¿Se están deshumanizando los centros educativos?

El Colegio “Nuestra Señora de Schoenstatt” de Madrid y el Instituto de investigación “Sondea” han elaborado El Barómetro Schoenstatt Educación, humanización y futuro 2020, un estudio que recoge la opinión de los padres y madres españoles sobre la Educación en los colegios, qué valores deberían resaltar, así como qué aspectos tienen en cuenta a la hora de elegir el centro docente de sus hijos. Con el fin de conocer mejor la iniciativa, desde MAGISTERIO hablamos con Pablo Siegrist, director del Colegio. 

“A raíz del confinamiento de marzo, vimos que la situación social era muy complicada, sin embargo, para nosotros, como centro educativo, fue un momento de mucha fuerza. Esto nos hizo pensar que teníamos una responsabilidad y que, en cierta manera, teníamos que llevar a cabo alguna iniciativa y nos planteamos hacer un observatorio. De hecho, el barómetro es el primer paso para tener la situación de la cuestión con datos objetivos”, explicó Siegrist. 

Una de las conclusiones de El Barómetro Schoenstatt destaca que el 60% de las familias consultadas considera que los colegios se están deshumanizando y que, en general, solo se encargan de la transmisión de los conocimientos teóricos. En esta línea, un 65,52% de los encuestados creen que esta falta de valores educativos puede provocar el crecimiento de la frustración, depresiones y otros problemas de salud mental en los niños y, asimismo, un 65,27% piensa que esto dará lugar a generaciones inmaduras e incapaces de gestionar la responsabilidad en edad adulta. 

“Nosotros lo que entendemos por deshumanización es que, de alguna manera, los colegios no están aterrizando en cada alumno, es decir, no están consiguiendo un crecimiento armónico de la persona porque, en ocasiones, la enseñanza solo se centra en una dimensión que es más curricular”. Así, Siegrist comparó el colegio con una locomotora centrada en lo académico. Ese comportamiento sería el que provoca un ambiente de deshumanización en los colegios.  

De igual modo, detalló que son necesarios todos esos valores que afectan a la autopercepción y al concepto de la dignidad personal propia. “Es el desarrollo de toda la parte más afectiva y, al final, es la que nos está dando la compresión del mundo. Toda nuestra cosmovisión va a ser de esos valores, no solo de lo racional”. En este sentido, los padres consideran con un 48,80% que la finalidad última de la Educación es la formación humana frente a un 25,10% que opina que es la formación académica.

Además, y casi por unanimidad, los encuestados reclaman una serie de cambios. Un 92,91% facilitaría la conciliación de las familias para que los padres puedan ejercer su papel en la Educación; un 92,71% reclama que la Educación avance al ritmo de los cambios sociales y no se quede atrás; el 92,12% considera que las leyes educativas sean diseñadas con una visión a largo plazo y en base al aprendizaje de los alumnos y no a la ideología; y el 92,02% reclama que se cubran las necesidades de las familias con hijos en Educación Especial.

Por otro lado, los padres encuestados ven la tecnología como un facilitador para el aprendizaje en un 45,6%, y no como un riesgo para la seguridad de sus hijos (5,64%) o como una potencial generación de problemas en la atención (8,38%). De hecho, los trastornos del aprendizaje los achacan, mayoritariamente, a la desestructuración familiar y al ritmo vital (85,28%).

Otro de los puntos clave de El Barómetro Schoenstatt es que los encuestados asumen que sus hijos son los máximos responsables en su Educación y que ellos y el colegio han de guiar y acompañar el proceso. No obstante, Siegrist destacó que, a veces, los padres caen en la trampa de estar pendientes del resultado. “Lo relevante es que el alumno quiera aprender. Si estamos centrados en el resultado, no permitimos que se dé un proceso educativo en el niño que es donde se produce la transformación personal, es decir, el aprendizaje en todos los sentidos”. 

Y añadió: “Lo que hay que hacer es acompañar al alumno, incentivarlo, mover su motor interno, su motivación”. En este sentido, para los padres, la característica más relevante en un profesor es su capacidad para provocar el aprendizaje en los alumnos  (76,95%), seguido de su compromiso con la motivación de cada uno (72,70%) o la capacidad para identificar sus necesidades (72,60%).

Asimismo, un 47,71% destaca que el colegio perfecto es aquel que asume la Educación como un proyecto compartido entre padres y colegio. Siegrist argumentó que es algo esencial, ya que, “si realmente lo que necesitamos es mover al alumno y aterrizar desde su ámbito de interés, eso implica conocer muy bien al niño y los que mejor lo conocen son los padres, además de que son los primeros responsables de su formación educativa”.

“Cuánta más cercanía, más coherencia de la acción educativa–continuó–. Dicho de otro modo, cuánta más transparencia, cuánta más unidad familiar, más colaboración hay entre colegios y familias y, por lo tanto, más fuerza tiene la acción formativa”.

Por último, entre los resultados de El Barómetro Schoenstatt, se recoge que los padres están considerando que lo más importante a la hora de elegir un centro es el modelo pedagógico. “Por lo tanto, los centros deben mantener también esa coherencia entre lo que se ofrece y lo que se da, día a día, a los alumnos. El que todo sea coherente es algo absolutamente nuclear para que el proceso educativo se dé de una forma armónica y el niño crezca con más seguridad”, finalizó.

• A la pregunta: “¿Qué significa para ti que un modelo educativo sea innovador?”, un 79,54% de los padres encuestados para El Barómetro Schoenstatt considera que tiene que ver con la aplicación de metodologías nuevas para profundizar en el aprendizaje. 
• Asimismo, un 10,08% cree que es que los niños realicen proyectos por equipos y no empleen libros, mientras que un 8,43% valora que está relacionado con la utilización de medios tecnológicos para dar las clases y un 1,95% con que los niños no realicen tareas ni exámenes.
• Por su parte, Pablo Siegrist, director del Colegio “Nuestra Señora de Schoenstatt”, argumentó que no es tanto la innovación por la innovación, sino que lo importante es buscar una forma de trabajar con el alumno que lo implique personalmente para mover su motor interno, ya que si se utiliza una metodología pasiva, se anula la capacidad de motivación del alumno. “Se trata de hacer al niño protagonista y de partir de sus ámbitos de interés”, detalló.