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Dossier Espacio para el análisis y la reflexión

La nariz de Pinocho no intimida a los mentirosos

Ya sea en los tribunales de justicia o en la vida cotidiana, no cabe duda de la importancia que tiene promocionar la sinceridad entre los niños. Ahora bien, ¿cuál es la mejor forma de hacerlo?
Marta FerreroViernes, 24 de junio de 2022
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© ELENA SCHWEITZER

¿Quién no conoce el dicho popular “los niños y los borrachos siempre dicen la verdad”? Pues bien, no sé los borrachos, pero todo apunta a que los niños mienten, y desde bien temprano.

Concretamente la evidencia demuestra cómo, a partir de los 2 o 3 años, los pequeños son capaces de mentir de forma intencionada para encubrir sus travesuras (Evans & Lee, 2010; Talwar & Lee, 2002). Y, por si esto fuera poco, al final de la niñez la capacidad de mentir se vuelve tan sofisticada que para un adulto es casi imposible determinar si un niño está mintiendo (Talwar & Crossman, 2012).

Curiosamente el creciente interés por la honestidad de los niños proviene de los tribunales de justicia. Al parecer, el aumento de delitos en los que hay menores implicados ha creado la necesidad de estudiar la veracidad de sus testimonios.

Fruto de esta nueva línea de investigación, sabemos por ejemplo que la sinceridad de los niños no depende de su comprensión conceptual y moral de las mentiras. Esto es, que un niño comprenda qué es una mentira no garantiza que vaya a ser sincero y lo contrario tampoco garantiza que vaya a mentir (Talwar, Lee, Bala & Lindsay, 2002).

La evidencia también apunta a que es más probable que los niños mientan a favor de otra persona cuando perciben que las consecuencias negativas sobre su propia persona disminuyen al hacerlo (Popigler, Talwar & Crossman, 2011; Talwar, Lee, Bala & Lindsay, 2004). Por destacar un hallazgo más, parece probado que la capacidad de los adultos para detectar si un niño está mintiendo o no es más bien pobre (Edelstein, Luten, Ekman & Goodman, 2006).

Ya sea en los tribunales de justicia o en la vida cotidiana, no cabe duda de la importancia que tiene promocionar la sinceridad entre los niños. Ahora bien, ¿cuál es la mejor forma de hacerlo?

Un estudio de Lee y colaboradores (2014) puso a prueba la eficacia de tres cuentos clásicos que se han usado tradicionalmente para enseñar a los niños el valor moral de la honestidad: Pinocho, Pedro y el lobo y George Washington y el cerezo.

En el primero, decir mentiras tiene consecuencias negativas inmediatas. En el segundo, decir mentiras tiene consecuencias negativas a medio o largo plazo. Y, por el contrario, en el tercero decir mentiras no tiene efectos pero decir la verdad tiene consecuencias positivas. Como control, se usó un cuarto cuento sin contenido moral: La liebre y la tortuga.

En el experimento participaron niños de tres a siete años de forma individual. El juego consistía en que los niños acertasen la identidad de un juguete sólo por su sonido. Durante el mismo, el experimentador les informaba de que tenía que abandonar la habitación un minuto y les advertía que no hicieran trampas tocando el juguete en su ausencia. Al regresar y antes de preguntarles si habían mentido o no, el experimentador les contaba uno de los cuatro cuentos clásicos, asignados previamente al azar.

Los resultados demostraron que el único cuento que aumentó la probabilidad de que los niños dijeran la verdad fue el de George Washington y el cerezo. Conviene recordar que este relato enfatizaba el valor de la honestidad y trasmitía el mensaje de que ser sincero tiene consecuencias positivas. Al contrario, los otros dos cuentos puestos a prueba, Pinocho y Pedro y el lobo no redujeron la tendencia de los niños a mentir. A diferencia del anterior, recordemos que ambos enfatizaban las consecuencias negativas que acarrea mentir.

A pesar de que aún es necesaria mucha más investigación en este terreno, la moraleja que podemos extraer de este primer estudio es: “Si quieres que un niño sea sincero, trata de premiar sus verdades antes que castigar sus mentiras”.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. 

Referencias:

–Edelstein, R. S., Luten, T. L., Ekman, P., & Goodman, G. S. (2006). Detecting lies in children and adults. Law and Human Behavior, 30, 1–10.

–Evans, A. D., & Lee, K. (2010). Promising to tell the truth makes 8- to 16-year-olds more honest. Behavioral Sciences & the Law, 28, 801-811.

–Lee, K., Talwar, V., McCarthy, A., Ross, I., Evans, A., & Arruda, C. (2014). Can classic moral stories promote honesty in children? Psychological Science. On line.

–Popliger, M., Talwar, V., & Crossman, A. M. (2011). Predictors of children’s prosocial lie-telling: Motivation, socialization variables, and moral understanding. Journal of Experimental Child Psychology, 110, 373–392.

–Talwar, V., & Crossman, A. M. (2012). Children´s lies and their detection: Implications for child witness testimony. Developmental Review, 32, 337-359.

–Talwar, V., & Lee, K. (2002). Development of lying to conceal a transgression: Children’s control of expressive behaviour during verbal deception. International Journal of Behavioral Development, 26, 436–444.

–Talwar, V., Lee, K., Bala, N., & Lindsay, R. C. L. (2002). Children’s conceptual knowledge of lying and its relation to their actual behaviors: Implications for court competence examinations. Law and Human Behavior, 26, 395–415.

–Talwar, V., Lee, K., Bala, N., & Lindsay, R. C. L. (2004). Children’s lie-telling to conceal parents’ transgressions: Legal implications. Law and Human Behavior, 28, 411–435.

Marta Ferrero es profesora y vicedecana de Investigación de la Facultad de  Educación de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM)

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