fbpx

Schola delenda est?

Autor: Pascual Gil
Editorial: Apostroph Ensayo
Precio: 18 euros
160 páginas
Ángel Luis AritmendiMartes, 30 de agosto de 2022
0

En los últimos años los estudios de psicopedagogía se han centrado principalmente en analizar los aspectos más formales de los procesos de enseñanza-aprendizaje. Han aflorado múltiples investigaciones sobre la memoria, la motivación, clasificación de los aprendizajes, inteligencias múltiples, currículo, evaluación, metodologías etc… Pero también existe una pedagogía de amplio espectro crítico que se ha preocupado de las relaciones entre educación y sociedad, entre escuela y sentido último de lo que en ella ocurre. El libro que hoy comentamos pertenece a esta última clase y en esencia  viene a señalar que no es bueno que la función de la escuela esté supeditada a la agenda laboral y los intereses económicos, que cuando la invisible mano del mercado entra a saco en las instituciones educativas las pervierte y los resultados se traducen en una ciudadanía huera de recursos intelectuales y en consecuencia sin capacidad para emanciparse y vivir con dignidad. Su autor es el profesor de instituto Pascual Gil y el libro, Schola delenda est? (Apostroph, 2022), un ensayo sin concesiones a la retórica y a todas luces esclarecedor.

En el prólogo, el también profesor de Secundaria Andreu Navarra acierta al decir que “hay sed de verdad”. Los primeros en percatarse de las inconsistencias del sistema educativo son los propios alumnos, que se aburren en las aulas actuales ante la escasa oferta de cultura y aprendizaje relevante.

El libro se inicia con una cita de Aristóteles: “Todos los hombres desean, por naturaleza, saber”. Un saber que nos eleva cuando traspasa el inmediato utilitarismo y se fija en lo aparentemente inútil, aquello que, sin embargo, nos ayuda a orientar nuestras vidas hacia el bien, la verdad y la belleza, tríada clásica que resume los grandes valores de la humanidad.

Según Pascual Gil, “siempre que alguien se ha creído con el derecho de moldear el mundo a su antojo, la ha tomado con el saber”, un saber hoy sustituido por el ser en su dimensión emotivista (el objeto por el sujeto), y de ahí el desembarco en la escuela de actividades en torno a la llamada inteligencia emocional, estratagema cuya función es devaluar y vaciar de contenidos académicos la escuela. Al profesor burocratizado ya no se le pide enseñar sino acompañar y orientar.

La consecuencia de todo ello –y también la causa– es la reformulación del mito del Buen Salvaje de Rousseau, es decir, la infantilización de un sistema escolar convertido en un gran parvulario. Se desactiva así el prestigio de la inteligencia y el gusto por aprender condenando a los estudiantes a no superar sus más innatas particularidades y, en definitiva, a una manipulación constante de sus miedos y emociones. En opinión del autor, “el nuevo paradigma nos está proponiendo inyectar a nuestros alumnos un buen chute de nada para evitar que piensen en algo que no sea un supuesto yo, un yo totalmente mediatizado por las exigencias del mercado” (p.53).

Exigencias envueltas en eslóganes de innovación educativa y pensamiento positivo que al Pascual Gil alumno (tiene 27 años) confiesa le aburrían sobremanera: “siendo sincero –afirma–, a la mayoría de nosotros estas metodologías nos despertaban más bien indiferencia, desidia, pesadez, una potente y patente sensación de perder el tiempo” (p.62). Son los profesores que dominan su materia y trasmiten su pasión por ella los preferidos por los alumnos a la hora de aprender, una evidencia ésta soterrada casualmente cuando se pide que sean escuchadas las demandas de los alumnos y sus intereses como lugar central del aprendizaje.

Las políticas de mercado en fin, además de insaciables, son sutilmente estratégicas. Aquí ofrece Pascual Gil una de las reflexiones más agudas del ensayo. Lo llama “tentáculos del Kraken económico”, esto es, el mundo del espectáculo, la banca (OCDE, FMI), los medios de comunicación y sus quintacolumnistas (César Bona como ejemplo), las metodologías innovadoras (ABP a la cabeza) contribuyen a transmitir y llevar la lógica empresarial a las escuelas trasladando una idea utilitaria del conocimiento y “elaborando un lenguaje común que establezca vínculos entre el mundo educativo y el mundo laboral” (Diario Oficial de la Unión Europea, 6 de mayo de 2010).

Definitivamente el capitalismo ha conseguido lo que ni las armas, la censura, los decretos y las persecuciones consiguieron nunca antes: ocupar el espacio interior más libre del ser humano y dominarlo. Y lo peor es que la sociedad lo ha aceptado no con resignación, sino con alegría, con esperanza, con deleitación. ¡Qué bello será vivir sin cultura! (César Antonio Molina dixit).

Se cierra el libro con una llamada a la esperanza. Son los profesores –pero también muchas familias que empiezan a ver las orejas al Leviatán– que resisten y piensan en la escuela como templo del conocimiento del que no deberían salir trabajadores obedientes ni consumidores aturdidos sino ciudadanos críticos y comprometidos con el saber, la libertad y la democracia. Así sea.

0
Comentarios

  1. Therfer
    31 de agosto de 2022 16:57

    ¡Gran reseña, hace honor al libro, y grata lectura la que he tenido este verano con Pascual Gil!