Ya los primeros sofistas hablaron de la importancia de las conversaciones para llegar a una visión más fidedigna del mundo. Su ausencia, sin embargo, afecta no solo a nuestra salud mental, sino que permite entender cómo se crean las burbujas financieras o por qué se propagan con tantísima rapidez las fake news.
El poder de las palabras es una obra fascinante que combina filosofía, política, economía y, por su puesto, los últimos avances en neurociencia para demostrarnos cómo se pueden cambiar ideas y sentimientos, aún aquellos que están profundamente arraigados gracias al poder de las conversaciones, y como con ellas podemos aspirar a tomar mejores decisiones y a tener una mejor salud mental. Ese es el hábito que tenemos que aprender: el de hablar con los otros y con uno mismo para una mejor comprensión del mundo y de nuestro lugar en él.
Mariano Sigman es actualmente uno de los neurocientíficos de mayor prestigio internacional y uno de los directores del proyecto Human Brain Project, el esfuerzo más vasto del mundo para entender y emular el cerebro humano. En 2015 publicó La vida secreta de la mente (editorial Debate), un apasionante viaje al funcionamiento de nuestro cerebro que fue un éxito de público.
Ahora con su nueva obra, Mariano Sigman no solo nos ayuda a entender mejor el funcionamiento del cerebro, sino que aporta las claves para ejercitarlo y ponerlo a nuestra disposición. Porque el cerebro, en muchas ocasiones, intenta engañarnos. Debe tomar infinidad de decisiones al día, y lo hace en muchas ocasiones con escasa información a su alcance. Se precipita por ello, y no pocas veces se deja llevar por los marcos mentales adquiridos, las creencias o los prejuicios. Algo que afecta no solo a cómo evaluamos a las personas con las que nos relacionamos sino también a la percepción que tenemos de nosotros mismos.
Así como concluimos a la velocidad de un rayo si una persona nos parece confiable, inteligente o divertida, también los juicios sobre nosotros mismos son precipitados e imprecisos. Y a lo largo de nuestra vida vamos construyendo sentencias sobre los que somos o, peor aún, lo que no podemos ser: el que está convencido de que las matemáticas no son lo suyo, la que siente que no nació para la música, la que cree que no puede manejar su enfado y el que no puede superar sus miedos. Demoler estas creencias es el punto de partida para mejorar cualquier cosa, en cualquier momento de la vida. Y, afortunadamente, nuestras creencias son mucho más maleables de lo que pensamos.