Ser adulto con altas capacidades

Si observáis con detenimiento, cuando se habla de una persona con altas capacidades, llamado popularmente superdotado, siempre salen niños que son capaces de hablar siete idiomas con cuatro años o adolescentes que terminan una carrera de medicina en un curso académico. ¿Pero qué sucede con un adulto con alta capacidad? Es algo que rara vez vemos en los medios y lo que aparece suele caer en clichés manidos o descripciones estrafalarias que muchas veces no son un reflejo de la realidad, ya que, como en todo, existen tantas realidades como altas capacidades en el mundo.

Me presento: mi nombre es Omar Jerez y soy un adulto con altas capacidades. Digo lo de adulto porque parece que, cuando dejas de ser un niño o adolescente, tu condición deja de acompañarte y esto ya lo tienes para el resto de tu vida. Como adulto tardío, me he formado en economía, en arte contemporáneo y ahora mis inquietudes me están llevando al sector textil. Os puedo asegurar que la condición de tener alta capacidad no es suficiente para lograr objetivos e hipotéticos éxitos. Si a esto no le añades dosis de esfuerzo y constancia, el resultado será ineficaz y frustrante. Suena a perogrullada, pero es la realidad.

Os voy a contar mi método de trabajo desde hace décadas. Antes leía de media unos 120 libros. Entre esos libros que entraban en mi vida no me importaba el contenido con tal de formarme, porque nunca dejas de estar en pleno aprendizaje, y leía sobre neurociencia, biología, entomología, literatura comparada o lo que cayera en mis manos. De verdad te lo digo: interésate por todo y, sobre todo, acumula esos conocimientos que te servirán para aplicarlo en el área en la que te encuentras cuando menos lo esperas.

Ejemplo de ello es que, gracias a leer en su momento sobre literatura comparada, ahora ejerzo como lector beta. De ahí que haya pasado de leer 120 libros de medía por placer y expansión del conocimiento a tener que asumir entre 180 o 200 libros en un año natural para cuatro editoriales. Algo que considero capital es analizar de manera permanente cómo intervenir a nivel neurocientífico en el cerebro. Y es que estamos en un momento histórico-científico de hallazgos para poder aplicarlo en ti.

Pues en esas investigaciones yo ejerzo día a día lo que la neurociencia va descubriendo con resultados prometedores, ya sea por medio de la alimentación, del ejercicio o de la lectura. Extiendo todos esos resultados en mi persona y, con ello, poder tener un efecto directo sobre la oxitocina, la dopamina, la serotonina y las endorfinas. Hasta hace relativamente poco se creía impensable, pero ahora es una increíble realidad: puedes generar neurogénesis en el hipocampo.

Asiste a conferencias, charlas y, sobre todo, pregunta: no dejes de preguntar lo que no conozcas. Jamás des por sentado nada y convierte tu curiosidad en tu mayor virtud. Si conoces a un antropólogo especializado en la cultura Tutsi, por ponerte un ejemplo, aprovecha y dile que te recomiende libros, películas o si puedes acceder a un trabajo académico que tenga referenciado para poder entender su campo. Circunscribirse a un solo campo según tus preferencias es un acto limitante que te impide desarrollar puntos de vista más poliédricos para contrastar.

Ahora que te he hecho una sinopsis de mi modus operandi, independientemente de la situación en que te encuentres, que nada te impida estar en permanente formación. Estás en el metro, lee; estás en la sala de espera del oftalmólogo, estudia un curso online, que los hay a a millones y con carácter gratuito; busca cualquier rincón para evolucionar. Mañana, tarde o noche, no dejes un hueco para asimilar entendimiento y crecer. No digo caer en la extenuación, pero busca exigirte porque verás en todos los ámbitos de tu vida sustanciales cambios económicos, sociales o espirituales que son resultado de esa hibridación entre el conocimiento y la tenacidad.

En 2009 conté mi testimonio en el programa de TVE Documentos TV, que comparto a continuación: