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Rosa Liarte: "No somos Finlandia, pero en muchas cosas damos ejemplo"

La profesora y formadora TIC, que reúne a miles de seguidores en Instagram, participó en VIMETalks, donde habló del papel del docente en el nuevo escenario educativo.
Rubén VillalbaLunes, 11 de octubre de 2021
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ENTREVISTA COMPLETA

“Soy Rosa y me encanta utilizar la tecnología en mis clases”. Se presenta, sonríe y, acto seguido, matiza con tono de profe: “¡Con un buen uso!”. Rosa Liarte (Fuengirola, 1984) convoca en Instagram a miles de seguidores a los que a diario salva la vida: trucos, tips y un largo etcétera con el que hace más llevadero aquello que a muchos docentes aún se les hace bola: la tecnología. Formadora TIC y profesora de Geografía e Historia en el IES «Eduardo Janeiro» de Fuengirola, habló en nuestro espacio de charlas en directo, VIMETalks, sobre el papel del docente en el nuevo escenario educativo.    

¿Es más fácil hablarle a una pantalla que a un niño?
—Hablar a una pantalla no es fácil. Claro está que nada como una clase presencial, pero hay que adaptarse a la nueva realidad, aunque todavía algunos no lo quieran aceptar: aún hay profesores que se resisten y prefieren pensar que pronto todo volverá a ser como antes de la pandemia.

¿Quizá porque la tecnología, más que ahorrar, da más trabajo a esos docentes?
—Eso depende de la habilidad y la soltura que tengas. A muchos les causa rechazo, pero la competencia digital docente es ya ineludible.

Pero más allá de una etiqueta, ¿qué es la digitalización?
—Para empezar, una competencia necesaria que prepara a los alumnos para el mundo en el que viven, evitando así problemas que cada día aumentan, como el ciberbullying o el phishing. Por otra parte, la digitalización está revalorizando habilidades como la creatividad o la capacidad de reinvención. Los futuros trabajos van a ir por ahí. La digitalización tiene mucho de provecho, aunque siempre con vista también a que sea sostenible.

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La digitalización está revalorizando habilidades como la creatividad o la capacidad de reinvención

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Y, en ese mundo, el libro gordo de Petete ya es un e-book, ¿no?
—El libro, lo mismo de siempre, funciona. La memoria, por ejemplo, es una competencia que hay que seguir trabajando. El problema surge cuando se hace un abuso de lo mismo. Hay que combinarlo con las nuevas competencias digitales: buscar en internet o filtrar información es algo ya básico.

Y, entre esas nuevas competencias, ¿no se está olvidando la escuela de la socialización?
—No lo creo. De hecho, cada vez más herramientas informáticas permiten potenciar competencias como el trabajo en grupo. Pero no debemos olvidar que, por ley, tenemos que trabajar la competencia social también en clase, aunque aquí no solo influye la escuela, sino también la familia. Si hay algo que ha puesto de manifiesto la pandemia es que a las familias les faltaba formación: a muchos padres les ha venido grande.

O sea, que el niño debe venir aprendido de casa.
—La Educación no es solo cosa nuestra.

¿A quién hace el niño más caso: al padre o al profesor?
—Depende. Pero lo importante es la comunicación con la familia: a veces los malentendidos se producen por no hablar.

¿Y esos malentendidos se los lleva un profesor a casa?
—A veces, sí. También es difícil ver la mochila que cargan algunos alumnos. Es complicado, por eso creo que en esta profesión hay que ser fuerte psicológicamente. Un apoyo a los docentes en este sentido no estaría mal.

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Hay alumnos que detectan la debilidad del profesor como un rayo láser

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¿El profesor da más que recibe?
—Creo que a la par. Yo aprendo mucho de mi alumnado y las familias. El profesor enseña, pero también aprende. De hecho, no puede dejar de aprender.

O sea, nunca deja de ser alumno.
—En mi caso, no. Tenemos que estar al día, en constante aprendizaje. El mundo es totalmente cambiante; así nos lo ha demostrado la pandemia. El futuro es muy incierto y hay que estar preparado para lo que sea.

¿Y quién enseña al maestro?
—Yo aprendo mucho sola. Creo que, más que enseñar, lo que un profesor quiere es no dejar de aprender.

¿Y puede aprender a tener autoridad?
—Algunos quieren, pero no pueden. Hay alumnos que detectan la debilidad del profesor como un rayo láser.

¿Por qué se aprende antes lo malo que lo bueno?
—Lo malo nos hace reflexionar y, reflexionando, obtenemos un aprendizaje. A veces lo bueno eso no lo permite. Lo malo, por tanto, puede ser una oportunidad.

Dicen que hemos pasado de la mano izquierda a los pies de plomo.
—Hay familias que incluso vienen con abogado para hablar con el profesor, pero habitualmente la mayoría colabora.

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Siempre se escucha lo malo, pero fuera de España muchos se impresionan por lo que aquí hacemos los educadores

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También ocurre al contrario: el alumno que rehúye la mirada del profesor.
—En mi caso, si veo que alguno no me mira, hablaré con él para ver qué ocurre. No puedo irme a casa sabiendo que un alumno no está a gusto en mis clases. Hay que dialogar más: hablando se entiende la gente.

¿Pero se puede enseñar a quien no quiere aprender?
—Sí. Y, cuando lo consigues, como profesor, sientes un gran alivio.

Como historiadora, ¿internet no te da ansiedad?
—Es cierto que cada cual cuenta la historia a su manera, pero precisamente ahora, con internet, tienes la oportunidad más que nunca de dar a conocer las distintas versiones de un hecho: antes solo era la que te contaba el libro. Ahora se puede trabajar mucho más la objetividad con los alumnos en ese sentido, para que investiguen y saquen sus propias conclusiones.

¿Pero no está todo a merced del copia y pega?
—Depende de cómo les planteemos las actividades a los alumnos: si se les pide un Power Point con las causas de la Revolución Francesa, no cabe duda de que lo van a copiar; en cambio, si les planteas preguntas que impliquen análisis y reflexión, ahí ya no lo tendrán tan fácil. Hay que diseñar más actividades no googleables: debemos darle la vuelta a la tortilla.

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Con internet, tenemos la oportunidad más que nunca de dar a conocer las distintas versiones de la historia: antes solo era la que te contaba el libro

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¿Para qué debe enseñarse la historia?
—Para conocer nuestro pasado y no cometer sus errores en el presente. La historia es cíclica.

¿Se hace política con ella?
—Estamos asistiendo a una revisión constante del pasado, pero tenemos que tener en cuenta que era otra época, otra mentalidad, y no podemos verla con los ojos de hoy. La historia ya la entendemos, la comprendemos, hemos reconocido que se hicieron cosas mal. Ahora, dejémosla tranquila.

¿Y por qué hay tanto empeño en removerla?
—Yo veo que hay muchas ganas de dicutir, demasiada crispación. Creo que la situación que vivimos no está siendo fácil, pero nos está llevando a mover cosas que no llevan a ninguna parte.

¿El docente puede ser impacial?
—Podrá dar una opinión, pero nunca con el afán de cambiar la de los alumnos.

¿Qué sientes cuando achacan los males de España a la Educación?
—Generalizar es lo fácil. Claro está que no somos Finlandia, entre otras cosas, porque allí solo viven cuatro millones de personas y aquí 40. La gestión, en ese sentido, no puede compararse. La Educación española está haciendo cosas geniales y hay mucho movimiento, pero siempre se escucha lo malo. En cambio, yo, que he asistido a ferias internacionales y he dado formación en el extranjero, he comprobado que mucha gente de fuera se impresiona por lo que aquí hacemos. No somos tan malos: en muchas cosas damos ejemplo.

Así fue nuestro #VIMETalks5 con Rosa Liarte

 

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