el que muestra mayor respeto por personas de otras culturas seguido del de Canadá y Escocia
Si bien la competencia global suele correlacionar con los resultados en matemáticas, lectura y ciencias, hay países que lo hacen mejor de lo que cabría esperar, como España (junto con Escocia, Singapur, Panamá, Grecia, Croacia, Costa Rica y Marruecos). Otros, como Corea o Rusia, obtienen peores resultados de los previstos.
Para el economista de la Universidad de Murcia y promotor del programa Educar para Ser Ildefonso Méndez esto obedece al hecho de que nuestro sistema educativo está basado en la memorización y la reproducción de contenidos. Cuando lo que se mide se sale de ahí los alumnos son más capaces de demostrar que “están inmersos en el mundo, informados, preparados para afrontar la diferencia”. “Hay aspectos como la capacidad de trabajar en grupo o de afrontar la incertidumbre, tan importante en tiempos de Covid, que no están en el currículum, que no dependen de las horas de matemáticas, y la OCDE está siendo valiente al conceder más importancia relativa a estas cuestiones”, sostiene el experto, que ha asesorado al organismo internacional en la inclusión de la dimensión socioemocional en los cuestionarios. Al tiempo, apunta que no es la primera vez que se mide este tipo de cuestiones, con precedentes consolidados como la Encuesta Mundial de Valores desde los años sesenta, “muy útil para analizar, por ejemplo, el grado de cumplimiento de normas colectivas, el capital cívico, clave en nuestros días”.
Sin embargo, el sociólogo de la Universidad de La Laguna y actual director de la Agencia Canaria de Calidad Universitaria y Evaluación Educativa, José Saturnino Martínez García, que lleva 15 años analizando el informe PISA, ve en esta nueva competencia “un brindis al sol” y una forma de contentar a quienes reclamaban un enfoque más humanista.
En esta edición, en la que España ha tenido problemas con los resultados de comprensión lectora, además, apunta que estos resultados casi se podrían tomar como los de la prueba principal: “Los ítems son bastante complejos. Si los entiendes es obvio cuál es la respuesta correcta. En otros países hay una correlación entre la competencia global y en comprensión lectora por encima del 0,8%. En Ciencias Sociales cuando esto sucede es porque se está midiendo lo mismo. Son pruebas diferentes, pero la competencia es la misma. Estoy seguro de que podemos aproximarnos a los resultados de España en comprensión lectora a partir de los resultados en esta nueva prueba”.
Más allá de esto, para Martínez la información que aporta es más bien poca. “Si hay dificultades para desarrollar una prueba homogénea a nivel cognitivo, pero yo tengo fe en que se puede hacer, desarrollar una prueba homogénea en cuestiones actitudinales me hace ser bastante escéptico. Creo que con esta prueba estamos siendo redundantes con la parte cognitiva mientras que los resultados de la parte no cognitiva son cuestionables”.
El experto explica que el principal valor de PISA se diluye: “Es una prueba en que ves lo que estás midiendo. No te pregunta si eres capaz de escribir sobre el hambre en el mundo, en PISA tienes que escribir sobre el hambre en el mundo para demostrar esa competencia. Pero en esta ocasión no, y corres el riesgo de que el alumnado responda no lo que hace, sino lo que cree que estaría bien que hiciera, lo que cree que se lleva en su país. Hay un factor importante de deseabilidad social”. En este sentido, la prueba se desarrolló en plena eclosión del movimiento #Metoo y en sus respuestas los estudiantes muestran un alto grado de conciencia con la igualdad de género.
El debate sobre si PISA debe ir más allá de la medición de las competencias tradicionales viene de lejos. Ya en 2006 surgieron las primeras discrepancias en el área de Ciencias, pues había quienes defendían que la enseñanza de esta asignatura debía ser neutra, no impregnada por ninguna ideología, y otra facción era partidaria de orientarla al fomento del ecologismo. Finalmente se impuso esta última corriente. Hoy en día, la pugna entre ambas visiones sigue presente, como demuestra el hecho de que solo 27 países de los 79 que suelen participar en PISA han medido la competencia global de sus alumnos.
Solo 27 países de los 79 que suelen participarn en PISA han medido la competencia global de sus alumnos
Sin embargo, parece complicado dejar valores y actitudes fuera, desde el momento en que toda la prueba, desde su concepción (el que se evalúen las matemáticas, las ciencias, la lectura o la educación económica) y diseño es el reflejo de unos valores y actitudes determinados y orienta la Educación hacia el capitalismo individual y familiar, haciendo creer que lo importante de la Educación es lo que PISA puede medir, y otorgando menos valor a otros aspectos y ámbitos de la Educación.
Algunos justifican que PISA debería quedarse en su núcleo central, en matemáticas, comprensión lectora y ciencias, porque están presentes en todos los sistemas educativos y en una proporción similar, lo que las hace fácilmente comparables, algo que no se podría hacer con la historia de cada país o con la música (pues esta tiene un mayor peso en unos sistemas que en otros).
Hay quienes, en cambio, defienden que es compatible ser fieles a esa esencia y, en base a las críticas recibidas, incorporar otras cuestiones más transversales. Así lo piensa por ejemplo Ismael Sanz, expresidente del grupo de desarrollo estratégico de PISA: “Es compatible. Todo suma. es muy importante analizar las competencias tradicionales, porque no hay tantos indicadores que nos permitan comparar el aprendizaje de los jóvenes en los distintos países, pero a la vez conviene incluir aspectos más novedosos, como las soft skills, aprendiendo cada vez a medirlas de un modo más preciso”.
Mucho más crítico se muestra Carlos Magro, de la asociación Educación Abierta, que cuestiona lo que la última prueba PISA nos aporta. En abril de 2019 su asociación organizó unos jornadas precisamente bajo el título Lo que PISA no ve. “Creo que el último informe PISA demuestra que debemos relativizar mucho más los resultados de los informes PISA. Darles la importancia justa. Ni antes, a tenor de otros informes, lo hacíamos tan mal, ni ahora tan bien”. Para Magro, “el modelo tradicional de evaluación de PISA está agotado y de ahí su interés en abarcar nuevos ámbitos. Pero no debemos olvidar que es un proyecto social, político e ideológico, no educativo, y sus intenciones están relacionadas con los objetivos políticos generales de la OCDE, y, concretamente, con el compromiso subyacente con una economía de libre mercado global y competitiva”.
PISA medirá el nivel de inglés por primera vez en 2025
- En 2000, PISA se parecía bastante a las evaluaciones internacionales de la segunda mitad de siglo XX, al medir las competencias cognitivas en matemáticas, ciencias y comprensión lectora, añadiendo un cuestionario de contexto.
- A partir de 2012 fue añadiendo una nueva competencia en cada ciclo: resolución de problemas (2012), resolución de problemas en grupos (2015), competencia global (2018). Las próximas competencias que se incorporarán son pensamiento creativo (2022) y capacidad de aprender en el mundo digital en 2025.
- También en 2025 PISA medirá por primera vez el nivel de inglés de los alumnos, dentro de una colaboración de Cambridge Assessment English con la OCDE. La prueba de inglés será un «componente opcional», según un comunicado de ambas organizaciones, y «proporcionará una comparación sin precedentes para identificar las mejores prácticas de la enseñanza del inglés en todo el mundo». No se descarta incluir nuevos idiomas en el futuro.
- Según la prueba de competencia global, el aprendizaje de una segunda lengua extranjera en la escuela correlaciona positivamente con la competencia global. En España, el 59,2% de los alumnos de 15 años estudia dos o más idiomas en la escuela, frente al 50,5% de media de la OCDE.
- La última prueba PISA se desarrolló en mayo de 2018, pero se preguntó a los jóvenes por desafíos como las pandemias. Entonces, un 65% dijo estar familiarizado con estas cuestiones, frente al 78% que dijo estarlo con la inmigración, el cambio climático o la pobreza.