Los niños maltratados y los tutelados tienen más dificultades lingüísticas
La importancia del contexto familiar para desarrollar el lenguaje está bien documentada. ADOBE STOCK
Esperanza Palazón, investigadora del Departamento de Psicología Básica, Evolutiva y de la Educación de la UAB, y Josefina Sala-Roca, del Departamento de Teorías de la Educación y Pedagogía Social de la misma universidad, son las autoras del estudio y explican que «la etapa para el correcto desarrollo de las habilidades lingüísticas y comunicativas se centra sobre todo en los primeros años de vida».
En su trabajo, en el que han utilizando la metodología del scoping review, revisaron estudios publicados entre 2007 y 2017 que identifican dificultades comunicativo-lingüísticas en estos menores y las posibles repercusiones en su desarrollo futuro. «Los artículos revisados constatan que los menores que han sufrido situaciones de maltrato, negligencia y que con frecuencia terminan creciendo en centros de acogida residencial pueden habitualmente presentar niveles de competencia lingüística por debajo de la media poblacional y estas dificultades pueden mantenerse a lo largo del tiempo», concluyen las autoras.
En su trabajo, que publican en la revista mensual Children and Youth Services Review, las dos especialistas afirman que «el desarrollo del lenguaje requiere un entorno rico en estímulos que favorezcan su desarrollo como el que suelen proporcionar los padres». «La importancia del contexto familiar para desarrollar el lenguaje está bien documentada. Especialmente, que las primeras interacciones comunicativas producidas entre educador principal y el menor son fundamentales para el aprendizaje y desarrollo infantil, y que, si estas no se producen, el desarrollo de esta habilidad se verá comprometido», subrayan.
El desarrollo del lenguaje requiere un entorno rico en estímulos que favorezcan su desarrollo como el que suelen proporcionar los padres
Además, también indican que «la calidad y la cantidad de estos intercambios resultan importantes» y por eso «los menores que no han tenido y no disponen de este contexto familiar podrían ver comprometido su desarrollo, y no siempre la familia aporta esta estimulación óptimamente». «En consecuencia, vivir en ambientes negligentes, de maltrato e institucionalización puede influir negativamente en el desarrollo general del menor y específicamente en el desarrollo del lenguaje», según la dos autoras.
Tras su trabajo, Palazón y Sala-Roca han concluido que «no parece que los diferentes subtipos de maltrato tengan un impacto diferencial en las diferentes competencias lingüísticas». «En todos los subtipos de maltrato (negligencia, abuso físico, sexual y emocional y la institucionalización) -puntualizan- se han encontrado alteraciones o retrasos en las habilidades lingüísticas y comunicativas».
Según las autoras, «tanto el lenguaje comprensivo y expresivo, como el habla y las habilidades de lectoescritura tienen un desarrollo más deficitario en comparación con los iguales que no han vivido estas situaciones». Uno de los hallazgos más relevantes es «la incidencia diferencial» en función del momento en que los menores sufren la situación de maltrato, ya que «las consecuencias más graves en el ámbito comunicativo y del lenguaje se encuentran en los menores que lo sufren en los primeros años de vida y estas se acentúan si no se realiza una intervención durante los dos primeros años».
Por otra parte, según las dos expertas, «el cambio de estos menores de ambiente no garantiza que sin una intervención específica, las dificultades disminuyan y lleguen a igualarse a la población general». El trabajo concluye que «una detección e intervención temprana y especifica evitaría que impacten y se cronifican los efectos negativos en otras áreas de desarrollo (cognitivo, motor, académico, social y emocional) del menor, y evitará o reducirá costes futuros».
También señala «la necesidad de concienciar a los servicios encargados del bienestar de los menores de la importancia, no sólo del cuidado de los niños desamparados o en riesgo, sino también de la estimulación del desarrollo lingüístico en los primeros años de vida del menor». En esta intervención, según el trabajo, «sería necesario la implicación de profesionales especializados en el lenguaje como son los logopedas».