Nuestro huerto capuchino
Para desarrollar el proyecto se ha contratado un monitor con experiencia en jardinería y agricultura.
Pero no solo de trabajo manual va este proyecto: a la vez que comenzaban a cavar, salieron a la luz determinadas destrezas con las cuales los alumnos no se sentían del todo familiarizados ni sabían gestionar de una forma adecuada.
Estamos en Santander, y la lluvia es protagonista muchos días. Algunos de ellos hemos aprovechado para meternos en el aula y proceder con la construcción de un hotel de insectos.
Era inimaginable pensar, hace bien poco, que este espacio pudiese brindarnos tantas posibilidades. A principios de año hemos procedido a plantar fresas, ubicándolas debajo de una buganvilla.
Fue una idea tan bien acogida por todo el Claustro, que inmediatamente comenzamos a contactar con expertos en el desarrollo y puesta en marcha de un proyecto de esas características. Para desarrollar el proyecto se ha contratado un monitor con experiencia en jardinería y agricultura que pueda aportar diferentes puntos de vista al alumnado.
En el mes de noviembre comenzaron los trabajos para preparar el terreno en el que, en un futuro muy cercano, empezaría a tomar forma nuestro huerto escolar. Al principio fue una labor exclusiva de la persona responsable de la ejecución, pero los alumnos, al enterarse, empezaron a sentir curiosidad por estas nuevas actividades que se abrían ante ellos y pidieron participar desde el comienzo de los trabajos. Para ello arrancaron setos, podaron y cavaron, hasta lograr el primer paso de nuestro ya más que adelantado huerto escolar.
Pero no solo de trabajo manual va este proyecto: a la vez que comenzaban a cavar, salieron a la luz determinadas destrezas con las cuales los alumnos no se sentían del todo familiarizados ni sabían gestionar de una forma adecuada: competitividad, comparación con los iguales y falta de colaboración entre ellos. Estas situaciones, en espacios diferentes al aula ordinaria, nos brindan la posibilidad de proporcionar nuevas estrategias a los alumnos para hacer frente a las dificultades de convivencia que experimentan y que en entornos menos reglados suelen tener un mejor pronóstico de evolución positiva. Llegan a ser conscientes de que el trabajo en equipo repercute de una manera positiva para que sus labores en el huerto sean más productivas, lo que beneficia al conjunto.
Con la llegada del invierno, hemos organizado una primera tanda de semilleros; en el aula de tecnología hemos experimentado con la textura de la tierra y hemos aprendido sobre cómo esta influye en los cultivos y los cuidados que requiere.
Tras unos días intensos de lluvia, comenzamos con la preparación de los bancales, lo que además de trabajo físico por parte de los alumnos, puso de manifiesto la necesidad de trabajo en equipo y de desarrollo de canales y destrezas adecuadas para una buena comunicación.
Poco a poco nos vamos dando cuenta de que este espacio exterior es parte indispensable de nuestro centro, de nuestro día a día. Además, contamos con un buen número de bancales, un compostador lleno de germinados y la sensación de que nuestro proyecto va tomando forma.
Poco a poco nos vamos dando cuenta de que este espacio exterior es parte indispensable de nuestro centro, de nuestro día a día
Era inimaginable pensar, hace bien poco, que este espacio pudiese brindarnos tantas posibilidades. A principios de año hemos procedido a plantar fresas, ubicándolas debajo de una buganvilla que crea un emparrado precioso en nuestro huerto escolar. De esta forma, protegemos a las fresas de los fríos nocturnos y los alumnos se sienten muy implicados en el cuidado de esta planta en particular, ya que cada uno cuenta con su propia planta de fresas. Así, conseguimos que se adentren más en el desarrollo preciso de este tipo de planta.
Además de las fresas, hemos empezado a llenar los bancales con numerosas hortalizas: cebolletas, espinacas, guisantes, lechugas… Sabemos que somos afortunados por poder desarrollar este tipo de actividad con los alumnos y, aunque no faltan las quejas por su parte, conforme avanza el trabajo y se familiarizan con el entorno, van asumiendo las responsabilidades y crece en ellos el entusiasmo por estas actividades.
Estamos en Santander, y la lluvia es protagonista muchos días. Algunos de ellos hemos aprovechado para meternos en el aula y proceder con la construcción de un hotel de insectos. Previamente se había comentado con el alumnado la importancia de los insectos en un huerto, de cara a minimizar los tratamientos fitosanitarios y lograr una cosecha menos tratada químicamente.
La elaboración de este hotel colaborando unos con otros ha sido una experiencia satisfactoria para los alumnos. El trabajo manual con serruchos, taladro y atornillador les hace enfrentarse a retos que nunca se les habían presentado. Superar miedos, frustraciones, fomentar la paciencia hasta que otro compañero te deje la herramienta… todo han sido aprendizajes que les servirán en su desarrollo personal, eje transversal e ineludible de la educación.
Es mucho el trabajo que se ha hecho hasta ahora, pero el sol aún está muy bajo y no incide con fuerza en nuestro huerto, que ya se encuentra repleto de semillas y en el que podemos ir observando los grandes avances que se han producido con el trabajo y el esfuerzo de todo el equipo.
Tenemos la suerte de contar también con árboles frutales: un manzano, un peral, una higuera, una parra, un naranjo y un limonero. ¿Qué gran oportunidad encontramos en esto? Poder brindar a los alumnos nociones sobre poda, distintos tipos de maderas, épocas de floración y muchos más aspectos de asignaturas concretas como pueden ser Biología o Tecnología. Porque esta es una de las grandes ventajas de nuestro huerto, y es que no solo de las actividades que se realizan in situ sacamos provecho de él, sino que también es un magnífico eje transversal de unión con el resto de asignaturas del currículum. Así, cada especialista ha diseñado actividades concretas de su área, que no hacen más que afianzar este proyecto en nuestro centro y desear para él una continuidad durante muchos cursos, porque hemos visto las grandes ventajas que brinda a nuestros alumnos, y lo que es beneficioso para ellos, debe perdurar.
Y todos los días nos preguntan: Profe, ¿cuándo nos toca bajar al huerto?
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