Simón Menéndez: "No hay que educar para sobrevivir, sino para transformar"
Simón Menéndez es maestro, pedagogo y director de Estrategia de Educación y Jóvenes de Ashoka España | © JORGE ZORRILLA
Desde 2006, Ashoka España se posiciona como una organización referente en el campo del emprendimiento social y educativo. Simón Menéndez, su director de Estrategia de Educación y Jóvenes, nos ofrece las claves de un proyecto que pone el foco en que todos podemos ser agentes de cambio.
—¿En qué se basa el proyecto educativo de Ashoka?
—Ashoka plantea un cambio de mentalidad. Es clave romper la dinámica que educa a las personas para ser objetos de la historia y pasar a otra en la que puedan convertirse en sus sujetos, en agentes de cambio. Dejar de educar para sobrevivir y educar para transformar. Como sociedad, debemos ofrecer los recursos para situarse y pensar el contexto histórico y cultural en el que vivimos. Estamos ante una revolución del aprendizaje que implica transformar la Educación, la forma de innovar y el apoyo que damos a los docentes.
—¿Cómo lo hacéis posible?
—Ashoka no presenta un modelo de transformación de impacto directo. Hemos aprendido de los puntos de vista que conectan a más de 700 emprendedores sociales y escuelas changemaker alrededor del mundo para visibilizar ese «fundamento» que comparten, que nos ayude a aprender como sistema y a repensar la Educación y el rol de los jóvenes. Por ello, Ashoka impulsa a los referentes de la Educación para construir una sociedad capaz de generar cambio positivo a gran escala. Ashoka los identifica, conecta, acompaña y visibiliza.
Estamos ante una revolución del aprendizaje que implica transformar la Educación y la forma de innovar
"—¿En qué consiste el concepto changemaking?
—Un changemaker es un agente de cambio, una persona que toma acción para solucionar un problema. Podríamos decir que changemaking es la acción empática de transformar nuestro entorno positivamente en colaboración con otros. Para ello es clave desarrollar lo que llamamos habilidades changemaker, como la empatía, el trabajo en equipo, el liderazgo compartido, la creatividad o la iniciativa. Son fundamentales para que niños y jóvenes asuman un papel responsable, crítico y con protagonismo en las transformaciones y retos que nos plantea la realidad que vivimos.
—¿El sistema educativo responde a estas habilidades?
—Lo intenta, pero su inercia lo arrastra hacia modelos tradicionales. Incluso la legislación existente y las competencias que promueve pretenden avanzar, pero en la práctica no hay una expresión de escuela que responda a ello de forma generalizada. Hay que construir un cambio sistémico que modifique la ecuación educativa. Analizar y cambiar las piezas básicas de sus actores, las relaciones entre los mismos y el propósito del propio sistema para entender de dónde venimos como escuela y cómo podemos generar un cambio en el ecosistema de aprendizaje.
—¿Qué debería cambiar el sistema en ese sentido?
—Hay tres claves imprescindibles. En primer lugar, la equidad educativa, es decir, el acceso a los recursos y herramientas para desarrollar el potencial de todos como agentes de cambio. El cambio solo será posible cuando todos despierten su poder para contribuir y prosperar juntos. También hay que ver la empatía como el fundamento. Cambiemos la mirada y pongamos el foco en el alumno. Es un cambio relacional total que nos obliga a revisar incluso la distribución del poder, incluyendo a los niños en la toma de decisiones. ¿Dónde nace si no una democracia madura? En la escuela. Por último, hay que fomentar una actitud de «tribu» en ecosistemas de aprendizaje reales. Extender el concepto de «tercer profesor» no solo al aula, sino también al barrio o ciudad. Un ejemplo de ello es la escuela changemaker «CEIP Juan Pablo I”, de Valderruvio (Granada), cuya comunidad educativa también la conforman el ayuntamiento, los vecinos, la universidad y otras entidades de la región. Su proyecto Ciudades Neuroactivas lo muestra de forma tangible.
Cambiemos la mirada y pongamos el foco en el alumno, incluyéndolo en la toma de decisiones
"—Nacéis en España en 2006. ¿Cuál ha sido vuestro mayor logro en nuestro país hasta el momento?
—Creo que el más importante ha sido contribuir a despertar el ecosistema de emprendimiento social. Muestra de la influencia de Ashoka en España es el reconocimiento a Bill Drayton, fundador y presidente de Ashoka, con el premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional 2011. Fue el momento en el que Bill consagró la idea de que todos podemos cambiar el mundo. Ashoka pone en valor que un emprendedor social lo podemos encontrar en cualquier lugar, no solo en el mundo empresarial. La identidad de quién es un emprendedor social se extiende, pudiendo ser un bombero, como Oriol Vilalta con el programa Rebaños de Fuego, en el que ganaderos e investigadores diseñan caminos estratégicos por los que las ovejas pastan creando cortafuegos naturales. En abril lanzamos Jóvenes Changemaker, nuestro proyecto clave para este año. Lo conforman jóvenes y adolescentes que están desarrollando iniciativas con impacto social o medioambiental y que nos harán pensar sobre la Educación que queremos y el rol de los niños en la sociedad. Por ello estamos integrándolos en nuestra comunidad al mismo nivel que a otros grandes expertos.
—¿Cómo funciona vuestra red de escuelas transformadoras?
—El programa nació en Estados Unidos en 2009 y, desde entonces, se ha extendido por 34 países. Actualmente está formado por una red de más de 340 escuelas, de las cuales 20 son españolas. A partir de un proceso riguroso, se ha invitado a las 20 escuelas en España a sumarse a una comunidad compuesta por diversos profesionales. Integran este grupo periodistas, docentes universitarios, emprendedores sociales, representantes del poder público y del tercer sector, así como expertos en Educación. Dicha comunidad considera a jóvenes y niños a partir de una perspectiva holística del desarrollo, en la que dimensiones como aprender a conocer, a hacer, a ser y a convivir, no están separadas y son claves para educar a personas libres, críticas y capaces de relacionarse y actuar en el mundo de forma empática. No hablo solo de crear o multiplicar un nuevo currículo, sino de impulsar, juntos, un nuevo marco de referencia para la Educación y la vida en sociedad.
Hay que analizar el propósito del sistema educativo para entender de dónde venimos como escuela
"—¿Qué distingue a estas escuelas?
—Para empezar, comparten la visión de que todos podemos cambiar el mundo. En este sentido, practican el aprendizaje activo, la empatía, la resolución de problemas, la colaboración, la capacidad crítica con el entorno y el compromiso por construir un mundo más justo. Son escuelas innovadoras: han demostrado su habilidad y disposición para desarrollar y probar nuevas ideas, en lugar de conformarse con seguir las normas establecidas. Es una innovación con propósito, sin perder de vista los porqués y paraqués. También son influyentes para inspirar a otros en el sector de la Educación. No existe un método para medir su influencia, pero todas las escuelas changemaker tienen una capacidad demostrada para conseguir que otros colegios sigan su ejemplo.
—Lanzasteis un fondo de acción social para paliar los efectos de la Covid. ¿Qué resultados ha tenido?
—Changemakers United nació para dar respuesta a cinco retos sociales que han generando y generará la Covid: el fortalecimiento del sistema sanitario, la lucha contra la desinformación, la inclusión de colectivos vulnerables, reimaginar la Educación y la creación de empleo. Ejemplos de los resultados son, entre otros, que David Cuartielles y María Almazán hayan logrado coordinar 50 grupos independientes, iniciativas y ONG para la fabricación de material sanitario.
Trabajé en una escuela Ashoka y puedo asegurar que lo que vende este señor es puro humo. Aquello era un desastre más una campaña de imagen.
Un Proyecto innovador, diferenciador, interesante que aporta y transforma.