fbpx

La atención plena, asignatura pendiente del sistema educativo

Invadidos por el ruido externo e interno hemos convertido la inatención en habitual. Habitual pero no natural. Apoyamos una cultura ruidosa, conviviendo con la incomodidad y el exceso de información y de estímulos. En la sociedad del bienestar nuestro organismo se resiente. Pero no olvidemos que podemos elegir hacia dónde dirigir nuestra atención, podemos decidir hacia qué tendemos. En este contexto, el joven sello Conecto Editorial y sus cuadernos para jugar "Observo+", apuesta por el fomento de una atención sostenida.
Alicia M. MarotoMartes, 25 de octubre de 2022
0

"No te preocupes si tu hijo no te escucha: te observa todo el día", decía Santa Teresa de Calcuta.

«Este niño no atiende. Se dispersa con facilidad. No es capaz de mantener la atención. Es que no me escucha». Son expresiones que están a la orden día. Opinamos, comentamos, nos quejamos, pero nunca pasa de ahí; todo queda en el lamento. La atención, tan estudiada y anhelada en nuestros días, hoy más que nunca es un tema voluble, abstracto, que parece quedar fuera de nuestro alcance.«No te preocupes si tu hijo no te escucha, te observa todo el día», decía Santa Teresa de Calcuta.

Según la RAE, atender es «aplicar voluntariamente la actividad mental o los sentidos a un determinado estímulo u objeto mental o sensible». También se define como «tener en cuenta la cosa que se expresa». Etimológicamente se entiende como «tender o estirarse hacia». En castellano usamos la palabra «atender» para referirnos al acto de ayudar y en inglés usan attend para definir el acto de estar presente. Si el acto de atender es un acto voluntario, la iniciativa voluntaria de «ayudar», de «estar presentes», de «tener en cuenta lo que se expresa», debería ser un leitmotiv de todo acto educativo; incluso, de cualquier acto relacional.

"

La atención, tan estudiada y anhelada en nuestros días, hoy más que nunca es un tema voluble, abstracto, que parece quedar fuera de nuestro alcance

"

Son muchas las ocasiones en las que las prisas, el ruido (interior y exterior), nuestros juicios y razones, el estrés, el ansia por un resultado, la rivalidad, el enfado con la pareja, los hijos, el jefe o con uno mismo, nos separan de esta atención a lo que expresamos, de este «ayudar», de ese «estar presente»: de estar en lo que estás. ¡Qué difícil resulta estar donde uno está! Atender sin dejar que la preocupación, el juicio o el qué cenaremos esta noche se sienten a tu lado. Quizás no solo sean los niños los que no atienden.

Básicamente, esto ocurre cuando estamos saturados de estímulos y saltamos de uno a otro de forma nada eficiente, aunque pensemos que lo somos. El organismo se acostumbra a esa alternancia continuada de la atención y busca lo que le es familiar: más distracción. Se convierte en adicto a la rapidez, a las sensaciones vibrantes y se frustra si no las obtiene cuando quiere, generando procesos de irritación, impulsividad y ansiedad. La buena noticia es que este bucle es hackeable.

"

El organismo se acostumbra a esa alternancia continuada de la atención y busca lo que le es familiar: más distracción. Se convierte en adicto a la rapidez y se frustra si no las obtiene cuando quiere

"

Si nuestro cerebro busca lo que le es familiar, una buena acción para favorecer la atención sosegada es familiarizar a los niños con entornos de tranquilidad y silencio. Pero por miedo a que nuestros hijos queden atrás, a que sean menos que otros, o a ser unos padres sosos con hijos sosos, amparados bajo la creencia de la falsa premisa de «cuanto antes y más, mejor», nos estresamos y los estresamos, rodeándolos de ruidosos estímulos y actividades desde la mañana a la noche, sin tiempo al silencio.

«Si, total, la vida es así, mejor que se acostumbren antes que después», escucho con frecuencia. Pero no. Aunque la vida que veamos parezca así de ruidosa y ajetreada, no es cierto que sea así. Uno puede navegar por la vida guiando su timón desde la atención hacia espacios de silencio, siempre que se valoren. Pero para valorar algo, hay que apreciarlo y para apreciarlo hemos tenido que degustarlo.

"

Aunque la vida que veamos parezca así de ruidosa y ajetreada, no es cierto que sea así: uno puede navegar por la vida guiando su timón desde la atención hacia espacios de silencio, siempre que se valoren

"

Invadidos por el ruido (interno y externo) hemos convertido la inatención en un estado habitual. Habitual pero no natural. Podemos vivir a 3.000 metros de altura, el organismo se habituará, pero no estará en sus óptimas condiciones y se resentirá. Apoyamos una cultura ruidosa, conviviendo con la incomodidad y el exceso de información y de estímulos. En la sociedad del bienestar nuestro organismo se siente cada vez peor. Pero no olvidemos que podemos elegir hacia dónde dirigir nuestra atención, podemos decidir hacia qué tendemos.

El silencio parece haberse olvidado en la dinámica educativa, cuando es un gran aliado para fortalecer el músculo de la atención. Degustar estos espacios con agrado, generando interés por ellos, hará que más adelante, en la vida adulta, de forma inconsciente, sepan buscar esos estados de calma, incluso, durante la actividad o las tareas laborales.

No es tan importante la cantidad o la originalidad de las situaciones, sino que les propiciemos un equilibrio en su día a día entre silencio, imágenes, palabras, gestos, tonos… acordes a su natural desarrollo, evitando quemar la infancia al acelerar los procesos exponiéndolos a situaciones, músicas, películas, juegos o entornos estresantes que los aturden, que no respetan sus ritmos.

"

El silencio parece haberse olvidado en la dinámica educativa, cuando es un gran aliado para fortalecer el músculo de la atención

"

Los procesos de atención surgen naturalmente siempre que el niño no está saturado de estímulos a los que atender que le harán más complejo desarrollar los procesos inhibitorios. Según el doctor en Medicina y Neurociencia Francisco Mora, «se estima que para una buena concentración atencional tenemos que (de modo temporal) inhibir el 99 % de todo lo que normalmente pensamos o entra en nuestro cerebro y solo prestar atención al 1 % de ello». Una cosa por vez.

La sociedad no nos lo pone fácil con sus innumerables elementos distractores cada vez más llamativos y sofisticados. «Crear espacios de silencio, hoy en día significaría apagar los dispositivos electrónicos», sugiere Catherine L’Ecuyer en su libro Educar en el asombro.

En El cerebro del niño explicado a los padres el neurólogo Álvaro Bilbao dedica un capítulo a las aplicaciones recomendadas para niños. Ese capítulo está en blanco. Además, recuerda en el libro que los hijos de todos los directivos y programadores de Silicon Valley estudian en colegios en los que no hay tecnología porque saben cómo afecta en la capacidad creativa y el desarrollo natural del cerebro en edades tempranas.

"

La sociedad no nos lo pone fácil con sus innumerables elementos distractores cada vez más llamativos y sofisticados

"

Con el fin de facilitar esa atención natural y aportar elementos de ocio manipulativo, nació Conecto editorial y sus cuadernos para jugar: Observo + y Números y Letras. Una opción para apartarse de las pantallas y jugar con papel y lápiz. Buscar diferencias, recorrer los caminos de un laberinto, pegar bolitas de papel, pintar con los dedos… Son propuestas que llevan a los niños a ese momento de presencia y creatividad al coger un lápiz para trazar el camino que lleva a un pequeño hipopótamo con su mamá o imaginar y dibujar quién habita en unas casas fantásticas.

En nuestra mano está ofrecer y apoyar condiciones favorables para que el organismo en edades tempranas se acostumbre a la comodidad de espacios sosegados.

Alicia M. Maroto
Editora educativa

0
Comentarios